-No puedo odiarla... No puedo.
Era lo que la voz en la cabeza de Omar repetía a cada momento. Y es que, ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo poder odiar a alguien a quien se ama de manera tan desesperada?
-A nadie he amado como a ti- le dijo. Y se llenaron de lágrimas sus ojos.
Le dolía el cuello.
Aspiró el dulce olor del perfume de Nayeli. Era algo que debía conservar, sobre todo ahora, que, definitivamente, no la vería más. Admiró las finas facciones y los hermosos senos desnudos. Los grandes ojos. Notó como una gota de su sudor caía sobre el cuello moreno. Sintió calambres en los dedos de las manos...
-Creo que jamás podría odiarte. No te odié siquiera cuando te vi del brazo del otro. De los otros. Al fin y al cabo siempre nos teníamos uno al otro. Y nuestra pasión. Teníamos nuestros secretos. Teníamos este cuarto de hotel. ¿Recuerdas cuántas veces hemos hecho el amor aquí? ¿Sobre esta misma cama?
Ella no respondió. Omar vio una lágrima propia caer sobre la mejilla de su amada. Ni un ruido. Sólo su propia respiración agitada. El cansancio tal vez...
-Tampoco te odié cuando me dejabas plantado, ni cuando tus caprichos me hacían llorar mi rabia en silencio. Y es que el amor es capaz de hacernos tolerar tantas cosas...
El dolor llegó a sus brazos. Mismos que había ejercitado a petición de Nayeli. Ella quería un hombre fuerte, musculoso. Y él cumplió.
El espejo del cuarto proyectó su reflejo. Vio dos cuerpos desnudos. Él encima de ella, con sus manos atenazando su cuello. No recordaba cuanto tiempo llevaba así. ¿Diez? ¿Quince? ¿Cuarenta minutos? Lo cierto es que ella tenía ya mas de diez sin respirar. El dolor en el cuello ya era insoportable, después de tanto tiempo en la misma posición.
-¿Sabes? Soporté mucho. Soporté todo. Pero nunca he podido aguantar la idea de que te revolcabas con otro, en esta misma habitación, aún teniendo una relación conmigo. Eso me hizo creer que te odiaba.
Poco a poco fue aflojando los dedos. La marca quedó visible en el cuello que él había besado tantas veces antes. Incluso ese mismo día. Giró la cabeza y sintió el crujir de sus vértebras al reacomodarse después de estar tanto tiempo inmóvil...
Se vistió sin prisa. Y, antes de irse, la besó una vez más... Los labios, hacía una hora, ardientes. Ahora fríos.
-Creo que jamás podría odiarte. No te odié siquiera cuando te vi del brazo del otro. De los otros. Al fin y al cabo siempre nos teníamos uno al otro. Y nuestra pasión. Teníamos nuestros secretos. Teníamos este cuarto de hotel. ¿Recuerdas cuántas veces hemos hecho el amor aquí? ¿Sobre esta misma cama?
Ella no respondió. Omar vio una lágrima propia caer sobre la mejilla de su amada. Ni un ruido. Sólo su propia respiración agitada. El cansancio tal vez...
-Tampoco te odié cuando me dejabas plantado, ni cuando tus caprichos me hacían llorar mi rabia en silencio. Y es que el amor es capaz de hacernos tolerar tantas cosas...
El dolor llegó a sus brazos. Mismos que había ejercitado a petición de Nayeli. Ella quería un hombre fuerte, musculoso. Y él cumplió.
El espejo del cuarto proyectó su reflejo. Vio dos cuerpos desnudos. Él encima de ella, con sus manos atenazando su cuello. No recordaba cuanto tiempo llevaba así. ¿Diez? ¿Quince? ¿Cuarenta minutos? Lo cierto es que ella tenía ya mas de diez sin respirar. El dolor en el cuello ya era insoportable, después de tanto tiempo en la misma posición.
-¿Sabes? Soporté mucho. Soporté todo. Pero nunca he podido aguantar la idea de que te revolcabas con otro, en esta misma habitación, aún teniendo una relación conmigo. Eso me hizo creer que te odiaba.
Poco a poco fue aflojando los dedos. La marca quedó visible en el cuello que él había besado tantas veces antes. Incluso ese mismo día. Giró la cabeza y sintió el crujir de sus vértebras al reacomodarse después de estar tanto tiempo inmóvil...
Se vistió sin prisa. Y, antes de irse, la besó una vez más... Los labios, hacía una hora, ardientes. Ahora fríos.
Sonrió.
-No puedo odiarte. Nunca lo haré.
Al salir del hotel, la mirada perdida y errático el paso, sólo una cosa se repetía una y otra vez en su cerebro:
-No puedo odiarla... No puedo.
-No puedo odiarte. Nunca lo haré.
Al salir del hotel, la mirada perdida y errático el paso, sólo una cosa se repetía una y otra vez en su cerebro:
-No puedo odiarla... No puedo.
SIMPLEMENTE HERMOSO. No dejas de sorprenderme con tus maravillosos escritos =D. Gracias por ellos. Tu historia me hizo sentir como si estuviera ahí (je! no comments).
ResponderEliminar"¿Cómo poder odiar a alguien a quien se ama de manera tan desesperada?" Lo mismo me pregunto yo, recuerdas aquel ejemplo del helado y la sensibilidad dental? creo que es algo parecido.
Siempre me haces pensar mucho... ¬¬
En fin, Sigue así.
Un beso <3
m
Muchas gracias por tu comentario! :D
ResponderEliminarNo sé si sea buena o mala noticia que lo que escribo te haga pensar... recuerdo que una vez me dijiste que yo "pienso demasiado"
En fin, nos vemos pronto... ;)
Thumbs up my favorite drunk!
ResponderEliminarCuando no se puede odiar, pues no se puede odiar!
Me recordó una canción, "I used to love her" (but I had to kill her...) de Gun's and roses!
Lo único que no me gustó fue le nombre de "Nayeli" suena re feo!
Mi querida florecita, ya lo sé que el nombre suena bastante naco, jejeje, pero no podía ser otro, creéme.
ResponderEliminarQue bueno que te gustó ;)
oh si! lo olvidé...
ResponderEliminarEn qué pensabas mientras lo escribías?
me gustaría saber ^^
[la parte del reflejo de ambos en el espejo me recordó algo ;) jiji ]
m
Pensaba en como reaccionamos las personas a las traiciones, en lo perturbada que puede estar una persona para no darse cuenta de lo que está haciendo...
ResponderEliminarLa parte en que se descubre en el espejo es su oportunidad para volver a la realidad, como saltando por una ventana, pero lo perdimos...
Creo que conozco al tipo :S
Tengo miedo, jejejeje :P
ouch!!!! eso debió de doler...en fin llegaron juntos al final...de la charla
ResponderEliminar¡Exacto Gabino!
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