sábado, 16 de marzo de 2019

Luna






Las delicias recién descubiertas de una lengua que besa 
como si fuese un ser vivo
húmedo 
viscoso y palpitante
agazapado y monstruoso 
al fondo de la cavidad oral

Pide
        exige besos imaginarios
                                                besos tan falsos
como lo que ella cree que existe entre los dos
un relámpago de vida en su sencilla existencia 
de mujer y amante 
en un pueblo demasiado pequeño 
para su pasión y para su mala suerte

Imágenes en las paredes
ídolos de arcilla 
rostros famélicos iluminados con veladoras de siete pesos
la virgen de Guadalupe
la madre machista y sobre-protectora 
el novio con un hijo de otra relación
                                          y un espejo donde no quiere verse

Una mujer baila al ritmo de sus cicatrices sobre una caja musical
el nombre que acude a mis labios tiene un dulzor amargo
me evoca la salvaje masturbación de esta mañana fría
de besos que se mezclan con los nombres y con los sueños

Luna vuelve con más urgencia de caricias imaginarias
suplica lo más violento que hay en mí
finalmente comprendo lo que desea
                                                            palabras
la emoción de las palabras
sentir que hay palabras para ella

Tengo unas cuantas que me sobran

y yo quiero eso que ella me da
incluso antes de tocarla
Su desesperación me alimenta
                                                   y sus lágrimas también

sábado, 2 de marzo de 2019

Dioniso


El Dios del vino y de la locura mística



         Hace mucho tiempo, cuando los dioses aún caminaban por la tierra, Zeus –el poderoso Zeus–, se encontró con una hermosa mortal, proveniente de Tebas: la bella y rubia Sémele y se sintió atraído hacia ella de manera inmediata. Esto no era raro en el magnífico Dios, pues tenía una larga lista de conquistas en su haber: Metis, Temis, Eurinome, Deméter, Mnemosine, Leto, Dione, la náyade Maya, Alcmena y Danae. Sin embargo, había algo en esta mujer que atrajo al Dios a grado tal, que, en un arranque de pasión desmedida, le juró amor eterno en un paraje del río Estigia y realizó con sus perfumadas aguas una significativa y mágica ceremonia: escribió en la arena de la playa una declaración en la que decía que a partir de ese momento no existiría ninguna otra mujer para él y que siempre cumpliría todos sus deseos. 
Cuando Hera –que ya estaba cansada de las infidelidades de su marido, las cuales eran muchas– se enteró de aquello, urdió un plan para vengarse de la mortal que se atrevió a posar sus ojos en quien ya tenía dueña. Así que decidió transformarse –era una Diosa y podía hacerlo– en la aya de Sémele y tenderle una trampa.

         Imaginemos la escena.

–Oye, me enteré que traes un nuevo galán, ¿es eso cierto?
–Es verdad, pero es un secreto, ¿cómo es que te enteraste si yo no le he contado a nadie?
–Mañas que tiene una. Y ya que estamos en confianza, ¿por qué no me dices quién es?
–No, no puedo. Te lo dije, es un secreto.
–Claro que puedes, cuéntame, ¿sí?
–Está bien, pero solo porque se trata de ti, Beroe. Mi amante es nada menos que el mismísimo Zeus.
– ¡Mentirosa!
–¡Es la verdad!
–¿Quién te dijo que era Zeus?
–Él me lo dijo.
–Pero eso dicen todos los dioses cuando se quieren merendar a una palomita como tú, mi niña. Él no es Zeus.
–Claro que lo es.
–No estás segura. Pídele que te lo demuestre.
–¿Qué le digo?
–Que se manifieste en toda su potestad, que se muestre ante ti como es realmente.

         Y así lo hizo. El plan perfecto de la hermosa Hera dio resultado y Sémele pidió a Zeus que se mostrara tal cual era. El Dios, dudó mucho para complacerla, sin embargo Sémele –como saben hacer las mujeres– le recordó la promesa que se le había hecho junto al río Estigia y entonces no tuvo más remedio que aceptar. Una de las formas conocidas de Zeus es el fuego celeste y al mostrarse de esta forma carbonizó a Sémele, quien cayó muerta.

         Dos cosas se pueden apreciar: el grado de maldad calculada que puede alcanzar una mujer llena de celos y ansiosa de venganza y el poder de manipulación que tiene una mujer sobre un hombre (o Dios) con el que ha tenido sexo.

         En el vientre de Sémele se encontraba el pequeño Dioniso, fruto del amor (por llamarle de alguna manera) entre Sémele y Zeus. Éste último alcanzo a rescatarlo y con ayuda de Vulcano, logró insertarlo en su muslo izquierdo, para que ahí terminara la gestación. Cuando Dioniso nació (por segunda vez), fue entregado a Hermes y éste lo llevó con su tío, el Rey Atamante y su esposa Ino, donde fue vestido como niña para que Hera no lo descubriera. Esto no funcionó mucho tiempo. El propio Zeus convirtió al niño en cabrito para ocultarlo y en ese estado se lo entregó a unas ninfas para que lo criasen. Dioniso –siempre perseguido por Hera que insiste en matarle–, tiene que viajar mucho: es un dios viajero. Es alegre y festivo, aunque puede ser terrible. A menudo viaja en un carro tirado por leopardos, acompañado por un cortejo de Sátiros y Ménades. Es el dios de la viña, del vino, del éxtasis místico provocado por la embriaguez. Él es el encargado de transmitir a los hombres los conocimientos de la vid y la viña. Es un hacedor de locura, un hechicero, un animal suelto. Es por tanto, el único en el panteón griego que es un dios enloquecido, pero con una locura hasta cierto grado positiva, entusiasta; es un dios del frenesí, del entusiasmo que reanima los cuerpos.

         Esta parte del mito es la que más me gusta:

         Dioniso llega a Tebas y busca a las mujeres de la ciudad para que participen de sus fiestas llenas de pasión y de lujuria. Quien gobierna Tebas es Penteo, primo de Dioniso y su opuesto: Dioniso es errante, orgiástico y libre; Penteo está encerrado en la ética, el matrimonio y el sedentarismo, lo cual le genera un gran conflicto, por lo que decide perseguir al ejército de mujeres de Dioniso. Éste le confronta y le lleva al bosque, donde Penteo contempla a las mujeres tebanas en sus éxtasis Dionisiacos y sufre una visión terrible: su propia madre participa de aquellas ceremonias bacantes (oh sí, Baco es el equivalente romano del Dioniso griego).

         Ah, los griegos y sus historias llenas de sexo, traiciones, infidelidades, lujuria y excesos… Interesante, ¿no lo creen?


Si desean conocer un poco más acerca de esta historia y de su influencia en las artes, les recomiendo comenzar por consultar o buscar lo siguiente:

 El origen de la tragedia, Friedrich Nietzche. (Libro)
 Las Ménades, Julio Cortázar. (Libro)
 Los borrachos, Velázquez. (Pintura)
 La bacanal de los andrios, Tiziano. (Pintura)
 Baco, Jules Massenet. (Ópera)

¡Salud!