sábado, 30 de enero de 2010

Tarde



SEGUNDO ACTO


Cuando el telón se abre, él ya está en escena. La busca desesperadamente con la mirada, pero no logra ubicarla. Por un momento, parece olvidar sus líneas. Titubea.

Su cara se ilumina en el segundo acto, cuando descubre las finas facciones de ella en una butaca del palco. La piel radiante, como siempre. Los negros ojos fijos en él.
Justo a tiempo para decirle a ella su diálogo, mirándola intensamente, cómo si nadie más estuviera en el teatro:

¡Habla! -¡Oh!- ¡Prosigue hablando, ángel resplandeciente! Pues al alzar, para verte, la mirada, tan radiosa me apareces, como un celeste y alado mensajero a la atónita vista de los mortales, que, con ojos elevados al Cielo, se inclinan hacia atrás para contemplarle, cuando a trechos franquea el curso de las perezosas nubes y boga en el seno del ambiente...

El juego de miradas, la oleada de suspiros y sonrisas se suceden durante el resto de la obra, bajo el cobijo de la penumbra.

Al final, tras los aplausos, ella lo espera en el camerino. Después de tanto tiempo sin verse, ninguno de los dos puede evitar fundirse en un prolongado y tibio abrazo. Los corazones latiendo a mil por hora.


-Qué bueno que viniste. Por un momento. pensé que no llegarías...

-No me lo perdería por nada. Sabes que me encanta verte sobre el escenario.


Él no puede evitar sentirse nervioso. Pero hay dudas que necesitan ser resueltas, sin importar el dolor que causen...


-¿Cómo van las cosas con él?

-Mmm... bien.


Rodrigo sabe bien que a ella no le gusta hablar del tema, pero esta vez no quitará el dedo del renglón. Esta noche siente una imperiosa necesidad de saber...

Una cosa es cierta: No hay mañana.

Debe hablar ahora, pero es ella quien lo hace...


-Encontré una nota. No tiene remitente y no está dirigida a nadie, pero, por la redacción puedo intuir que fuiste tú. Sólo tú te arriesgas de ese modo. Sólo tú escribes así...


Él sonrío, sabiéndose descubierto y respirando tranquilo ante la oportunidad que le brindaba el destino de hablar de los sentimientos de ambos... Otra vez.


-¿Qué dice la nota? -Preguntó como si lo ignorara.

-Ready for everything. Even you...

-Es mía, sin duda.

-¿Me explicas? -Dice abriendo sus ojos infantiles.

-Claro. Cuándo nos despedimos te dije mis razones: Tú tenías pareja y yo no estaba listo para iniciar una nueva historia de amor...

-Sí...

-Pues ahora te he buscado, dejado esa nota, actuado para ti. Quería reaparecer en tu vida.

-¿Ahora te sientes listo?

-Así es.


Él hubiese esperado una reacción efusiva de parte de ella, pero su silencio sólo presagiaba tormenta.


-¿Sabes? -Dijo ella después de un suspiro- No tienes idea de cuántas veces soñé con escucharte decir esas palabras. Más de un año esperando... dime, ¿qué cambió? ¿Qué te hace decir esto justo ahora?

-Son muchas cosas, Mariana. Tú has madurado y yo pude dejar atrás una terrible experiencia, pero, ahora, justo ahora, tú eres todo lo que yo habría soñado en una mujer...

-Lo sé -contestó sonriendo-, tú me enseñaste a ser así.


Las siguientes palabras que salieron de la boca de él, se atropellaban desde hacía rato, pugnaban por salir.

En ocasiones, el sentimiento habla por si solo...


-Te amo...


Ella levantó la mirada, dejando entender un tierno reproche.


-Yo también te amo. Te he amado desde hace mucho tiempo. Aunque en este momento, más que amarte, te odio.

-¿Por qué?

-Por no decidirte, por no romper las reglas... Tú me prometiste que cuando estuvieras listo, me buscarías sin importar si yo estaba con alguien o no.

-Sí... Lo dije. Y yo siempre cumplo mis promesas.

-¿Entonces?

-Es por eso que estoy aquí. Que estamos aquí. Hoy, esta noche, sin importar las circunstancias que nos rodean lo he dicho: Te amo.


Gruesas lágrimas brotaban ahora de los hermosos ojos felinos. Pero esta vez no correspondió.


-Ojalá me hubieras dicho esto un mes atrás. Él también ha cambiado, he comenzado a quererlo y, comprenderás que, dejarlo por ti ahora, no es justo para nadie.


En algún lugar, dentro del pecho sintió que algo se rompía, mientras una voz interna sonaba sordamente: Sabías que esto podía pasar, era una posibilidad.

Su optimismo característico se tambaleaba por primera vez y quiso convencerse de que quizá, algún día, habría más oportunidades.

En el exterior, sólo atinó a repetir, como un autómata


-Te amo...

-Es demasiado tarde.


Ella se pone de pie lentamente. Parece dudar. Y antes de cerrar la puerta le escucha decir otra vez


-Te amo.


Ella no regresará. Se reconoce débil ante él, ante sus besos, ante su trato. Se aleja de prisa por el corredor de cantera, mientras los muros repiten la sentencia que da fin a la historia:


-Es demasiado tarde...


Se apagan las luces y se corre el telón.





FIN


sábado, 23 de enero de 2010

Hocicón


Tomo mi camiseta negra y mis jeans azul marino. Me pongo los Converse rojos que compré en el mercado de los domingos. Saco del ropero la chamarra negra de cuerhule que hace que me vea bien malote.

Me trepo en la super moto Italika de 100 cc y me amarro en la cabeza una pañoleta de calaveritas que me costó 5 pesos en el tianguis. Me subo el cuello de la chamarra, ajusto el casco y me abrocho los guantes con estoperoles y la carita de Pikachú.

Enciendo el motor y sonrío mientras digo en voz alta:
-Un año entero con la moto y munca me he caído. Ni siquiera cuando no traía frenos... que cabrón...

Presiono el interruptor de las luces de neón y le subo al sonido de mi corcel de acero [bueno, de fibra de vidrio], pa' que suenen con ganas Los Angeles Azules.

-Si... Soy naco ¿y?

Pinche Renegado me viene guango, pienso para mi mismo al tiempo que comienzo a acelerar, al compás de Él listón de tu pelo...

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Odio ser reiterativo, pero me cagan los pinches antros. Estas lucecitas ya me marearon y ese sonsonete es el punchis-punchis mas repetitivo que he oído en la vida. Ya debo estar bien pedo porque todo huele a alcohol y el mesero me mira con curiosidad, sentado junto a mi.
Me doy cuenta que estoy acostado boca arriba y no me puedo levantar. Pinches antros de mie...


-Señor. lamento decepcionarlo, pero no está en un antro...
-¿Ah no? ¿tons?
-Ese sonsonete repetitivo es la sirena de la ambulancia, las lucecitas vienen de la torreta y yo no soy mesero, sino paramédico. El olor a alcohol si es real, se nos derramó una botellita de a cuarto...
-¿Qué sucedió?
-Un accidente. Se cayó usted de una moto...
-Putam... ¡Eso me pasa por hocicón!





Ahora sí ni como decir salud, estoy tomando analgésicos. Demonios.



sábado, 16 de enero de 2010

Beso


-¿Alguna vez te han robado un beso? -Preguntó ella a quemarropa y con las mejillas encendidas.

-No. -Contestó él, sonriendo.

-¿Y pedido? ¿Te han pedido un beso?

-Tampoco. Pero preferiría lo primero que lo segundo.

-¿Ah si? ¿Por qué?

-Porque, si lo pides, mandas un aviso... enciendes las alarmas. La otra persona podría decidir no querer el regalo. Los besos no se piden. En lo particular, prefiero que surjan. Dos personas fundidas en un abrazo. Los corazones palpitando a un solo beat. El roce de las mejillas confundiéndose en una excitante y tibia caricia y los labios, en un grito silencioso, pidiendo ser besados, mordidos... disfrutados...

-Me encanta como lo dices...

-¿Y esto?

-Mmm... También...



miércoles, 13 de enero de 2010

Cierto


Tienes mucha razón mi niña.

No recordaba que hoy, hace exactamente un año, decidí escribir el primer post. Muchas gracias por la felicitación y espero no defraudarte.

Gracias a todos los y las lectoras de Desde la Barra...

Y, por supuesto a todas las personas que aportan material -especialmente a los que lo hacen involuntariamente-



Ah, por cierto, TÚ aparecerás en el blog en el 2010... espero que no te moleste...



Y pa' empezar bien el año... pos ¡salud!






miércoles, 6 de enero de 2010

El Estupidín


No falta. En cualquier grupo social -ya sea en la escuela, en el trabajo o en el círculo de conocidos-, encontrarás, de manera inevitable a un tipo así.

No hay una descripción física estándar. Estatura promedio, aspecto intrascendente, tal vez principios de alopecia... Pero esos vatos son inconfundibles.

Algunos simplemente les llaman los higaditos del grupo. Si. Esos que se sienten hechos a mano y que creen que humillar a los demás es un deporte nacional. Esos que se sienten altos, guapos, atléticos y, lo que es peor, graciosos.

Es muy posible que el sujeto en cuestión tenga una broma estúpida que repita una y otra vez. Como un chiste pendejo de gangosos o algo físico como zapear al desprevenido o apretar la clavícula cuando te encuetras descuidado causando bastante dolor y, cada vez que lo hace, suelta alguna preguntita estúpida como ¿a poco te dolió wey?

El ente que estoy intentando describir se ríe como imbécil, creyéndose el comediante del momento. Es por demás decir que dichos esperpentos practicamente siempre andan solos -a menos que traigan una super nave, en cuyo caso, probablemente sean escoltados por una o dos interesadillas-, por una sencilla razón: nadie los soporta.

Recuerdo cuando estaba en la prepa. Había un cabrón en particular que me caía como patada en los tanates. Y el sentimiento era generalizado. El típico pendejete que hace comentarios como No mames, ¿este es tu cuarto? el mío es el doble de grande.

Creo que solo dos amigos y yo soportábamos al pobre infeliz. Y con todo y eso, se sentía un galanazo: la última Coca-Cola del desierto.

Después de un cerrado debate y el recuento de votos casilla por casilla, se ganó a pulso el sobrenombre que lo seguirá hasta el fín de sus días: El Estupidín.

Era divertido, porque el nunca se dio por enterado.

Recuerdo que por las mañanas -entrábamos a las siete de la madrugada-, apartaba su lugar con su libreta en los primeros asientos y, de manera invariable, compañero que llegaba, recorría su cuaderno una banca hacía atrás, o, de plano, lo aventaban hasta la última banca... o al piso.

La cuestión es, ¿cómo es posible que alguien en su juicio se casara con él?

Siguiente pregunta: ¿Cómo chingaos fue a suceder que uno de mis mejores amigos lo hizo su compadre?

Creo que eso solo se explicaría por la amistad entre la esposa de mi cuate y la del Estupidín.

Solo espero que la chava esté bien y no haya terminado suicidándose a causa de la desesperación.

Ah, por cierto, todo esto viene a raiz de que estaba yo sacando una rolita de Botellita de Jerez en la lira, y no pude evitar el comparativo con aquel güey, del cual, por razones obvias, me reservo su identidad.

Juzguen ustedes mismos:



Es más, ni siquiera les voy a decir que se apellida Betancourt...

Jajaja...

¡Salud!