Todavía cuando la dejó en el
edificio “B” de aquella unidad habitacional no llovía, sin embargo algunos
relámpagos los iluminaban mientras iban en camino, ya ni siquiera la acompañó a
su departamento en el último piso, estaba cansado, se despidió de ella - esta
vez para siempre-, quiso darle un tonto
beso en los labios que ella alejó al momento con un casi inaudible “no”, quiso
tomar sus manos entre las suyas y no fue posible.
Se fue de allí sin voltear, no
fuera a ser que se convirtiera en estatua de sal, no ella sino él, ella ahora
no importaba ya.
Estaba a kilómetros de su casa,
era tarde y no tenía dinero para el taxi, lo había gastado todo en la cena con
ella ¿Y para qué?
Comenzó a llover, no tenía
impermeable, no tenía paraguas, pero a pesar de su tristeza la lluvia lo
alegraba.
Un vago se le acercó a pedirle un
peso, se buscó en el bolsillo y se dio cuenta que era lo único que traía, se lo
dio al vago y éste le sonrió con los dos únicos dientes amarillos y horribles
que conservaba, pensó que de alguna manera ambos se habían dado lo único que
tenían, cuando volvió a ver al vago había desaparecido en la oscuridad de la
noche.
Luego de algunas horas llegó a su
casa, estaba mojado y frío, la tristeza le volvió de nuevo, entre más cálido el
momento mayor era la tristeza y no supo por qué.
Encendió la radio y una canción
le llamó la atención, pero sobre todo en la parte que dice:
“Toma este puñal, ábreme las venas,
Quiero desangrarme hasta que me muera,
No quiero la vida si he de verte ajena,
Pues sin tu cariño no vale la pena”.
Entonces tuvo una reflexión que
ni el más picudo filósofo se hubiera imaginado
“¿Y si me hago una chaqueta? “.
Después vino a su mente todo
aquello que le habían dicho acerca que jaloneársela estaba mal, que le iba a
salir un pelo en la mano, que se iba a ir al infierno, que se iba a quedar
chaparro, ciego, sordo, mudo, en fin; sacó una porno de los ochentas porque
estaba convencido que las vaginas con pelos son las más realistas y la miró
completa pero no se masturbó, que fuera cierto o no, esas cosas tienen mucho
sentido, al terminar la película se quedó dormido.
El sol de domingo lo despertó y
se acordó de la mujer aquella, tomó el teléfono y llamó a sus amigos para que
lo invitaran a comer birria en el mercado y así fue, todos se cooperaron para
alivianar a su amigo y hacerle más llevadera su pérdida, charlaron, bebieron y
se rieron de la señora de las tortillas porque estaba bizquita.
Al final del día entendió varias
cosas: Que siempre habrá alguien que te dé lo único que tiene, que tus
verdaderos amigos se cooperarán para ayudarte , que eran mejor las porno de los
ochentas y que siempre la vida valdrá la pena.
Y bueno… Tal vez se pregunten. ¿Y
qué pasó con la chica?
Temo que no le fue muy bien,
según he sabido yo(a él ya no le importó saber nada de ella), vive con un gordo
policía corrupto que le pone una paliza todos los viernes por la noche delante
de sus amigos gordos policías corruptos.
Melancólico, que triste, pero bueno, así es la vida y como dice Augusto, vale la pena, sí que sí.
ResponderEliminarClaudia
lo de quedarse ciego es un mito... pero por las dudas decidí dejarlo en cuanto empecé a usar gafas.
ResponderEliminarMe parece una muy buena decisión. Al parecer mi amigo el del cuento está por perder la visión del ojo derecho y ha decidido cambiar de mano.
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