Hace unos meses fui a la ciudad de México por primera vez. Una amiga mía que vive en el norte del país había planeado un viaje con unos amigos y decidimos encontrarnos allá. Yo vivo en el sur.
Cómo he mencionado nunca había ido a la capital, y, menos solo. Pero el hambre de aventura pudo más, por lo que confíe en mi suerte y salí de Morelia en el autobús de las 11:59 del 27 de diciembre.
Allá todo fue genial. Paseamos, comimos, tomamos café, reímos... Y fuimos por unas cervezas.
Para las 5:30 de la tarde, seguiamos paseando por el Zócalo y caminando por la calle 5 de Mayo, hablando de no sé que tantas cosas. Pero la cerveza estaba haciendo efecto, y, llegando a la Alameda, tanto mi amiga como yo tuvimos cierta necesidad... ustedes saben: demasiado líquido en el sistema.
Pero en una ciudad enorme y desconocida, ¿Cómo encontrar un baño público "decente"? Decidimos entonces encaminar nuestros pasos hacia la torre latinoamericana y nos llamó la atención un letrero en cartulina fosforescente que decía: "BAÑOS LIMIPIOS E HIJIENICOS".
Sé que debía desconfiar de un letrero así, pero, ¿Qué quieren? Una vejiga a punto de desbordarse impide el claro razonamiento del individuo, ¿o no?
Más razones para no entrar ahí:
Entrando al edificio se percibía un extraño aroma que no podíamos situar. Mi amiga señaló un letrero y se echó a reir a carcajadas. Cine Porno. Películas XXX. -¡A dónde vinimos a caer!- Dijo.
¿Recuerdan el elevador de la película Titanic? Así era. De veras. Una puerta de rombitos que tenía que ser cerrada manualmente, con botones redondos en la pared... Y un operador.
Un viejito que, de ser otras las circunstancias, nos habría hecho correr del puro miedo...
Le preguntamos cuanto cobraban y respondió: "Diez pesos". Deseamos que los baños ofrecieran un mejor aspecto.
Subimos al elevador y rechinó la estructura. Me sentí en una película de terror. Y lo peor: ya me meaba...
Llegamos al segundo piso. El viejito señaló el corredor más oscuro que he visto en la vida -al menos a esa hora de la tarde- y dijo: "El baño está hasta el fondo".
Creo que mi amiga y yo tragamos saliva al mismo tiempo. Otra vez sentí que estabamos en una película, justo antes de que se aparezca el monstruo.
No quería separarme de ella. De hecho, tenía miedo de separarme de ella. Cada quien entró a su baño.
Estaba oscuro pero alcancé a ver en la pared un nudo de alambres y, por un momento, sentí alivio considerando la posibilidad de morir electrocutado en lugar de asesinado por un psicópata. Por fortuna la luz si servía y, mientras me ocupaba del sagrado, liberador y fino arte de mingir, iba pensando en que debo dejar de tomar... Por lo menos tanta cerveza.
Me lavé las manos y salí. Tuve que esperar un minuto o dos a que mi amiga saliera de la otra puerta.
Cuando estuvo fuera, nos miramos y, al mismo tiempo exclamamos: ¡Qué miedo!
Por lo menos tu baño tenía luz -me reclamó cuando le contaba del apagador-.
Caminábamos rápido por el pasillo. Lo que más deseábamos era salir pronto del edificio y, cuando estuvimos en la calle, los dos suspiramos de alivio al mismo tiempo.
A las dos horas ya no nos acordábamos del edificio del terror... Estábamos en un karaoke-bar, tomándonos unas chelas...
Lo malo de la cerveza es que te dan unas ganas de mear que...
Cómo he mencionado nunca había ido a la capital, y, menos solo. Pero el hambre de aventura pudo más, por lo que confíe en mi suerte y salí de Morelia en el autobús de las 11:59 del 27 de diciembre.
Allá todo fue genial. Paseamos, comimos, tomamos café, reímos... Y fuimos por unas cervezas.
Para las 5:30 de la tarde, seguiamos paseando por el Zócalo y caminando por la calle 5 de Mayo, hablando de no sé que tantas cosas. Pero la cerveza estaba haciendo efecto, y, llegando a la Alameda, tanto mi amiga como yo tuvimos cierta necesidad... ustedes saben: demasiado líquido en el sistema.
Pero en una ciudad enorme y desconocida, ¿Cómo encontrar un baño público "decente"? Decidimos entonces encaminar nuestros pasos hacia la torre latinoamericana y nos llamó la atención un letrero en cartulina fosforescente que decía: "BAÑOS LIMIPIOS E HIJIENICOS".
Sé que debía desconfiar de un letrero así, pero, ¿Qué quieren? Una vejiga a punto de desbordarse impide el claro razonamiento del individuo, ¿o no?
Más razones para no entrar ahí:
Entrando al edificio se percibía un extraño aroma que no podíamos situar. Mi amiga señaló un letrero y se echó a reir a carcajadas. Cine Porno. Películas XXX. -¡A dónde vinimos a caer!- Dijo.
¿Recuerdan el elevador de la película Titanic? Así era. De veras. Una puerta de rombitos que tenía que ser cerrada manualmente, con botones redondos en la pared... Y un operador.
Un viejito que, de ser otras las circunstancias, nos habría hecho correr del puro miedo...
Le preguntamos cuanto cobraban y respondió: "Diez pesos". Deseamos que los baños ofrecieran un mejor aspecto.
Subimos al elevador y rechinó la estructura. Me sentí en una película de terror. Y lo peor: ya me meaba...
Llegamos al segundo piso. El viejito señaló el corredor más oscuro que he visto en la vida -al menos a esa hora de la tarde- y dijo: "El baño está hasta el fondo".
Creo que mi amiga y yo tragamos saliva al mismo tiempo. Otra vez sentí que estabamos en una película, justo antes de que se aparezca el monstruo.
No quería separarme de ella. De hecho, tenía miedo de separarme de ella. Cada quien entró a su baño.
Estaba oscuro pero alcancé a ver en la pared un nudo de alambres y, por un momento, sentí alivio considerando la posibilidad de morir electrocutado en lugar de asesinado por un psicópata. Por fortuna la luz si servía y, mientras me ocupaba del sagrado, liberador y fino arte de mingir, iba pensando en que debo dejar de tomar... Por lo menos tanta cerveza.
Me lavé las manos y salí. Tuve que esperar un minuto o dos a que mi amiga saliera de la otra puerta.
Cuando estuvo fuera, nos miramos y, al mismo tiempo exclamamos: ¡Qué miedo!
Por lo menos tu baño tenía luz -me reclamó cuando le contaba del apagador-.
Caminábamos rápido por el pasillo. Lo que más deseábamos era salir pronto del edificio y, cuando estuvimos en la calle, los dos suspiramos de alivio al mismo tiempo.
A las dos horas ya no nos acordábamos del edificio del terror... Estábamos en un karaoke-bar, tomándonos unas chelas...
Lo malo de la cerveza es que te dan unas ganas de mear que...
jajajajaj tienes tanta razón!
ResponderEliminarY mira que tú y yo vaya que sabemos de eso...
ResponderEliminarMe gusta eso de que estamos de moda, buena frase, buenisima, de hecho...
jaja historia de wachos
ResponderEliminarjajajaja... buenisima la historia!!!
ResponderEliminarestá buena la historia, una gran aventura S.
ResponderEliminarFue muy divertido.
ResponderEliminarCabe mencionar que de ese viaje regresé con nuevos amigos, una bufanda nueva y un tatuaje en el hombro...