La noche había cubierto con su manto de luto la ciudad desde hacía un buen rato. Mis amigos y yo platicabamos animadamente cuando, recortada contra el oscuro marco nocturno, surgió la divina aparición.
Caminando hacía nosotros, una linda niña de ojos café, rostro ovalado, labios delgados y espectacular belleza. Una chica de esas que es imposible dejar de notar, incluso en una multitud.
Para mi sorpresa, la chamaca llegó directamente a saludar a uno de mis camaradas.
Como discreto caballero que soy, mi reacción natural fue no poder cerrar la boca durante varios segundos, pero una vez pasada la sorpresa y tragada la saliva, haciendo un esfuerzo por disimular, continué conversando como si nada, no sin antes poner a uno de mis interlocutores entre la muchachita y yo, para poder observarla descaradamente.
El fresco viento de Septiembre agitaba la rubia cabellera, volviendo su imagen aún más bella, etérea, angelical...
No pude aguantar más. Encaminé mis pasos hacía mi amigo, el que conocía a la chica, aprovechando que ella estaba haciendo una llamada por teléfono celular.
-Oye José, que guapa está tu amiga.
-Claro. Por eso es mi amiga.
-¿Me la presentas?
-¡Ni madres!
Esa reacción de él me tomó por sorpresa. ¿Desde cuándo querer conocer a una chica hermosa y saber su nombre es tan malo?
-Ah cabrón, y eso, ¿por qué?
-Porque ya sé como eres.
Eso me molestó. ¿A qué diablos se referiría ese buei?
-¿Y cómo soy?
-Pues así como eres tú.
Pinche respuesta. No me arrojó ninguna luz. Lo único que se me ocurrió pensar es que ese cabrón era un envidioso.
-Está bien. Entonces sólo háblale bien de mí, para que cuando llegue yo a presentarme la pueda invitar al cine o algo...
-¡Ja!
-¿Qué?
-No sale contigo.
Siempre he dudado de las afirmaciones categóricas y José, conociéndome, debería saber que lo que acababa de decir era para mí una provocación. Y eso de las provocaciones, eso de los retos, me encanta...
-¿Ah no? ¿Y por qué?
-Nomás.
Dentro de mi cabeza, esa peligrosa voz que me ha metido en tantos problemas y no me deja en paz: No me la presentes... Sólo déjame hablar con ella cinco minutos.
No tardó mucho en presentarse la oportunidad, me acerqué a ella y le sonreí.
-¡Hola! ¿Hace mucho que conoces a José?
-No mucho, pero algo... Es buena onda.
Internamente y en tono sarcástico dije para mí: Si, de hecho. Muy buena onda...
-¿Dónde lo conociste?
-Ahí por mi casa... Es como un hermano para mí.
Ja. Como un hermano y se pone así de celoso. Que incestuoso, jejeje...
-¿Y a que te dedicas?
-Soy estudiante de gastronomía.
Mis ojos fijos en los suyos, mirándola intensamente. A esa distancia podía apreciar con más detalle su pálida belleza. Incluso lograba distinguir las pecas que cubrían graciosamente la pequeña nariz. Volví a sonreír y ella correspondió a la sonrisa.
-Orale que padre. A mi me gusta cocinar pero todavía hay varias cosas para las que soy muy malo. Tal vez algún día me puedas dar unas clases, ¿qué dices?
-Claro, cuando gustes.
Cómo ya lo he mencionado en alguna ocasión, las cosas deben ser intentadas. ¿Qué es lo peor que puede pasar al invitar a salir a una chica hermosa? Que nos mande mucho al diablo. Y a mi me habían mandado tantas veces, que un rechazo más no haría gran diferencia...
Pero primero lo primero. Tenía que hacer mi movimiento...
-Por cierto, ¿qué tienes que hacer este Sábado en la tarde?
-Nada, ¿por?
-Me gustaría invitarte al cine.
-¡Genial! Acepto, pero con una condición...
-¿Cuál?
-Saliendo del cine yo te invito un café.
Todo resultó mejor de lo esperado. Ya tengo plan para el fin de semana, pensé. Así que respondí...
-Perfecto. Nos vemos a las cinco y media.
Finalmente voltee a ver a mi amigo quien, aunque algo alejado, no perdió detalle de la conversación. Le sonreí ampliamente y levanté el pulgar de mi mano derecha hacièndole notar mi victoria. Le vi sacudir la cabeza en señal de franca desaprobación mientras me despedía de Paola con un beso en la tersa y sonrosada mejilla...
Touché.
¡Salud!