sábado, 2 de junio de 2012

Muérdeme




Caminé un poco más aprisa para llegar a la esquina y poder comprobar que efectivamente, ésa era la calle correcta. Guardé el papelito en una bolsa del pantalón y miré el reloj por última vez: cinco minutos tarde.

El calor de medio día caía a plomo y causaba ese efecto reflejante del pavimento, que hace que la avenida parezca una alberca inmensa. Tuve que entrecerrar los ojos para poder leer la placa azul con letras blancas.

Ciento cuarenta y siete, dije para mí, al mismo tiempo que dirigía mis pasos a la casa marcada con ese número. Toqué el timbre y fue ella quien me abrió.

-Hola, pasa... ¿Te ofrezco algo de beber?
-Un vaso con agua está bien. Muero de sed.

Me trajo un vaso rebosante de agua fría, que le agradecí en el alma. Después comenzamos a charlar sobre cualquier cosa. La televisión estaba encendida y yo me distraía de cuando en cuando.

-Tengo sueño -dijo al fin.
-Debe ser el calor. Yo también me siento adormilado.
-Recuéstate conmigo, ¿sí?
-Mmm... No lo sé. ¿Que tal que me quedo dormido?
-¡Pues nos dormimos los dos!

Subimos a la recámara y nos quitamos los zapatos. Apenas había puesto la cabeza sobre la almohada, cuando se apoderó de mí ese sopor que me era tan familiar. Como tenía más de un año sin sentirlo, llegué a pensar que ya estaba curado. Tuve el impulso de decirle que era mejor que me retirara en ese momento.

-Abrázame... -Me pidió, con los ojos cerrados.

Yo lo hice y ella se puso cómoda entre mis brazos. Acercó su espalda a mi pecho y sentí mis latidos contra su cuerpo. Comencé a besar su cuello y su nuca, lo cual la hizo estremecer. Después de varios minutos, me di cuenta que debía detenerme.

-Creo que debería irme -sugerí.
-No... quédate, por favor.

Volví a sentirlo. Mi cuerpo se dividía en dos. Yo me quedaba dormido y emergía el otro...

-Muérdeme... -Escuché decir lejos de mí, hueco, como en un sueño.
-¿Qué dices?
-Eso, que me muerdas.
-No es correcto, puede ser peligroso para ti...  -Dijo alguien, mucho más alejado aún, quizá yo mismo...

Cayó un pesado muro de oscuridad, dejé de escuchar y de sentir y de respirar. Me volví a quedar dormido como las otras veces.

No sé cuánto tiempo pasaría, pero cuando desperté, nada quedaba de ella. La llamé varias veces, pero no me respondió. Busqué en toda la casa y aún en las calles cercanas, pero no obtuve ningún resultado. Volví a  la habitación y tampoco la encontré. Solo esa enorme mancha roja sobre la sábana. Entré al baño a mirarme al espejo y a mojarme la cara, enjuagué la sangre de mi boca y de mis manos y luego me fui de su casa, cerrando la puerta con mucho cuidado.

Han pasado años y yo no he vuelto a verla. No entiendo por qué, pero desapareció de la tierra. Me pregunto si lo que la molestó tanto como para alejarse de mí sin dar explicaciones fue, precisamente, que me haya quedado dormido...

8 comentarios:

  1. a veces también nos gusta sentir cosas extrañas o raras, si así lo quieren pensar, es placentero...

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  2. ¿Te la comiste? ¿no te causó indigestión?

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    Respuestas
    1. Me la comí (Bueno, el personaje de la historia)

      ¡Pero ella quiso ser mordida primero!

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    2. Borracho, BITE ME, FUCK ME, HURT ME, EAT ME.

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