martes, 1 de marzo de 2016

Como siempre



Estoy trabajando frente a la computadora, escuchando la lluvia que cae afuera. Han sido ya un par de horas ininterrumpidas frente al aparato y decido que un descanso me vendría bien. Dirijo mis pasos hacia el refrigerador. Destapo una cerveza y vierto el contenido en mi vaso. Bebo sin prisa y regreso al escritorio. Es un documento importante y debe ser entregado mañana muy temprano.

Se escucha que golpean a la puerta del departamento en sucesiones de tres golpes. Solo hay una persona que toca así y no es usual que venga a buscarme sin avisar y menos a esta hora. 
Ha oscurecido ya y me inquieta que camine por estas calles y más con la lluvia que ha durado toda la tarde... 

Corro el pestillo y abro la puerta incrédulo. Los goznes rechinan y  decido que es tiempo de aceitarlos. Es la tercera vez que lo decido esta semana. 

Me encuentro con el rostro de ella. Me mira detrás de mechones de cabello mojado. A pesar de la oscuridad alcanzo a distinguir por separado sus lágrimas y las gotas de lluvia.

Le abrazo con alegría después de meses de no verla. Como siempre, intento al saludarla besarle la boca. Ella parece aceptar el primer beso, pero rechaza los demás, como hace siempre.


-¿Puedo pasar?


Acostumbrado a  esas silenciosas negativas, solamente le sonrío, mientras le indico con la mano izquierda que puede entrar.

Me cuenta sus problemas como siempre, pero sus lágrimas son un elemento extra, al cual no estoy acostumbrado. Le dejo hablar, En medio de sollozos interminables, hace una pausa, respira profundo, como ordenando sus ideas. 


-Quiero alcohol -dice de pronto.


Le indico con el índice las botellas de tinto, vodka y tequila que aún quedan en el estante. Ella se levanta del sofá  y toma la botella de Smirnoff. La abre con gran facilidad, como de costumbre.


-El jugo de uva está en la vitrina y quedan hielos en el congelador - le digo con la mirada fija en la pantalla de la computadora, donde  he descubierto una falta de ortografía que debo corregir de inmediato.


Se sirve un vaso y luego otro. Seguimos conversando y ella no deja de llorar. Yo logro terminar la redacción del documento y me coloco junto a ella. Se levanta por otro vaso de vodka y vuelve a sentarse a mi lado. Yo paso mi brazo por su hombro. Ella me rechaza como siempre. Cansado del juego, me levanto y pongo en orden los libros y las películas en el mueble de madera.

Ella bebe varios vasos más, no sé cuántos. La dejo desahogarse, como siempre.

Ella gira la cabeza para verme. Dice algo que no esperaba escuchar de su boca.


-¿Me darías un beso?


Ni siquiera respondo sí o no. Simplemente camino hacia el sillón individual donde se encuentra sentada ahora, le quito el vaso de la mano y me coloco a horcajadas sobre sus piernas. Beso sus carnosos labios que saben a vodka, jugo de uva y lágrimas. Me parece que dice algo acerca de las cosas que no están bien, pero al mismo tiempo me pregunta si tengo condones. Solo respondo a esto último, sin dejar de besarla. 

La puerta de mi recámara está a 15 centímetros de donde nos encontramos y llegar a mi cama nos toma cinco pasos. Caemos sobre mis almohadas y los besos no cesan. Se desnuda y me pide -me exige- que no encienda la luz. En la penumbra alcanzo a distinguir sus senos morenos y sus pezones oscuros. Los acaricio con ambas manos y le prometo que la oscuridad seguirá tal como está.

Tenemos una sesión de sexo extraña, donde yo me concentro en ella y ella parece pensar en algo más. Después del coito quedamos abrazados varios minutos, sudando. 

Como si despertara de un trance causado por el alcohol, se  incorpora de manera repentina y me pregunta la hora. Le respondo y ambos coincidimos en que es tarde. Busca su ropa y enciendo la luz. Ambos nos vestimos en silencio. Antes de llegar, nos besamos apasionadamente y nuevamente deslizo mi mano bajo su blusa hasta sus senos. La dejo en su casa y adivino a su madre tras el portón reprobando su tardanza y mi presencia.

Regreso al departamento, apago la computadora que ha quedado encendida y me dejo caer de espaldas en la cama que huele a su perfume. Es imposible no pensar en ella y su imagen en mi mente, me impide dormir. Pasa una hora y luego otra más. Y la vuelvo a maldecir. Como siempre...