sábado, 17 de enero de 2015

En reparación



Pues bien, por segunda vez desde el 2009 me toca a mí asumir el control momentáneo del blog, solamente para dar la siguiente información:

Es de las dos los tres lectores conocido el hecho de que El Borracho es un enfermo ha padecido de sus facultades mentales desde que nunca ha tenido  tiene uso de razón. Esto, aunado a una fuerte depresión (que yo atribuyo al día en que el zapping lo traicionó dejándole indefenso frente a un capítulo de la rosa de Guadalupe y un resumen con lo mejor del Teletón), lo mantiene fuera de combate y en estado catatónico y lo único que atinó a hacer durante la media hora que salió de su letargo, fue publicar el último post (el anterior a éste).

Sin embargo, los esfuerzos del médico brujo y el peyote medicinal que le está siendo suministrado al personaje arriba mencionado, parecen surtir efecto y la mejoría resulta evidente. Todo indica que pronto dejará de babear y el pañal para adultos ya no será necesario. 

Si evoluciona favorablemente,  estará en condiciones de escribir la próxima entrega el día primero de febrero.


Agradecemos las cartitas de todas y todos quienes se preocuparon. Reitero que, al igual que hace unos años, me toca tomar el control solo para manifestarles que pronto las cosas volverán a la anormalidad a la que los tiene acostumbrados aquél. Solo me queda pedirles que sigan pendientes  y como dice El Borracho cuando ya no sabe que escribir: ¡salud!



Este post es patrocinado por Tena (R).

domingo, 4 de enero de 2015

Tal vez...

Desde algún lugar del mundo, enero del 2015.



Tal vez se ha llegado el tiempo de comportarse de acuerdo a la norma, tal como lo hacen las personas cotidianas: de dormir temprano, de tener horas de sueño completas, de despertar sin sobresaltos, de prescindir de la cerveza barata de los bares y de las manchas de maquillaje en la solapa de mi saco...

Quizá es momento de sentar cabeza, de tener familia, automóvil y una tarjeta de crédito (todas esas cosas que corresponden a la gente de mi edad); despertar todos los días en la misma cama, recostado siempre junto a la misma mujer, de olvidarme de aventuras de nombres inventados que terminan al rayar la aurora...

¿Y si es verdad? ¿Y si tienen razón esas voces que me indican que debo dejar el idealismo a las generaciones más jóvenes, que ya no estoy para tales andanzas, que eso de luchar contra molinos de viento nunca ha sido para mí?

Tal vez sea tiempo de olvidar metáforas y asumir realidades; de olvidarme para siempre de jugar al escritor y dejar esto a los que realmente saben hacerlo; de aceptar que jamás seré un buen músico y convencerme de que no soy un artista ni el personaje invencible que intenté describir...

Tal vez ya es tiempo de escribir despedidas, de cerrar capítulos, de aceptarme como un elemento más en el sistema, de empezar a morir conscientemente, de enterrar en el pasado a la persona que estoy acostumbrado a ser y, sobre todo, de evitarle al mundo mis eternas e incómodas preguntas.

Quizá mañana cuando despierte, encuentre sobre mi mesa un sobre blanco, y dentro de éste una nota sin firma con la condena dictada sobre un papel sin membretes, indicándome: ya, es tiempo...

jueves, 1 de enero de 2015

Somos



La gente cuestiona, ¿cierto? Pero, ¿vale la pena responder?¿Tratar de explicar lo que jamás comprenderán?

¿Qué saben ellos: los lúcidos, los normales? Esos que critican y dan calificativos, ¿merecen respuestas?
Una cosa es cierta: lo nuestro puede ser tachado de todo, menos de ordinario.

Me pregunto si nosotros mismos, seremos capaces de describir lo que sentimos, lo que nos envuelve, el fuego que nos abrasa: esto que ni tú eres, ni yo soy, pero ambos somos.

Somos la noche de Samhain, a la puerta de mi casa, los más de 1200 kilómetros que nos separan, los 104 bocetos de tu desnudez que me observan en mi estudio.

Somos esta conversación, el código secreto que solamente tú y yo podríamos entender, los sonidos primitivos, los instintos básicos que han permanecido inalterados en las pieles y en los sentidos desde tiempos inmemoriales.

Somos la decisión de aislarnos del mundo cuando nos encontramos, de guardar lo que sentimos nada más para nosotros.
Somos tu piel desnuda, mi estertor en la madrugada, las pesadillas mutuas, el extraviarse en la desnudez del otro, el fuego que nos consume y que arde eternamente, como las brasas del infierno.

Somos tus amigas que me odian, las mías que no te soportan, los deseos que tu madre tiene de asesinarme. Somos el mismo fuego, nos inmolamos en la piel del otro, somos la respiración agitada antes del clímax y el desplome de los ídolos de piedra, la lluvia de cenizas, el renacer, el recomenzar: somos el ave fénix que emprende el vuelo batiendo las alas de tus labios en forma de corazón.

Somos los besos, el deseo, la lujuria... y tú gozas con ello, disfrutas ésta lascivia, la electricidad que eriza tu piel incluso antes de que mis dedos lleguen a tocarte.

Me acerco a ti lentamente y en silencio, como un felino que acecha a su presa. 

Somos amantes, lo saben nuestros cuerpos que contrastan sobre las sábanas. No deseamos compartirnos, nos pertenecemos de mil maneras, muchas de ellas dolorosas.

Somos lágrimas y sollozos, desprecio, hastío, pasión sin límite, lucha eterna, furia efímera.

Somos...