Empecemos por el principio. Me llamo Adán y soy el barman de este lugar. Ya sabes, soy el tipo que prepara las bebidas pero, más que eso, soy el testigo principal de las historias que todas las noches se mezclan entre humo de cigarro, alcohol y las notas de la banda que recién comenzó a tocar.
Es éste un lugar privilegiado, debo reconocer. Desde aquí, desde la barra, puedo observar todo tipo de personajes y dramas individuales. Hoy por cierto, me llama la atención lo que sucede en la tercera mesa a mi izquierda, justo al lado de la mesa de billar.
Es una pareja. Ella, morena, de labios gruesos. Lleva una blusa de hombros descubiertos color lila. Él, alto y delgado; usa una chamarra negra de piel. Los he observado desde que llegaron. Hace unos treinta minutos conversaban animadamente pero, en este momento, el semblante de ella ha cambiado. He visto tantas veces esa expresión, que he aprendido a identificarla. Es claro que han comenzado a discutir.
No solo ella tiene una actitud diferente. Hace un momento, él la observaba inclinado hacia delante, apoyando el mentón sobre los dedos entrelazados de sus manos. Ahora, se ha recargado en el respaldo de la silla de madera y, de vez en cuando, desvía la mirada, como evitando la conversación.
O tal vez, solamente se ha distraído con Brenda, la atractiva mesera encargada de esa sección.
El grupo hace una pausa después de tocar un cover de Guns N' Roses y es ahí donde escucho la frase que aviva mi curiosidad y me hace poner atención a lo que están diciendo.
-¿Qué puedo esperar de ti?
Él no responde, así que ella re-acomete.
-¿Quién eres realmente? Me parece que conozco un poco de ti, pero no lo suficiente... Hay muchas cosas que ignoro.
-¿Qué puedes esperar de mi? -Repite él. -De mi, puedes esperar traición, mentiras e infidelidad. Las mayores decepciones. Eso es lo que soy. Eso es lo que tengo. Y tú, ¿qué quieres de mí?
-Yo quería... Bueno... todavía...
-¿Qué cosa?
-Yo quiero ser tu novia...
El baterista da la entrada para la siguiente canción y suenan los primeros acordes en la guitarra y el sintetizador: África, un clásico ochentero. Debido a ésto, me es imposible seguir atendiendo a la conversación, pero alcanzo a ver que el tipo paga la cuenta y se despide de la chica con un beso en la mejilla. Ella permanece sentada en su lugar, observando largamente la copa de vino...
Yo... Yo sólo soy el barman. Testigo sin voz de las historias que todas las noches se entrelazan frente a mí. Lo que acaba de suceder no hace sino confirmar un hecho que ya sabía, que descubrí hace mucho tiempo:
Jamás entenderé a las mujeres...