He aquí que convergen dos ideas que han sido pilares en mi formación literaria:
La primera, que he obtenido de las lecturas hechas hasta el día de hoy, tiene que ver con la poesía que está presente en absolutamente todo lo que vemos, lo que sentimos, lo que respiramos. Voltea hacia donde gustes y encontrarás poesía. Si Antonio Machado encontró poesía en Las moscas, como no verla en un atardecer, en el frío de esta mañana, en las cervezas de hace unas horas, en la hermosa luna de la semana pasada, en los ojos de una mujer...
La otra, es una verdad inculcada por mi padre desde que era yo muy jóven.
Una de esas ocasiones en que nos quedábamos conversando hasta altas horas de la noche y poco antes de que mi madre nos regañara por no irnos a dormir, me dice:
-Hijo, si un buen consejo puedo darte es el siguiente: respeta a las mujeres, a todas. Se lo merecen por el simple hecho de ser mujeres...
-¿A todas jefe? ¿Incluso aquellas a las que tú llamas mariposas?
-A todas. Tú no eres quién para juzgarlas. No tienes derecho. No sabes qué circunstancias las obligaron a llegar a esa situación y, lo más importante, todas ellas son madres, amigas, hijas o hermanas... Entiendes eso, ¿no?
Justo estaba recordando esta conversación cuando me encontré este escrito de Jaime Sabines que describe de manera inmejorable las dos ideas que acabo de mencionar:
CANONICEMOS A LAS PUTAS. Santoral del sábado: Bety, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.
Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.
No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo.
Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor.
Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.
En el lugar en que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y un vaso de agua y un pan.
Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo.
[Jaime Sabines. Recogiendo Poemas. 1997]
¡Salud!
-Por ellas... aunque mal paguen.
-Por ellas... aunque no paguen...
-Por ellas... aunque haya que pagarles...