-¿Cuáles? -Dijo Carlos haciéndose el desentendido y esperando que no se tratara de lo que él estaba pensando.
-Eso que tienes debajo de la cama -dijo su abuelo- me ha dado tremendo susto...
La respuesta de su abuelo casi le hace estallar en carcajadas. Seguramente estaba buscando el taladro que tenía guardado en su habitación. Logró controlarse para calmar un poco a su mamá y mentirle diciendo que él había pedido que le regalaran el cráneo. Años de decir mentiras le ayudaron en su cometido y le creyeron.
-¿Sabes la cantidad de enfermedades que puedes traer con esa cosa? -Preguntó ella, frunciendo el seño.
Carlos tenía que contraatacar rapidamente o habría perdido la partida. Pero perder no estaba en sus planes.
-Oye madre, y si lo limpio muy bien, ¿me lo puedo quedar?
Su mamá no vio venir esa respuesta y tartamudeó un poco al contestar:
-¿Eh?... Este... Supongo que sí.
Asunto arreglado. Carlos dedicó el resto de la tarde a limpiar la tierra que el cráneo tenía en las cuencas vacías, en la fosa nasal, entre los dientes. Lo hirvio después con un poco de cal. El hecho es que, al terminar, se veía reluciente. Igual al que tenía en el consultorio el doctor que le atendiera de niño la bronquitis crónica.
Lo contemplaba todas las noches, antes de irse a dormir. Lo encontraba absolutamente hermoso. Tanto, que llegó a la conclusión de que el cráneo había pertenecido en vida a una una mujer. Él no sabía de anatomía ni de estructuras óseas o de ciencias forenses, pero la simetría de aquella pieza le hacía pensar en una hermosa chica adolescente... Rubia, sí. Ojos cafés, seguro.
Un día entre sueños, le pareció escuchar una melodiosa voz que le hablaba al oído:
-Rebecca, me llamo Rebecca...
Al despertar, estaba seguro que era el espíritu del cráneo el que se le había revelado en sueños y se convenció de algo que ya sospechaba: aquél hermoso cráneo había pertenecido una mujer. Y ahora tenía un nombre por el cual llamarle.
-Rebecca, me llamo Rebecca...
Al despertar, estaba seguro que era el espíritu del cráneo el que se le había revelado en sueños y se convenció de algo que ya sospechaba: aquél hermoso cráneo había pertenecido una mujer. Y ahora tenía un nombre por el cual llamarle.
-Rebecca... Mi hermosa Rebeca -le decía todas las noches al llegar a casa y aún en el silencio, pareciera que mantenían una conversación, que llegaban al entendimiento, que Carlos escuchaba claramente la voz de la adolescente muerta...
Continuará... mañana.
jajaja ok esto me recuerda esa película de Macedonia, que no recuerdo como se llama...
ResponderEliminaren fin, recuerdas que al final la morida le jala las piernas al individuo porque estaba enamorada de él?
Sip. Si mal no recuerdo, la traducción al español fue "Entre los muertos"
ResponderEliminarLas moridas son muy enamoradizas en estos días...