La noche es cálida y aún hay mucho movimiento en las calles de la ciudad. Hace un rato ya que se encendió el alumbrado público, de manera que es difícil no apreciar la belleza de ese rostro infantil de rasgos felinos.
El cabello castaño oscuro, marco perfecto para la blanca piel, que hace resaltar aún más los hermosos ojos color café.
Sin avisar, de improviso como es su costumbre, dispara la pregunta:
-¿Qué es más importante... querer o deber?
Hoy más que nunca, sus preguntas son importantes, pero él no puede evitar sentirse confundido respecto al sentido de la última...
-¿Te refieres a querer como amar o como desear?
-Como desear... Tener ganas.
Se despiden. Se han despedido durante dos horas. Pero se han extrañado demasiado como para dejarse tan pronto. Especialmente ahora que, definitivamente, no se verán más.
-Deduzco entonces que el deber al que te refieres es a una responsabilidad moral, ¿verdad?
-Así es.
Saber que hoy se alejan llena sus corazones de tristeza, pero justo en este momento desbordan alegría. Ninguno de los dos quiere pensar en la despedida.
Él ha amado esos ojos durante mucho tiempo, pero la circunstancia de esta noche, saber que se alejan como las golondrinas al emigrar, le hacen amarlos mucho más.
Los mira y los admira, una y otra vez. Pero debe responder...
-Normalmente te diría que lo más importante es el deber, las responsabilidades de uno... Pero en estos últimos meses ha cambiado un poco mi manera de pensar. Me he convencido que hay cosas, acciones, sensaciones que se deben vivir para no llegar al final del tiempo y decir: "Si yo hubiera..."
Ella no contesta. Sólo sonríe. Era justamente lo que esperaba oír, aunque él no lo sabe.
-¿Por qué me lo preguntas?
-Porque quiero besarte...
-Oh, ya veo. Y no debes.
-No. No debo. De hecho, le prometí a ya sabes quien que no te vería nunca más, que ni siquiera volveríamos a hablar...
Ahora es él quien sonríe.
También arde en deseos de besarle. Lo ha deseado desde que la vio llegar a la plaza enfundada en esos reveladores jeans a la cadera, la cabellera suelta y los rojos labios encendidos. Una Leo en toda la extensión de la palabra.
-¿Y qué piensas hacer?
-Besarte. Tú ya has roto demasiadas reglas por mi, incluidas las tuyas propias.
De todas las respuestas posibles, era esa precisamente la menos esperada. El corazón de él comenzó a latir con más fuerza y sintió sus ojos llenarse de lágrimas.
No temas mostrar tus sentimientos -dijo una vez su padre-, los hombres sí lloran...
Él había, sin duda, roto varias de sus propias reglas, por el simple hecho de vivir, de darse una oportunidad, de no dejar pasar de largo las cosas bellas que la vida pone frente a uno y ella, lo había reconocido abiertamente...
Lo reconoció frente a él, hoy, que deciden tomar caminos diferentes. Pero más vale tarde que nunca, ¿o no?
-Fui feliz rompiéndolas, pero nuestras circunstancias cambian ¿no es cierto?
-Si... Cambian.
Ella pasó sus brazos alrededor del cuello de él, se paró sobre las puntas de sus pies y beso suavemente los labios tantas noches añorados.
Se besaron largamente y sin prisa. Sin percatarse que poco a poco las calles quedaban vacías. Los ojos de ambos inundados de lágrimas que se rehusaban a correr por las mejillas.
-Adiós -dijo ella al fin- gracias por haberme amado así. Y por verme... cuando era invisible. Nunca te olvidaré.
Él no podía hablar. Dentro de su cabeza sonaban aún las palabras del viejo: Los hombres sí pueden llorar...
Y cuánta razón tenía.
Quizá te diga un día que dejé de quererte, aunque te siga deseando más allá de la muerte; quizá no comprendas en esta despedida, que, aunque el cariño que siento me une a ti, nos separa una vida.
ResponderEliminarMe voy, pues definitivamente contra ella no puedo luchar, quisiera que al partir mis labios no pronunciaran una sola palabra pero sé que no será así: te dejo pero junto a ti estará por siempre el amor y cariño que por ti yo siento.
Tu papá tenía razón “los hombres si saben llorar”, ojala esas lagrimas hubiesen sido para mí.
Te quiero, te amo, te necesito…..
Escuchar -o leer- algo así, es lo que provoca en alma, mente y corazón reconocer:
ResponderEliminarSoy un hombre afortunado... Demasiado.
Y algunas veces no basta con desear, porque la vida también puede ser un genio caprichoso que pretende engañar y distorcionar nuestros más fervientes deseos. Hombres y mujeres sabemos hacer agua de mar con los ojos, somos mares inmensos, ricos, hermosos, líquidos, pasionales, tormentosos, transparentes y azules. Es hermoso saber que alguien llora, en su dolor se acompaña del mar aunque no esté en ese lugar, porque tanto el mar como la luna, la noche, las estrellas, la lluvia y las nubes, saben sacar una sonrisa.
ResponderEliminarWOW...
ResponderEliminar"...pasionales, tormentosos, transparentes y azules."
Me encantó el comentario, Anita. Gracias.
Ah... despedidas...
ResponderEliminarUn abrazote mi Borracho!