-¿Qué es lo que no te gusta de mi?
Las mujeres suelen ser así. Te disparan las preguntas sin miramientos, sin preámbulos y a quemarropa. A veces ni siquiera han saludado cuando ya te están ametrallando con cosas así.
-Contesta, ¿hay algo que no te guste de mi?
En una conversación normal, donde existe una comunicación y los interlocutores realmente intercambian información, uno está preparado para responder. Pero en esta situación, acorralante y unilateral, es difícil tener una reacción, especialmente a la velocidad que ellas lo desean.
-Este... yo...
-No sabes que decir. Me lo imaginaba.
Si tienes suerte, la dama en cuestión cambiará la expresión de su rostro por una de profunda tristeza, sin embargo, en el peor de los escenarios posibles, vendrá una cascada de sollozos y lágrimas seguida por un categórico:
-Tú no me quieres.
¿Qué se hace en estas situaciones? Yo normalmente repaso mentalmente la escena una y otra vez desde arriba, tratando de encontrar alguna falla en mis palabras [no dije nada], en mis actitudes [no hice nada] y hasta en mis pensamientos [ella no sabe en quién estaba pensando, porque al menos hasta ahora, no es telépata]. Conclusión: Está loca.
Así que lo más recomendable sería tratar de tranquilizarla.
Así que lo más recomendable sería tratar de tranquilizarla.
Es importante saber exactamente que palabras utilizar o podrías empeorar las cosas [Empeorar algo que no sabes en que momento comenzó, por cierto].
-Sí te quiero.
-No, no me quieres.
-¿Cómo lo sabes?
-Nunca lo dices.
-Puedo demostrártelo.
Palabras mágicas. Su interés despierta y vuelve su cara hacia ti buscando en tus ojos la confirmación de eso que acaba de escuchar. Se limpia lágrimas y mocos -en caso de haberlos- y pregunta, dulcificando la voz:
-¿Cómo...?
-Puedo escribirte una canción.
Esto de la canción es solo un ejemplo. También funcionan frases como abrazándote, dándote un beso, tratándote como la reina que eres y muchas más. Todo es cuestión de creatividad.
-¿Una canción? ¿Ahorita? ¿Así nada más?
-Sí.
Sus pupilas se dilatan en una clara expresión de alegría y placer. La curiosidad las traiciona y se sienten unas niñas chiquitas. Quieren saber más. Escuchar más. Es hora de hacer un trato.
-¿Si te demuestro que te puedo componer una canción justo ahora, dejas de llorar?
-Sí.
-¿Y dejarás de agobiarme con preguntas raras?
-Eso no lo puedo prometer... Soy mujer, ¿recuerdas?
En eso tiene razón. Ni modo.
-Está bien. Escucha con atención:
Me pregunto si sabrás del poder de tu mirada,
de la gracia de tu andar,
de lo mucho que me agradas...
Al terminar la canción su cara de incontrolable alegría debería ser muestra suficiente de que has salido avante de tan complicada empresa, como caballero de brillante armadura que regresa de su riesgosa campaña trayendo en sus alforjas la cabeza del dragón. Esa mirada garantiza que no habrá una escena como la descrita al menos durante dos semanas o hasta que vuelva a llegar Andrés. Lo que suceda primero.
Ah, mujeres... Locas o no, me encantan.
¡Salud!