jueves, 30 de junio de 2011

¿Será...?


Yo tampoco he dejado de pensarte. Tal vez porque te has atrevido a colarte entre mis sueños sin avisarme siquiera que vendrías.

Quizá por las tardes lluviosas que huelen a ti.

¿Será acaso que la golondrina que insiste en posarse frente a mi ventana tiene tu inicial marcada en el pecho?

Yo no sé lo que será...

Pero dice mi corazón que te verá mañana. Y yo le creo.

sábado, 18 de junio de 2011

A veces


A veces me gustaría tener sentimientos, que me importase lo que la gente dice, lo que la gente piensa.

Quisiera ser como ésos: los que ríen, los que lloran, los que sufren, los que no saben que hacer con todas las penas que los embargan. Tal vez para mí ya es muy tarde, pero no puedo evitar desear ser partícipe de ese tobogán de emociones que el día de hoy los tiene al tope de la euforia y mañana los sumirá en profunda depresión.

No dejo de pensar en la posibilidad... Tal vez si tuviera corazón, incluso dejaría de ser infiel.

A veces, sólo a veces, quisiera tener corazón...


domingo, 5 de junio de 2011

Minifalda roja


Son las 9 de la noche cuando doblo la esquina rumbo a su departamento. Comienzo a subir las escaleras de concreto y, antes de llegar a su puerta, la veo aparecer en el marco de la  misma. La bombilla eléctrica  queda a sus espaldas y, desde este ángulo, es imposible no mirar sus piernas.

Lleva puesta una minifalda roja. Los altos tacones hacen lucir sus estéticas pantorrillas y yo hago esfuerzos para que mi boca no permanezca abierta.


-¿Nos vamos?


Sonríe mientras toma mi brazo. Luce espectacular. La minifalda, el abrigo negro, la blusa de pronunciado escote y su sonrisa. Todo en perfecta armonía.

Pronto se suceden las bebidas y las canciones gritadas a todo pulmón en el bar a media luz. Las caricias detonan en irreprimibles besos. La noche,  de a poco, va elevando la temperatura. 

Reímos y bebemos. Brindamos por la suerte, esa misma suerte que nos hizo coincidir hace una semana.  El mismo día que decidimos volver a vernos y salir.

Ella muerde mi labio inferior. Sus besos saben a Vodka y jugo de uva. Yo deslizo mi mano por su espalda y aún más allá de los confines de su cintura, siempre por debajo del abrigo, mientras recuerdo que justo bajo esta farola, hace quince años, no nos atrevimos.

Hoy, recostado junto a ella, ebrio de cerveza y de placer, me convenzo una vez más de que nunca es tarde...