Martes. He dormido casi toda la tarde. Quizá
la medicina para la gripe tenga algo que ver con eso. Llevo varios días sin
beber, así que no puedo culpar al alcohol en esta ocasión. Memorias que creía
olvidadas me toman por asalto: el taller de rectificación de motores donde pasé
los veranos de mi época de bachiller. Ahí leí varios de los libros más
interesantes de mi juventud, entre olores de gasolina, grasa de motor y sosa
cáustica. En ese librero de madera pintado de amarillo encontré el Drácula de Bram Stoker, Los Hornos de Hitler, El Kraken, Los niños del Brasil, El
Imperio contraataca, Sybil y
otros más. Mi padre había solicitado a la dueña del taller su permiso para
montar una pequeña biblioteca. La señora Abraham no solo accedió, sino que
mandó colocar el librero y donó los primeros volúmenes de la incipiente
colección. Oro molido para un adolescente encerrado en esa bóveda que seguía
siendo oscura, a pesar de las barras fluorescentes que pendían a varios metros
del suelo. El lugar estaba lleno de tesoros para el que estuviese decidido a
encontrarlos (y yo tenía dos horas de libre exploración todos los días, cuando
los trabajadores del taller —excepto mi padre— salían a comer a sus casas).
Cada área en que se dividía el taller, contaba con un tosco baúl metálico que
hacía las veces de pequeño almacén, armario, refrigerador y altar para alguna
figurilla de la virgen de Guadalupe, iluminada por un foquito rojo de15 watts.
Las revistas ocultas en esos baúles ya lucían viejas y gastadas cuando yo las
encontré. Ahí se escondía la otra literatura, la de barriada: revistas de
segunda o tercera mano, el porno de los pobres. Me gustaban las modelos
envueltas en telas vaporosas, camisones transparentes, luciendo sus baby doll
rematados en encajes, pero lo que más me gustaba de esas revistas, eran los
cuentos. Han pasado tantos años que ya
no recuerdo el título del texto ni el autor, pero era mexicano, sin duda. Tenía
mucho del estilo de José Agustín o quizá Óscar de la Borbolla, a los que luego
re-encontré en una antología de cuentos que aún sobrevive en casa de mi madre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario