Fuego, pasión, guerra, vida, furia, Marte, sexo, sangre, lujuria, agresividad, fuerza y violencia son algunos de los conceptos que vienen a mi mente cuando pienso en el color rojo. Al menos, eso es lo que hubiera sucedido cualquier otro día. Hoy solo puedo pensar en ella.
Llego a su oficina 5 minutos antes de la hora de salida, así que tendré que esperar. Me ofrece una silla mientras tanto.
Aquí estoy yo, sentado frente a la morena de cabellos ondulados, siendo testigo de la habilidad con que escribe en el teclado de la computadora algún informe de último momento. Estoy seguro que siente la intensidad de mi mirada, pues sonríe y, acto seguido, se justifica ampliando aún más esa bonita sonrisa:
-Ya voy eh... Solamente envío este documento y listo.
-No te preocupes -respondo yo sin dejar de mirarla.
Hace poco que nos conocemos. Es decir, hace poco tiempo que busqué la oportunidad de conocerla a través de un amigo. Me llamó la atención desde la primera vez que la vi, por más trillado que ésto suene. Nos presentaron, le invité un café y aceptó. Notamos la buena química entre nosotros desde entonces y volvimos a salir un par de veces más, pero hoy, particularmente hoy, sentado frente a ella, no puedo negar que me encantaría probar el sabor del Red Salsa que define sus labios y combina con su blusa , roja también. Lleva encima de ésta una chamarrita de mezclilla en azul marino, que contrasta maravillosamente.
Las mujeres, de acuerdo a mi experiencia, son las dueñas del mundo. Ellas lo controlan todo, por más que los hombres tratemos de alegar lo contrario. Mucho de su poder radica en el hecho de que son conscientes de su atractivo, saben cómo explotarlo y nosotros no podemos vivir sin ellas. Una cosa más: les encanta sentirse bellas, más específicamente, que las notemos bellas...
-¡Listo! -Dice al fin. -Podemos irnos.
Se pone de pie y yo hago lo mismo. Termina de guardar algunas carpetas en los cajones de su escritorio y apaga la computadora. Revisa que no haya dejado nada mal colocado y me da un beso en la mejilla, a manera de saludo.
-Disculpa. Tenía que dejar terminado ésto.
-No hay problema, chiquilla. Además, apenas son las tres.
Abre los ojos un poco más, como si hubiese recordado algo. Tiene en su mirada ese brillo que hace destellar las caras de los niños justo antes de una travesura... Algo trama.
-¿Te gusta mi blusa nueva? -Dice al fin.
-El color me encanta. El rojo es uno de mis colores favoritos -le respondo yo.
-A mi me gusta más el diseño de la parte de atrás, mira...
Me da la espalda y, con su mano derecha, levanta la chamarra de mezclilla para que yo pueda ver de qué me está hablando. Toda la parte posterior de la blusa que tiene puesta es de encaje, lo cual me toma por sorpresa, no me esperaba esa visión. Sin embargo, dada la inclinación de mi mirada y los adornos brillantes de bisutería que tienen las bolsas de su pantalón, mis ojos se detienen a la altura de sus nalgas perfectas.
Me llama particularmente la atención la definida curva que trazan su cintura y sus caderas. Coloco el índice de mi mano derecha en una de las secciones en donde el encaje es tan delgado que permite ver con claridad la sensual estructura de su espalda y ella no puede evitar un estremecimiento. Me doy cuenta que, a través de una de esas transparencias, es posible ver el hilo de su tanga, roja también.
Me excita su presencia, estar cerca de ella. Aspirar el perfume del cabello negro que sostiene con su otra mano. Me imagino besando esa espalda, dejando caer gotas de vino tinto en su columna vertebral para luego trazar los mismos senderos con mi lengua. Quisiera explorar ese mapa desconocido que es su cuerpo con todos mis sentidos: con las manos, con los dedos, con los labios. Quitarle la ropa aquí mismo, arrancar esa tanga con mis dientes, besar sus muslos, mojarme en la tibieza de su miel... Abandonarme a la pasión que provoca en mí, a éste deseo, dejarme llevar por el instinto y...
-¿Y bien? ¿Te gusta o no?
Su voz me saca del trance, de manera tan abrupta, que estoy a punto de tropezar.
-¿Gustarme? ¡Me encanta! Te ves espectacular...
Sonríe con esos sensuales labios rojos, me toma del brazo y apoya su cabeza en mi hombro, sin darse cuenta (la verdad es que lo sabe, es consciente de ello, y yo sé que lo sabe) de como aumentan mis latidos cuando lo hace. Finalmente me pregunta:
-¿A dónde me vas a llevar?
-A donde quieras preciosa... A donde tú quieras.
Me gustó el párrafo que dice "Las mujeres, de acuerdo a mi experiencia..." tienes toda la razón!
ResponderEliminarRed salsa jajaja felicitaciones una vez más!
=) kika
¿Verdad que sí?
EliminarMuchas gracias, kika.