sábado, 27 de noviembre de 2010

Infiel



Deslizo el pulgar sobre la tapa de la cajetilla de cartón. Tomo un cigarrillo entre los labios y hago girar el mecanismo del encendedor. El humo dibuja nuestras siluetas en la penumbra antes de desvanecerse sobre el cielo raso. La habitación huele a pizza, vino tinto y amores clandestinos.

Se abraza a mi. Siento el calor de su piel en mi costado. Veo sus hermosos ojos café y ella los entrecierra y sonríe.


-No deberíamos estar aquí.


Acerca a mi cuerpo su tibia desnudez mientras afirma:


-Lo sé. ¿Qué dijiste?
-¿A ella? Le dije que estaría en la oficina toda la tarde, trabajando en la planeación del próximo proyecto y que no contestaría llamadas.
-Muy bien.


Guarda silencio por un instante y con la sonrisa más pícara que yo le conozca, dice:


-Oye...
-Si, dime...
-¿Dónde aprendiste a ser infiel?
-Tradición familiar, supongo. En todas las generaciones, por parte de la familia de mi padre, siempre ha habido un infiel. Mi abuelo, mi tío, y ahora yo. Me tocó en suerte.
-Eres un cínico. Lo dices como si te enorgulleciera.


En este momento ya no sé si eso es bueno o malo. Aunque pensándolo bien, ahora que sujeto su cintura y beso una vez más los delgados labios, creo que no debe ser tan malo. No... No lo es.

Suena su celular. Por su mirada asustada, puedo adivinar quien es. Toma mi camisa de la silla y se la coloca encima en un solo movimiento.

Me pierdo en la contemplación de esa imagen: Ella alejándose de la cama con mi camisa sin abrochar. Puedo ver la delicada línea que dibuja sus senos a través del espejo que está en la esquina de la habitación. Me encantan sus bien torneadas piernas y mientras lo pienso, no dejo de preguntarme por qué a veces dice que está gorda.

Obviamente mi camisa le queda grande. Sale de la recámara. Se aleja de mí para contestar la llamada como si quisiera que yo no escuchara, lo cual resulta un tanto difícil en un departamento cerrado, donde solo estamos nosotros dos.

Qué piernas...

Yo escucho toda la conversación. Toda.


-Hola... Sí... Fui al centro... Con nadie... Sola ya te dije... Viendo unas blusas que me quiero comprar... No... Yo también... Ya te lo he dicho,  ¿para qué lo quieres escuchar? Sí... Yo también. Si, mucho.  ¡Claro que te lo digo!  Porque ya te lo he dicho... Sip... Tú también... Bye.


Voltea a verme y suspira aliviada, aunque no por mucho tiempo, pues ahora es mi teléfono el que suena. Número desconocido para mí, no lo tengo registrado. Le muestro la pantalla para que vea el número...


-Es él... -dice en voz baja.
-Ok.





Tendré que contestar o parecerá sospechoso.


-¿Bueno? ¿Quién habla? ¿Quién? ¡Hola Arturo! No te reconocí la voz,  ¿cómo estás? Bien también... ¿A quién? No, no la he visto. ¿Conmigo? No... En el despacho... Sí, claro... No hay problema... Sí... Bye.


Ella regresa bajo las sábanas. Ya era hora, me estaba dando frío.


-¿Por qué le diste mi número? -Le reclamo. Tengo que hacerlo.



-Yo no fui. Él debe haberlo buscado en mi celular. Tal vez sospecha algo.
-¿Tal vez? No. Realmente sospecha algo. Aunque con lo que le dijiste tú y mi descarada serenidad al contestarle, creo que las aguas volverán a su cauce...


La adrenalina baja y el ritmo cardiaco vuelve a sus niveles normales en su pecho y en el mío. Lo puedo sentir ahora que estamos abrazados otra vez.


-¿A qué hora te quitaste mi camisa?
-Hace rato... Podría arrugarse.
-Oye...
-¿Qué sucede?
-Ya ti... ¿quién te enseñó a mentir de esa manera?
-Fuiste tú... Lo aprendí de ti.





sábado, 20 de noviembre de 2010

No entiendo



-No entiendo...
-¿Qué es lo que no entiendes?
-Tu lógica de mujer.


Ella levanta una ceja divinamente para después dejar caer la pregunta como si fuera un pañuelo...


-¿Por qué lo dices?
-Estoy tratando de darle sentido práctico a lo que acabas de comentar. ¿Dices que si algo se vuelve común entre la gente, deja de gustarte?


Corrige la postura y toma la actitud de un filósofo a punto de dar una lección. Desliza el pulgar desde la frente y hacia la oreja derecha para quitar el cabello de su cara en un gesto absolutamente femenino mientras me ve fijamente.


-Así es.
-Si una canción nueva te gusta y luego se vuelve favorita de todos, ¿entonces la repudias?
-Básicamente -dice sonriendo.
-Pues no puedo estar de acuerdo contigo.


La sonrisa desaparece. Acabo de provocar su curiosidad, lo sé. Lo leo claramente en el fondo de sus ojos grises.


-¿Por qué no?
-Porque no es aplicable. Al menos yo no podría hacerlo. Es como dejar de escuchar a José José sólo porque todos lo hacen...
-Pero...


Quiere replicar, pero no la dejo. La interrumpo deliberadamente mientras echo los hombros hacia adelante y apoyo los codos sobre la mesa. Junto las puntas de los dedos y digo:


-O los chocolates... Yo no dejaría los chocolates...
-Sí, pero...
-¡Imagina que dejara de tomar cerveza sólo porque los demás lo hacen!


Hace un ademán de desesperación al tiempo que entrecierra los ojos. Me divierte hacerla enojar. Mucho.


-Ash... Tú no me entiendes...


Sonrío mientras pienso en lo que haré. La molestaré un poco más y luego tomaré su mano entre las mías, mientras me acerco a probar la miel de sus labios. Pero antes...


-Precisamente. Eso fue lo que dije...


Que lindas se ven cuando se enojan, ¿no creen?





¡Salud!

domingo, 14 de noviembre de 2010

Las mujeres





El sol que entra por mi ventana golpea de lleno en mi rostro mientras yo aprieto los párpados decidido a no abrir los ojos. Tomo el cobertor y lo jalo con coraje hacia mi cara para protegerme del astro rey. Aún no quiero despertar.

Es muy tarde, lo sé. Alcanzo a escuchar la agitación de la ciudad, el tráfico, el tren pasando a lo lejos. En la casa de al lado los vecinos gritan ¡gol! Yo ni siquiera recuerdo quien juega hoy.

Aquí, debajo de las cobijas, percibo en mi piel un aroma que me remonta a ella: Su maquillaje...


-Ángelfeis... -digo sonriendo mientras trato de abrir los ojos.


Aspiro profundamente recordando el sabor de sus besos, el aroma de sus hombros y el enigmático color aceituna de sus ojos. Veo una vez más mi reflejo en el espejo obsidiana de sus mirada y acaricio la suave noche de su cabello lacio que  inundó la almohada con su cascada de oscuridad. Beso los rizos rubios y cierro sus ojos con el pulgar de mi mano derecha, mientras le digo...


-Apaga el cielo de tus ojos por un momento, o podría ahogarme en ese manto azul...


Ah... Que hermosos recuerdos. Lo dicho: me encantan las mujeres. Amo sus ojos, los besables cuellos, las actitudes de niña, las feroces transiciones entre estados de ánimo y a veces, hasta los celos infundados...


Me levanto y me miro al espejo. Soy sólo un despojo de mi mismo: despeinado, con resaca, desvelado... Eso por fuera. Por dentro sé que soy un hombre afortunado, me lo recuerda la vida todos los días y cuando creo que lo he olvidado, surge alguna voz del pasado que  dice: te amé, te amo, te amamos... ¿Alguien conoce mayor bendición que saberse amado al menos durante unos pocos minutos?

Si alguien desconoce esa sensación, lo invito a descubrirla...

Ya con la taza de café en la mano, enciendo el aparato de sonido, tomo un disco al azar y presiono el botón de play. Bebo el primer sorbo y alguien concuerda con mis conceptos acerca de las mujeres. Me lo hace saber a través del altoparlante:


"Las mujeres son leales, amistosas, cariñosas, honestas y fieles... Simpáticas, inteligentes, honestas, creativas, detallistas... Fuertes, tiernas, sensuales, comprensivas, ardientes, dulces, trabajadoras, valientes, tenaces, seguras de si mismas... ¡entronas!

Son todo esto y mil cosas mas, pero... *



¿alguien quiere terminar la frase?


¡Salud!


*Canción: To all the girls I fuck before. Autor: Armando Palomas. Álbum: Que se muera el rock [2006]



sábado, 6 de noviembre de 2010

¿Dónde estás corazón?



Parece que no soy el único.

Resulta que durante la pasada semana tuve un ataque de nostalgia y vinieron a mi mente algunas canciones que marcaron mi etapa de Escuelante (dícese de las personas que van a la escuela, pero no estudian, ya que a éstos últimos se les conoce con el nombre de  Estudiantes).

Varias de esas rolas se anidaron en mi memoria por la excesiva repetición de esos temas en la radio, saturando mi existencia de las mismas melodías una y otra vez, otras por la influencia de alguna fémina de ondeante figura que marcó mi gusto musical con sus propias preferencias y mi piel con ardientes besos... Ah que bonitos recuerdos.

Estaba pues, buscando la canción que más veces he escuchado ser programada en una estación de  radio en un lapso de cuatro horas, una canción que en cualquier otra circunstancia hubiese terminado odiando, pero que disfruto sobremanera incluso en estos días.


Abrí una nueva pestaña del explorador y escribí en la página del YouTube lo siguiente: Shakira, ¿dónde estás corazón?

Buenísima. Y la canción también.

Contemplé extasiado la negra cabellera y los ojos almendrados...

Shakira me gusta y para nadie es un secreto. Me ha gustado desde que la escuché por primera vez. La potencia de su voz es algo que me parece hipnotizante, incluso más que esas caderas que no saben mentir.

Sin embargo ni siquiera Shakira es perfecta, al menos ya no. No sabría decirles por qué, pero no termina de agradarme su aspecto actual. Yo la prefería con más carnita y con el cabello oscuro, aún pelirrojo como en el disco Unplujed.

Ya he mencionado en algún otro Post que la estética actual influenciada por los cánones que dictan las modas gringas,  donde las chicas deben ser flaquitas en extremo, no me convence del todo. La carnita donde debe estar. Eso pienso yo.

Shakira sigue siendo hermosa, sus facciones no han cambiado, pero ahora parece una Barbie y las Barbies no son de mi agrado.

Yo no niego mi gusto por la mujer latina, ojos y cabello oscuros. Piel morena, piel de bronce... No todos las prefieren rubias. Es más, las güeras me cansaron, me agobiaron, me tienen hasta la M... Ahora ni siquiera mi cerveza la pido clara: me declaro amante de las morenas. 

Por ociocidad bajé un poco la pantalla para ver los comentarios del video y resulta que no soy el único que prefiere la apariencia de la Shakira de los 90's más que la imagen de muñequita agringada por la que me la cambiaron. De su música no me quejo, aunque  debo aceptar que yo también, al igual que muchos, prefiero canciones como Tú, Inevitable, Sombra de ti, Ciega Sordomuda y Ojos así...

Oh, casi lo olvido, hace ya varios años tenía yo una novia cuya mejor amiga era el vivo retrato de Shakira: una sexy chaparrita que se pintaba el cabello de rojo y que literalmente, me hacía babear. A escondidas, claro. No se lo cuenten a mi ex.

Me gustaría encontrar a esa chica una vez más, la amiga de ella, contactarla de nuevo, invitarle una cerveza, decirle lo que nunca me atreví... Si alguien la conoce, por favor, díganle que la busco...


-Abril... ¿Dónde estás, corazón?




¡Salud!