domingo, 26 de mayo de 2013

¿Por qué lo haces?




Llegó enfundado en aquellos vaqueros gastados de las rodillas que marcaban sus piernas. Una camiseta roja, sin estampados y una chamarra negra de piel, con franjas blancas en el pecho. No fue así como lo conoció, pero sí era esa la imagen que de él guardaba en su mente. La desarmó con la misma sonrisa de siempre y le dio el acostumbrado beso en la mejilla.


La tarde, se había oscurecido de nubarrones y el viento soplaba con fuerza desde el poniente despeinando esos cabellos originalmente castaños -cuando la conoció- ahora rubios. En un solo movimiento se quitó la bufanda y la colocó alrededor de aquél grácil cuello femenino.



-Es para ti: un regalo.



La abrazó. Aspiró su perfume rozando apenas, con su nariz,  la región de piel dos milímetros más abajo del lóbulo de su oreja izquierda.  Ella cerró los ojos y se estremeció, le dejó hacer, pero súbitamente se alejó de él, dando un paso hacía atrás y mirándolo con intensidad. Sonrió sin alegría.



-Debería ser delito oler adolescentes, ¿recuerdas?



Tarde lluviosa, la penumbra de una sala de cine, la excitación de estar juntos a solas y a escondidas después de algún tiempo, escenas que parecían tomadas de su propia historia... ¿Quién podría olvidarlo?



-Claro que lo recuerdo -contestó él.



Se acercó a ella con esa actitud decidida que tanto la impresionó desde el primer momento. Ella se alejó un paso más y su espalda se encontró con la pared. Él tomó ventaja de esta situación y la besó en la boca entreabierta, despacio primero,  mordiendo suavemente el labio inferior que parecía ofrecerse en holocausto para el demonio de su lengua. Ella abrió los ojos, respirando agitadamente y preguntó:



-¿Por qué lo haces?
-¿Hacer qué? -respondió él como si lo ignorara. Por su cabeza cruzó la idea de contestarle que lo hacía porque podía hacerlo, porque era divertido o simplemente porque le excitaba ese juego, pero ella no le dio tiempo de hablar. Tomándolo del cinturón, fue ella quien lo besó a él.
-Esto no está bien -dijo ella acariciándole la mejilla con su mano izquierda.



Justo en ese momento sonó el celular. Respondió sin prisa y con tranquilidad, como si nada estuviera pasando.



-Es él -dijo al mismo tiempo que presionaba el botón de colgar-. Me preguntó que si tardaría mucho en llegar.
-Te acompaño. Tomemos un taxi.


No pasó mucho tiempo para que abordaran un coche de alquiler en cuyo asiento trasero se prodigaron todos los besos anhelados que la situación les permitió. Él bajó dos cuadras antes -como siempre- y siguió al vehículo con la mirada hasta que éste se detuvo en la casa azul donde la esperaba el otro: el que todos conocían, el que no tenía que esconderse.



Ella volteó hacia donde se encontraba él y todavía se dio tiempo para soplar un beso desde su mano. Él lo recibió de pie junto a las vías, sacudió la cabeza en un gesto de desaprobación y preguntó en silencio ¿por qué lo haces?





domingo, 12 de mayo de 2013

No ella




-Que descanses mi amor...

Apenas terminó la frase se cubrió la boca con ambas manos y sintió el rubor incendiando sus mejillas. Afortunadamente estaba oscuro y no podía verse nada en la habitación. Solo un rayo de luna se colaba por entre las cortinas, justo al centro de la ventana y la única persona que podía haberla escuchado era él. Pero hacía más de 15 minutos que no pronunciaba palabra, así que seguramente ya estaba dormido.

Retiró las manos y suspiró aliviada. Que de sus labios saliera algo así era un signo de debilidad que no podía permitirse. No. Jamás. No ella, la que siempre dominaba sus emociones. No ella, la que siempre estaba en control. No ella, la fría, la insensible, la que no confiaba en nadie... Pero entonces ¿Cómo explicarse lo que acababa de suceder? Esa frase surgió sin pensarlo, mientras acariciaba el cabello negro y la oreja derecha de ese hombre recostado a su lado. La cabeza le dolía de tanto pensar en el mismo asunto. Incluso trató de convencerse a sí misma que todo había sido un sueño y que nunca lo dijo. Un largo historial de decepciones le había curtido el corazón y tiempo atrás decidió no confiar más, no querer más, no enamorarse jamás, pues sabía que el sentimiento la volvía vulnerable...

Él, envuelto entre la sábana y de espaldas a ella se limitó a sonreír. Tal vez algún día le contaría que no estaba dormido y que la había escuchado claramente. Esa ocasión y todas las demás...