-¿Me acompañas?
Dijo la voz, tierna y seductora, como en un susurro. Una voz femenina, cálida y dulce. Son las únicas voces que pueden provocar en mí esa sensación que asciende por la columna vertebral y desciende por los brazos, erizando, durante su eléctrico viaje, los vellos de los mismos.
Voltee. No había nadie. Me recargué con pereza en el barandal para seguir contemplando ese oscuro horizonte y perderme en mis pensamientos. El viento soplaba y se alcanzaban a ver, lejanas, las luces del muelle.
Sentí que mis ojos se cerraban. Tenía sueño. Aflojé el nudo
de la corbata y tragué saliva. La noche olía a la lluvia que, entre relámpagos,
se anunciaba del otro lado de la ciudad. Aspiré hondamente hasta inflar el
pecho. Necesitaba enderezar la espalda. Sentía como si hubiese estado cargando
un peso enorme y hacer ese movimiento hizo que mis vértebras encontraran
posición más adecuada, emitiendo leves chasquidos sucesivos. Una gruesa gota cayó en mi
mano, pero ya estaba demasiado distraído como para notarlo. Solo quería
dormir...
¿Me acompañas? -volví a escuchar- y como un autómata, dije sí...
Y siguiendo esa voz, me arrojé al vacío.
Entonces... ¿Me acompañas?
ResponderEliminar¿A none?
EliminarAL CINE OS CORRS...
ResponderEliminarOquéi. Siempre y cuando, no sea la de Titanic...
ResponderEliminary lanzando su humanidad abrazó a su nueva y eterna amada.
ResponderEliminarY fue hasta que el golpe en el concreto resultó inminente cuando se dio cuenta de que su abrazo, seguía vacío...
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