domingo, 22 de diciembre de 2013

Just Do It



He vuelto al gimnasio después de varios meses de holgazanería pero eso sí, con la determinación bien alimentada. Aún aquí soy un solitario y un antisocial, por lo mismo no encuentro mucha gente a la cual saludar. De hecho, el único que hace una ligera inclinación de cabeza a manera de bienvenida, es  el instructor en turno. 

Cabe en el estereotipo: alto, fornido, come atún, ensalada o pollo y adiciona su agua con esos polvos mágicos que les vuelven tan poderosos y, sobre todo, tiene un nombre de entrenador de gimnasio: Charly, Roger, Richi o alguno similar.

Ésta vez no anda deambulando por el lugar dando los acertados consejos que los neófitos requieren. Tampoco está de pie, frente a los espejos que rodean todo el recinto levantando los brazos en una franca evaluación de los centímetros que sus bíceps han crecido durante los últimos dos meses. Hoy no.

Frente a él hay una chica de unos 23 o 24 años, delgada y con un rostro muy agradable a la vista. No es una hermosura despampanante pero sí es de esas mujeres que llaman la atención por la armonía de sus facciones. El cabello es muy lacio y lo trae recogido en una pony tail que cae hasta un poco más abajo de los hombros. Tiene puesto un pantalón de mezclilla gris claro que hace lucir sus piernas largas, un cinturón color miel, botas negras y una chamarra blanca con peluche en la gorra. El que no lleve ropa de gimnasio es lo que más llama mi atención: no está aquí por el ejercicio.

Después de tanto tiempo sin realizar actividades físicas, tendré que pasar varios minutos en la caminadora para calentar lo suficiente y no provocarme algún daño, tratando de levantar los extraordinarios 20 kilos que pienso colocar en la barra. Lo cierto es que al estar aquí puedo observar sin censura la manera en que se desarrolla la conversación.

No escucho nada de lo que dicen. La distancia y la música electrónica (no esperaría menos estando en un lugar como éste) me impiden lograrlo, pero puedo ver cómo lo mira. Él está de pie frente a ella y le cuenta algo. Ella sonríe y no le quita la mirada del rostro. Yo termino en la caminadora y sigo con lo que recuerdo de la rutina de ejercicios.

Al terminar me acerco a él, para pagar la mensualidad (es lo que me falta para sentir que he vuelto). La curiosidad es más fuerte que yo:

-Esa chica... ¿qué onda?
-¿Te refieres a sí hay algo? ¡Yo sería feliz si así fuera!
-¿Entonces sí sales con ella?
-Sí. Somos amigos desde hace muchos años.
-¿Y no le has dicho nada?
-No. ¿Cómo decirlo? Ya ves cómo es ella de jovencita y muy linda y tiene muy bonitos sentimientos. Yo ya estoy viejo para ella y divorciado. Ella tiene buen trabajo y gana muy bien... La verdad me siento menos.

Aún recordando la forma en que la chica le miraba, vuelvo a insistir.

-Pero, ¿qué importa todo eso?
-La verdad siento temor. Ya ves que la última vez no me fue muy bien.
-Eso no quiere decir que todas las ocasiones vayan a ser iguales.
-¿Tú crees que debería soltarle prenda? 
-Sí.
-Pero luego todo va a pasar y hasta su amistad voy a perder.
-Yo lo que no quisiera es que un día cuando seas realmente un viejito, vuelvas la mirada al pasado y te preguntes ¿qué hubiera sucedido si yo le hubiera dicho?
-Me da miedo, no creas... Tú mero.

Mientras lo dice hace un movimiento con el mentón, como indicando la puerta por donde ella salió. Eso sí me saca de balance. ¿Me está cediendo el camino hacia una mujer que básicamente ha descrito como maravillosa sin luchar un poco? De pronto me siento tentado a decirle que lo haré, pero es una reacción de solo un instante. ¿Y para qué? Si en todo el tiempo que estuvo ahí de visita, no me miró ni a nadie más. Dudo que se haya fijado cuantas personas pasamos por su lado los 20 minutos que yo les vi conversando. En sus ojos solo estaba él (como persona, no como una masa musculosa: sé reconocer esa mirada).

Para alguien como yo resulta difícil encontrarse con una persona decidida a no actuar, a no hacer, por mínimas que sean las probabilidades: 0.23 sigue siendo mayor que 0. No sé si algún día él se decida a actuar, pero entre tantos lobos hambrientos, seguramente habrá alguien dispuesto a comerle el mandado mientras lo sigue pensando... 

Eso es seguro.




domingo, 1 de diciembre de 2013

¿Quién se ha creído?


"Cuando estás, ya no están los demás.
Cuando te vas, tengo ganas de llorar
perdía en el sillón de mi cuarto
pienso en ti con mis manos..."
-Bebe.



Hace rato que intento conciliar el sueño, sin resultado alguno. Y la culpable es ella.

Cansado de dar vueltas hacia un lado y hacia otro decido encender la luz. Coloco las manos bajo la nuca y quedo absorto contemplando el filamento de la bombilla durante un momento (o lo que parece ser un momento). Cuando volteo a ver el reloj en mi muñeca, me dice que ha sido casi media hora.

Me siento en la orilla del colchón y aún deslumbrado por la luz en las pupilas  arrojo sobre mis hombros desnudos lo primero que encuentro. Atravieso el patio y veo el cielo estrellado entre las ramas del limonero. No hay nubes, pero tampoco luna.

Me dirijo a la cocina, sirvo agua en un vaso, y regreso al comedor en una sucesión de movimientos mecánicos. Coloco el celular sobre la mesa y abro su mensaje una vez más. Tres palabras son las que no me dejan dormir: pienso en ti... 

Apago el aparato y lo arrojo lejos de mí, en el sofá. Con los codos sobre  la mesa y las manos en el cabello pregunto en voz alta: ¿Quién se ha creído?

Nadie responde. Ella no está ahí. Al menos no físicamente. 

Es mi desesperación, mis horas sin sueño, mis días sin ella y mi orgullo maltrecho quienes lo preguntan. ¿Quién le da el derecho de irrumpir nuevamente en mi vida? (Irónicamente, me doy cuenta de que nunca se ha ido). ¿Y con tal facilidad? Un simple mensaje de texto enviado a las once de la noche con cincuenta y dos minutos y mis ideas vuelven a orbitar en torno a ella. Le descubro en mi mente como antes: mi obsesión, el objeto de mi lujuria, la pasión malsana que me hace sentir tan vivo, mi fruta prohibida, mi adicción al riesgo y al dulce veneno que tienen su lengua y sus besos.

La deseo más ahora que el destino nos hace coincidir, que la puedo ver de lejos al menos, desde el barandal del segundo piso. Me matan las ganas por correr a ella, tomarla en un abrazo, rodear su cintura breve, levantarla en vilo y probar sus labios y su cuello en un beso apasionado y voluptuoso, en un éxtasis que imagino vampírico.

De a poco, me voy quedando dormido, sumido en mis fantasías. Recordando aquellos días en que fuimos amantes (aunque de manera estricta, nunca dejamos de serlo). Días de escapes, de llamadas perdidas que nos buscaban a los dos. Tardes de sospechas, de preguntas que se contestan con mentiras: No, no está conmigo... Noches de sexo llevado al extremo más lejano que los instintos naturales pueden permitir. 

Son las tres de la mañana. Vencido por el sueño y el cansancio que me provoca pensar en esta situación, me he quedado dormido sobre la mesa del comedor...


viernes, 15 de noviembre de 2013

Momentos mágicos

"Ahora que las floristas me saludan,
ahora que me doctoro en lencería,
ahora que te desnudo y me desnudas
y en la estación de las dudas
muere un tren de cercanías..."

-Joaquín Sabina


Ahora que mis rutinas se ven alteradas 
y que no escribo cuando quiero, 
sino cuando me queda un resquicio de tiempo. 
Malditas estructuras obsesivas...




Se vieron temprano ese día, después de una dura semana en los trabajos de ambos. Por fin un poco de descanso, sin el incesante bip de las impresoras ni el monótono golpetear de los dedos sobre los teclados. Solo el aire libre de humo de cigarrillo que les brindaba el parque y las hojas secas bajo sus pies. 

Los pequeños cúmulos de nubes allá, en el cielo azul, hacían adivinar  que la tarde sería aún más fresca. Se detuvieron un poco para escuchar al viento silbar entre las copas de los árboles y disfrutar de esos sonidos que se aprecian mejor cuando la mayoría de la gente de la ciudad trata de protegerse del frío dentro de sus propias casas. El domingo recién se partía por la mitad.

Lo de ellos era caminar. Los autos les representaban un candado a lo emotivo y a la espontaneidad, a menos que ambos se encontraran en el asiento trasero. Tener que atender al volante y a la palanca de velocidades resulta en un terrible distractor.

Ahora caminaban  por una callejuela empedrada. Ella colgada del brazo derecho de él. El rojo del semáforo peatonal cedió y pudieron cruzar la avenida. Entraron a una tienda de libros usados y extendieron la mano a un tiempo, para tomar el mismo libro. Algo relativo a mujeres con prisa y licántropos domesticados. Ante tal coincidencia, no tuvieron más remedio que sonreír.

Entraron a un restaurante. Un edificio de paredes de piedra, con árboles enormes al centro de la construcción. A sus pies, con un golpecito seco, cayó una flor anaranjada con forma de campana. Comieron pizza y bebieron tinto, como si fuera una celebración. Celebraron que no había nada que celebrar. Reían estruendosamente ante la mirada molesta de algunos vecinos de mesa. Gente que no entiende lo importante que es brindar y abrazarse precisamente durante las no-fechas, sin motivo aparente: simplemente porque se tienen ganas.

El sonido ambiental hizo sonar una melodía que ambos conocían y que los vinculaba emocionalmente, aunque ella no lo hubiera dicho y él nunca confesara que lo sabía. Al salir del restaurante, cayó otra flor, idéntica, justo en el mismo lugar que antes y se enfrascaron en una discusión filosófica acerca de los déjà vu.

Al salir, una leve llovizna les dio la bienvenida. Así que le respondieron con un beso, sobre la acera mojada.
Como fondo musical, alguien ensayaba en un piano desde algún lugar que no se podía determinar. Ella abrió los ojos y sonrió.

-Quiero ir al cine -fue lo único que dijo.

Él asintió con una sencilla inclinación de cabeza. En la penumbra de la sala se besaron una vez más, muchas veces más, aun a pesar de la mirada envidiosa que los escrutaba desde la fila L. Qué descaro, dijo una voz a la que ni siquiera le prestaron atención.  Y -posiblemente- a la película tampoco. 

Al salir, la luna ya brillaba, alto, en el cielo. Caminaron un poco más y ella se enredó en su cuello para besarle una vez más. El pasó las manos por su espalda para poderle abrazar, lo cual le hizo estremecer. Justo en ese momento detrás de él, fuegos artificiales iluminaban el cielo. No era ninguna fecha importante en el santoral, por lo menos ninguna de la que ellos estuvieran enterados. Aún así, el espectáculo siguió por varios minutos más, allá lejos, frente a ella.

-¿Te has dado cuenta que cuando nos vemos hay un montón de cosas mágicas que simplemente suceden?
-No -dijo él, incapaz de percibir el mundo con la claridad que a ella le permitían aquellos cristalinos ojos de miel...



domingo, 13 de octubre de 2013

El retrato



En este momento sostengo entre mis manos la estructura de madera que enmarca la primer fotografía que nos tomamos juntos, ésa que ella solía tener en el bureau junto a su cama. El hecho de que ahora yo la tenga en mi poder solo puede significar una cosa: se ha cerrado el círculo. 

Ella me observa desde el papel fotográfico, con sus ojos cristalinos y expresivos. Sonríe con la boca y el lunar -los labios en forma de corazón-. De los lóbulos de sus orejas cuelgan unas arracadas de plata, dos pulgadas de diámetro, lo sé bien. Los tonos sepia de la imagen no impiden que yo recuerde perfectamente el color de la blusa y el collar que usó esa tarde soleada de febrero:  el estilo del bolso de mano, los leggins ajustados a sus bien torneadas piernas, las botas de piel, el aroma de su perfume, ese peinado que pocas veces volví a ver...

Yo estoy sentado a la orilla de la cama, con la luna de octubre en mi ventana sin cortinas, y el retrato entre las manos, sabiendo que ella ha cerrado el ciclo. Yo lo asumo como tal y sonrío con agrado, pensando en nosotros, como tantas otras noches de luna llena y deseando que encuentre su felicidad.

Ella... Ella seguramente piensa que no la recuerdo, que no es importante para mí. Pero nada más alejado de la realidad: el retrato ha dejado de tener un lugar junto a su cama, pero ella nunca perderá el  que se forjó en mi historia y en mi corazón.

Además -lo haya aceptado, lo sepa o no-, la luna seguirá ahí, para vincular los sentimientos, los latidos, las vibraciones y los recuerdos...

domingo, 6 de octubre de 2013

Es lo mejor




Suena el celular y abro los ojos con dificultad. El reloj de pared se detuvo a la 1:45. Puedo escuchar el estéril tic-tac que no logra que las manecillas avancen. Son las 9 de la mañana y el sol entra a raudales por la ventana sin cortina de mi cuarto. Es ella. No esperaba que me llamara. No después de lo que sucedió hace unos días. Presiono el botón de contestar preocupado por ella y aún adormilado y confundido. Escucho su voz del otro lado de la línea. 

-Estoy afuera -dice, definitivamente molesta.


Yo balbuceo algo, no sé qué. Me visto lo más rápido que puedo con la ropa que tengo a la mano, abro la puerta de la casa y salgo a su encuentro. Me miro en sus hermosos ojos color avellana cuyo resplandor no decae a pesar de la furia con que me observa. Ha estado llorando. 

La veo y la escucho sin ninguna distorsión, a pesar de la resaca. Dejo que la andanada de reproches me golpee en directo, sin oponer ninguna resistencia. Me habla del infinito amor que siente por mí, de lo poco que demuestro mi cariño, de la certeza que tiene acerca de que yo prefiero estar con otras personas, pero no con ella.

-Te vieron. Toda mi familia te vio.


Ignoro a qué se refiere o a qué día me vieron. Incluso desconozco qué es lo que  me vieron haciendo. Me siento confundido, pero no digo una sola palabra. 

-¿Sabes el ridículo que me has hecho pasar?


Quisiera que el enojo fuera todo de ella, que emergiera el odio desde su interior, como el volcán que adivino en su ser. La última pregunta me hace pensar que lo más importante en este momento de furia no es lo que ella siente, sino lo que la gente, su familia, opina de ella. Le da más importancia a lo que piensen otros que a su propio dolor y eso no me gusta. Yo, por mi parte, permanezco callado. 

Me veo tentado a abrazarla, pero dudo que eso le haga bien ahora. Necesita desahogarse, dejar salir toda esa rabia acumulada. Toma una bolsa de plástico y me la arroja al pecho. No necesito abrirla para saber que dentro de ella vienen las cosas que le he regalado. Dice que me odia y creo que es lo mejor.

Mi confusión cede un poco cuando escucho de sus labios las preguntas, una tras otra, en metralla: ¿por qué no me pediste a mí que pasara por ti? ¿Por qué soy la última en enterarme de las cosas que haces? 

Decido continuar en mi mutismo. No le diré lo mucho que me duele verla llorar a causa mía. Tampoco le contaré acerca de ese viaje a la capital del que nadie sabía, ni de las coincidencias de esa noche, a mi regreso. No le hablaré de aquella persona que decidió continuar sus sueños, su camino y su propia historia en una ciudad distinta a ésta. No mencionaré la llamada al celular diciendo que se encontraba de paso y que deseaba contarme algo importante, ni la sugerencia de que, si yo no tenía inconveniente, ella podía pasar por mí a la terminal de autobuses a la cual yo iba a llegar en 10 minutos más. Tampoco le diré del abrazo de felicitación, de mi sincera alegría porque el proyecto de aquella persona fuera por fin aceptado y que sus sueños tomaran rumbo allá, lejos, en esa nueva vida que se estaba construyendo por ella misma, basada en sus méritos personales. Nada. No diré nada.

Dejaré que me crea la peor persona del mundo, que me odie. Que esas ganas que tiene de mutilarme se agiganten y le den la fuerza que necesita para alejarse de mí. Justo ahora, estoy más convencido de que no le causo otra cosa que perjuicios. Seguiré en silencio.

Ni siquiera le diré que está equivocada en su percepción: que ha logrado lo que nadie jamás hubiera podido, que le he dejado permear en mis actividades de una manera en que ninguna otra mujer lo ha hecho antes y que si no la amo de la manera que ella desea y espera, esto significa que no la adore con  toda la intensidad que mi forma de ser me permite.  

No lo voy a decir. Dejaré que me aborrezca y que me elimine de su vida, ya que tanto daño le causo. Ella se merece solo cosas buenas y yo no aparezco en esa lista. 

Que me odie. Es lo mejor.





domingo, 29 de septiembre de 2013

Amor Gitano



Todavía cuando la dejó en el edificio “B” de aquella unidad habitacional no llovía, sin embargo algunos relámpagos los iluminaban mientras iban en camino, ya ni siquiera la acompañó a su departamento en el último piso, estaba cansado, se despidió de ella - esta vez para siempre-,  quiso darle un tonto beso en los labios que ella alejó al momento con un casi inaudible “no”, quiso tomar sus manos entre las suyas y no fue posible.

Se fue de allí sin voltear, no fuera a ser que se convirtiera en estatua de sal, no ella sino él, ella ahora no importaba ya.

Estaba a kilómetros de su casa, era tarde y no tenía dinero para el taxi, lo había gastado todo en la cena con ella ¿Y para qué?

Comenzó a llover, no tenía impermeable, no tenía paraguas, pero a pesar de su tristeza la lluvia lo alegraba.

Un vago se le acercó a pedirle un peso, se buscó en el bolsillo y se dio cuenta que era lo único que traía, se lo dio al vago y éste le sonrió con los dos únicos dientes amarillos y horribles que conservaba, pensó que de alguna manera ambos se habían dado lo único que tenían, cuando volvió a ver al vago había desaparecido en la oscuridad de la noche.

Luego de algunas horas llegó a su casa, estaba mojado y frío, la tristeza le volvió de nuevo, entre más cálido el momento mayor era la tristeza y no supo por qué.

Encendió la radio y una canción le llamó la atención, pero sobre todo en la parte que dice:

“Toma este puñal, ábreme las venas,
Quiero desangrarme hasta que me muera,
No quiero la vida si he de verte ajena,
Pues sin tu cariño no vale la pena”.

Entonces tuvo una reflexión que ni el más picudo filósofo se hubiera imaginado  “¿Y si me hago una chaqueta? “.

Después vino a su mente todo aquello que le habían dicho acerca que jaloneársela estaba mal, que le iba a salir un pelo en la mano, que se iba a ir al infierno, que se iba a quedar chaparro, ciego, sordo, mudo, en fin; sacó una porno de los ochentas porque estaba convencido que las vaginas con pelos son las más realistas y la miró completa pero no se masturbó, que fuera cierto o no, esas cosas tienen mucho sentido, al terminar la película se quedó dormido.

El sol de domingo lo despertó y se acordó de la mujer aquella, tomó el teléfono y llamó a sus amigos para que lo invitaran a comer birria en el mercado y así fue, todos se cooperaron para alivianar a su amigo y hacerle más llevadera su pérdida, charlaron, bebieron y se rieron de la señora de las tortillas porque estaba bizquita.

Al final del día entendió varias cosas: Que siempre habrá alguien que te dé lo único que tiene, que tus verdaderos amigos se cooperarán para ayudarte , que eran mejor las porno de los ochentas y que siempre la vida valdrá la pena.

Y bueno… Tal vez se pregunten. ¿Y qué pasó con la chica?

Temo que no le fue muy bien, según he sabido yo(a él ya no le importó saber nada de ella), vive con un gordo policía corrupto que le pone una paliza todos los viernes por la noche delante de sus amigos gordos policías corruptos.


FIN



domingo, 22 de septiembre de 2013

Estoy harto




Todos tenemos un límite y todo parece indicar que yo he llegado al mío. Esta fue la gota que derramó el vaso.

Todo comenzó desde que era muy pequeño. Y es que haber nacido hermoso tuvo sus ventajas al principio, cuando las amigas de mi abuela hacían fila en la reja de acceso a nuestra casa para que yo figurara como el actor principal en las representaciones navideñas. Fui un niño Dios muy solicitado, pero sobre todo, disciplinado: no lloré una sola vez durante esos tres años en que mi familia me alquilaba  para los nacimientos

Más grandecito fui requerido como el rostro infantil para la publicidad de una conocida marca de comida para bebés y en esa época, di mis primeros autógrafos (como no sabía escribir mi nombre, me pidieron que dibujara bolitas y palitos con mi crayón. Pan comido).

Para la secundaria, aprendí a sacarle provecho a mi varonil belleza y tuve siempre listas y a tiempo las tareas -hechas por manos femeninas y, en contadas ocasiones, también por afeminadas.

Poco después comenzaron las verdaderas complicaciones. Uno no puede tener un rato de soledad, porque siempre hay chicas queriendo abrazar, tomar de la mano o incluso, dar un pellizco. Eso sí, lanzando por delante la pregunta:

¿Esos bíceps son de verdad, papi?


En varias ocasiones he llegado a preguntarme si es ésto una maldición que debo sufrir de por vida. He de confesar que realmente resulta incómodo -muy incómodo- el no poder caminar libremente por las calles de la ciudad sin que un puñado de mujeres me aborde y me pidan que me case con ellas, una noche de sexo -que les haga un hijo, dicen- o que les permita al menos probar un beso de mis sensuales labios.

Yo no elegí nacer hermoso, es la verdad. Mi físico apolíneo, el perfil griego, la voz potente y grave, los ojos claros y mi aspecto mediterráneo, son simplemente regalos de la naturaleza que fue pródiga conmigo. No es mi culpa ser tan perfecto. Sin embargo, lo de hace un rato,  raya en lo intolerable.

Y es que Yadira, la chica de recursos humanos, después de la entrevista y de recibir mis documentos (promedio de diez, desde la secundaria hasta terminar la Licenciatura en Administración de Empresas Turísticas), me dijo tan campante:

-Recibo tus papeles, pero no son tus dieces los que te dan el puesto, sino tu físico. En especial, tus nalgas tan redonditas...


Es todo. No lo soporto más. Estoy harto de que las mujeres solamente me consideren un objeto sexual. Yo también tengo sentimientos y he tomado una decisión: a partir de hoy me retiro del mundo y me recojo a una vida de celibato y austeridad. 

Me voy a un monasterio. He dicho.



Y al sonreír, satisfecho por mi decisión,  el microbús que pasa frente a la oficina deja oír desde su estéreo marca Mustang la voz de Rigo, cantando la canción que mejor describe mi terrible cruz y mi calvario.


"Perdóname mi amor por ser tan guapo, 
simplemente es un regalo celestial, 
¿qué quieres? Las mujeres me persiguen:
Me han convertido en su objeto sexual..."



domingo, 15 de septiembre de 2013

FILOSOFÍA PARA NIÑOS O GENTE SIN QUEHACER (PARTE II)



      En el capítulo anterior nuestra princesa se encontraba en la incertidumbre de si elegir entre realidad o ficción, pero una avecilla amiga suya le ayudó con el dilema. ¿Qué sucederá?


      El pozo dejó salir un resplandor desde el fondo que deslumbró a la princesa y no le permitió ver nada por algunos segundos, cuando por fin pudo ver era una tierra distinta; no había ningún castillo, en su lugar había una hacienda con cientos de peones en situaciones precarias; los animales huían en cuanto la veían y no hablaban; el pozo también estaba mudo.


      Su suegro ya no era rey, era un terrateniente acaudalado y codicioso, dueño de vidas y haciendas.

      ¿Qué hace aquí Blanquita? –Preguntó mientras le ponía la mano en el hombro. Pero el diminutivo de su nombre aunque parecía cariñoso escondía deseo que ella sintió al instante.

      Le quitó la mano de inmediato y preguntó por su esposo.


      Debe estar en la oficina llevando la contabilidad.


      No quiso ir a verlo hasta saber que sucedía. ¿Esto era la realidad? ¿Por qué nunca se sintió como algo imaginario?


      La habitación donde dormía aunque lujosa, no era lo acogedora como lo era la de su castillo, sintió ganas de llorar y lloró hasta que se quedó dormida.


      A su casa llegaron a buscar al latifundista esa noche 7 personajes diminutos en su especie que se hacían llamar enanos.


      Se sorprendió mucho de encontrar en lugar tan lejano y extraño un libro como el que tuvo alguna vez en su otra realidad y que tales hombres pequeños lo llevaran consigo.

enano, na. (Del lat. nanus, y este del gr. νᾶνος). adj. Diminuto en su especie. || 2. m. y f. Persona que padece enanismo. || 3. Persona de estatura muy baja. || 4. coloq. niño. || 5. m. Personaje fantástico, de figura humana y muy baja estatura, que aparece en cuentos infantiles o leyendas de tradición popular.
enanismo. m. Med. Trastorno del crecimiento, caracterizado por una talla muy inferior a la media de los individuos de la misma edad, especie y raza.



      La princesa se emocionó mucho cuando supo que eran personajes fantásticos con los que estaba hablando, tal vez sólo cambió de lugar y no de realidad y todo esto era un feo sueño. Aunque pudieran ser personas que padecen enanismo o simplemente personas de estatura muy baja, entonces pensó:

¿Los personajes de cuentos de baja estatura no padecen enanismo? ¿Por qué son considerados como si fueran diferentes? ¿Por ser fantásticos?


      Estaban muy molestos los bajitos porque el patrón les había quitado su mina con el pretexto de expropiar y le llevaban el diccionario para demostrarle que estaba equivocado:

expropiar. (De ex- y propio). tr. Dicho de la Administración: Privar a una persona de la titularidad de un bien o de un derecho, dándole a cambio una indemnización. Se efectúa por motivos de utilidad pública o interés social previstos en las leyes.


¿En cuáles leyes? –preguntó la princesa.


       Nadie lo sabía, sólo uno de ellos que había ido un semestre a la escuela de derecho dijo tímidamente: “En la Ley de Expropiación”


      ¿Y por qué no lo menciona el mamotreto? –Dijeron los 7 bajitos.

mamotreto. (Del lat. tardío mammothreptus, y este del gr. tardío μαμμόθρεπτος, literalmente, 'criado por su abuela', y de ahí, gordinflón, abultado, por la creencia popular de que las abuelas crían niños gordos). m. armatoste (ǁ objeto grande). || 2. coloq. Libro o legajo muy abultado, principalmente cuando es irregular y deforme.



      La princesa empezaba a sospechar que no se podía confiar en aquel librote. Incluso en esta realidad, no podía sacar de duda alguna, más bien llevaba a callejones de los que era difícil salir o algunas veces imposible.

      Pero por ahora no era el asunto a resolver.
      ¿Cómo voy a regresar? –pensaba.

      Le llamaba la atención que en los dos mundos fuera conocida. ¿Acaso era ella dos personas o todos somos dos personas viviendo en dimensiones paralelas, en tiempos y espacios paralelos? Todo lo anterior se lo preguntaba en voz alta.


      Una voz de hombre detrás de ella le preguntó:


      “¿Quieres saber la verdad?”


Una vez más la princesa no supo que decir, pero no hubo nadie que le aconsejara, no había libro ni ave, al fin con la única idea de que no había nada que perder dijo: “Sí”.

      La voz masculina habló:


“Espacio y tiempo, son la manera de la mente de representar las cosas, de ordenarlas. "Infinito" y "eternidad", por lo tanto, son dos conceptos que la mente nunca podrá comprender. Nunca podrá siquiera imaginarlos. ¿Cómo podría captarlos, si atentan, precisamente, contra su forma de captar las cosas? 

Con el espacio y el tiempo, la mente delimita, encuadra, pone principios y fines a los objetos. Como infinito y eternidad no poseen principio ni fin, la mente no puede con ellos. 

Sin embargo, infinito y eternidad tienen que existir forzosamente, según la propia lógica de la mente, porque el espacio y el tiempo no pueden terminar. 

Si el espacio terminara, digamos, en una pared, tendría que haber algo detrás de esa pared. Podría ser la nada, pero incluso la nada es algo. Algo que comienza detrás de esa pared y... ¿dónde termina? Y luego, si la nada terminara, volveríamos a empezar. ¿Qué hay más allá de donde termina la nada? Y así... 


Lo mismo sucede con el tiempo. Si el tiempo terminara en un determinado momento, ¿qué sucedería después de ese momento? ¿Nada? ¿Cuánto duraría esa nada? 


El recurso de "la nada" suele aparecer como una salida elegante en estas discusiones, pero está viciada del mismo problema que el infinito y la eternidad. La mente no puede comprender ni imaginar la nada; así que se trata, en realidad, de un paso en falso. 


La mente debería aceptar que si el infinito y la eternidad tienen que existir obligadamente, entonces tiene que existir obligadamente otro plano, sin espacio ni tiempo. 


Pero le resulta difícil a la mente reconocer algo así. Le resulta imposible, de hecho, porque su propio modo de operar se lo impide.


La dimensión sin espacio ni tiempo es una dimensión sin mente.


Es usual que la mente, acorralada ante lo que obviamente desborda sus capacidades, tienda a oponerse al alma, a negarla, o, peor aún, a enviarla al cajón del olvido o al baúl de la indiferencia. Frente a lo cual nosotros, ya que no podemos exigirle a la mente que comprenda, de manera racional, que existe el alma, al menos deberíamos pedirle que… “




La princesa despertó de pronto y se dio cuenta de que era un sueño, todo, los enanos, el diccionario, la voz, el príncipe, el castillo; estaba en su departamento y no era princesa, su vecino escuchaba la canción de Bob Dylan "Los Tiempos están Cambiando" justo cuando dice aquello de: “No critiques lo que no puedes entender.”




      -Maldita filosofía ¿otra vez?



FIN

domingo, 8 de septiembre de 2013

FILOSOFÍA PARA NIÑOS O GENTE SIN QUEHACER



      Muy de mañana despertó la princesa después de la noche de bodas, ya casados por fin el príncipe y la princesa consumaron el matrimonio.

consumar. (Del lat. consummāre). tr. Llevar a cabo totalmente algo
Dicho de los legítimamente casados: Realizar el primer acto en que se pagan el débito conyugal. Consumar el matrimonio.


      Y vaya que era un caballero el príncipe que no exigió tal pago por adelantado.


      La luz del sol entró por la ventana y los dos se miraron complacidos.


      Buenos días -se dijeron ambos al mismo tiempo dándose después un tierno beso.


      El príncipe se levantó del lecho nupcial y se vistió con la única ropa que tenía aunque su padre era dueño y señor de más de diez mil vasallos sin contar a la servidumbre del castillo. La princesa haría lo mismo (con su ropa de ella, claro).


      ¿A dónde vas? –preguntó la princesa con esa mirada dulce e inocente que tanto le gustaba a él.


      Voy a cazar a un dragón o a un ogro o a un fauno o sátiro o algo –contestó el príncipe como los señores que se van a trabajar.


      ¿Qué son ésos? – preguntó ella.
El príncipe sacó un enorme y viejo libro para ilustrar a la perdida princesa y leyó:


dragón. (Del lat. draco, -ōnis, y este del gr. δράκων). m. Animal fabuloso al que se atribuye forma de serpiente muy corpulenta, con pies y alas, y de extraña fiereza y voracidad.
ogro. (Del fr. ogre). m. Gigante que, según las mitologías y consejas de los pueblos del norte de Europa, se alimentaba de carne humana.
fauno. (Del lat. faunus). m. Mit. Semidiós de los campos y selvas.
sátiro, ra. (Del lat. saty̆rus, y este del gr. σάτυρος) En la mitología grecorromana, divinidad campestre y lasciva, con figura de hombre barbado, patas y orejas cabrunas y cola de caballo o de chivo.


La princesa escuchó con mucha atención a su amado y sabio esposo pero le surgieron unas dudas de lo que decía ese gran libro.
Acerca del dragón preguntó: “¿Qué tan corpulenta? ¿Cómo tu tía o más? ¿El dragón tiene pies y no garras? ¿Cuántos pies tiene, 2 ó 100 ó 1000? y ¿Alas, cuántas tiene? Ahora que recuerdo, el dragón lanza fuego por la boca. ¿Por qué no lo menciona?”.
Con el ogro le llamó la atención que hablaran de él en pasado como si se hubiera extinguido y del dragón como si todavía existiera. Y preguntó: Ahí dice que el ogro “se alimentaba” y del dragón “se le atribuye” ¿Ya no hay ogros?”
Con el fauno sólo le quedó la duda de si fauno o faunos: “¿Y por qué dice semidiós? ¿Sólo hay uno? ¿No debería decir “semidioses”?
Del sátiro quedó aún más confundida: “¿Y por qué sátiro, ra si dice que es hombre? ¿Hay sátiras con barba?”


¿Qué es divinidad y lasciva? -preguntó la princesa.


De nuevo utilizó el librote:


divinidad. (Del lat. divinĭtas, -ātis). f. Naturaleza divina y esencia del ser de Dios en cuanto Dios. || 2. deidad. || 3. Persona o cosa dotada de gran beldad, hermosura, preciosidad.
divino, na. (Del lat. divīnus). adj. Perteneciente o relativo a Dios. || 2. Perteneciente o relativo a los dioses a que dan culto las diversas religiones.
lascivo, va. (Del lat. lascīvus). adj. Perteneciente o relativo a la lascivia. || 2. Que tiene este vicio. U. t. c. s.
lascivia. (Del lat. lascivĭa). f. Propensión a los deleites carnales. || 2. ant. Apetito inmoderado de algo.


¿Te parece dotado de beldad, hermosura y preciosidad un hombre barbado, con patas y orejas cabrunas y cola de caballo o de chivo y además lascivo?
¿Piensas matar algo que tiene la esencia de Dios en cuanto Dios? ¿A una deidad? ¿Que al escribirlo con mayúscula sea perteneciente al Dios católico y no a los otros dioses de diversas religiones?
¿Apetito inmoderado de algo? ¿Te parece lascivo mi apetito de saber o de ayudar a los demás? O en todo caso si ya es anticuado el significado ¿Por qué aún lo utilizan?


      Haces muchas preguntas princesita, así dice el diccionario, yo no lo escribí.
-dijo el príncipe un poco nervioso.


      Se quedó sola la princesa en el castillo y el príncipe salió a cazar animales mitológicos que tal vez ya no existían.


      Como no tenía nada que hacer la princesa, salió al patio a hablar con los animalitos que se reunían con ella cerca del pozo de los deseos, charló un poco con un pajarillo amigo suyo y le platicó lo sucedido esa mañana, el ave le dijo: “pío, pío,” (si quieres saber la verdad, pídele al pozo de los deseos que te la dé).

      Sin pensarlo dos veces, la princesa pidió al pozo saber la verdad. Lanzó el cubo para sacar el agua y dentro venía una piedra plana que decía: “REALIDAD O FICCION”, en medio una flecha que parecía ser un indicador.
¿Qué eliges? – le preguntó el pozo.


      La princesa no estaba tan segura así que consultó de nuevo el libro grande y pesado de su esposo y leyó:
realidad. f. Existencia real y efectiva de algo. || 2. Verdad, lo que ocurre verdaderamente. || 3. Lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio.
ficción. (Del lat. fictĭo, -ōnis). f. Acción y efecto de fingir. || 2. Invención, cosa fingida. || 3. Clase de obras literarias o cinematográficas, generalmente narrativas, que tratan de sucesos y personajes imaginarios.


      Ella sentía que su existencia era real y efectiva, estaba allí hablando con su amiga ave y con un pozo mágico lo cual tenía un valor práctico, por otro lado su esposo le había dicho que había estado fantástica en la cama, que estaba en contraposición con lo real, el orgasmo de aquella noche no era fingido y todo lo que allí había no era imaginario porque podía tocarlo, verlo, olerlo y escucharlo además. No entendió nada.


      “pipiripipí” (la realidad supera la ficción). - dijo el avecilla muy emocionada.


      Si lo que vivía era una ficción la realidad la superaría, lo que quería decir que si ahora era feliz, lo sería más en la realidad, por otro lado pensó que si era realidad no pasaría nada porque ya la estaba viviendo, así que eligió “REALIDAD”.





No se pierda el siguiente capítulo de esta lexicograficómica aventura titulada “la académica” próximamente por este mismo blog.



domingo, 1 de septiembre de 2013

Deja vu



Hace un rato que me observa sin decir palabra. Tiene esa mirada que tanto asusta a cualquier hombre: amor entregado y sin reservas. Sonríe. 

Me levanto a cerrar la ventana. La última corriente de aire me había generado un escalofrío. Regreso al love-seat color chocolate y ella no pierde tiempo para recostarse sobre mis piernas. Cruzo la izquierda sobre la derecha para permitir que encuentre posición más cómoda para su cabeza. Vuelve a sonreír como una chiquilla. Yo acaricio su mejilla con el dorso de los dedos de mi mano derecha. Ella me deja hacer sin restricción alguna. Suspira.

Yo no digo nada, no es necesario. A ella le basta mi presencia para sentirse contenta. Al menos eso es lo que me ha dicho. Paseo la mirada por los muros color perla de la habitación. Detengo la vista al llegar al reloj colgado de la pared principal. Pronto darán las ocho de la noche.

-¿Tienes algo qué hacer?

Le escucho decir allá abajo, recostada en mi pierna. Volteo lentamente y sonrío para ella.

-No, ¿por qué?

Siempre he sido un hombre de pocas palabras. A veces son un lujo innecesario.

-Me dio esa impresión.

Le beso en los labios para que deje de preguntar. Da resultado.

-Te quiero mucho -me dice, mientras pasa los dedos de su mano izquierda por mi cabello, mirándome intensamente.

Estoy a punto de contestarle cuando suena mi celular. Un mensaje. No es necesario que lo vea y decido no hacerlo. Ya lo leeré cuando llegue a casa.

-¿Es la otra?

La pregunta me saca de balance por un momento, pero contesto con la calma del que está acostumbrado a mentir. 

-No. Seguramente es un aviso de la compañía telefónica.

La beso una vez más y mientras lo hago, no  puedo dejar de pensar en la extraña coincidencia de que las tres me hayan preguntado lo mismo esta semana.

sábado, 10 de agosto de 2013

Pienso en ti




Con mi mano, dibujo senderos. 

Mi cuerpo es el territorio. 
Agreste, inhabitado, en constante espera.
Ven a mí, como haces siempre, 
mientras me baño con la luna llena.

Demonio travieso, brasa chispeante de mi llama eterna.

Muerde mi cuello, bebe mi sangre
tiembla conmigo entre mis blancas piernas.

Recuerda tu tiempo, la cita nocturna a la que siempre llegas. 

Habítame, peregrino venido de lejanas tierras.
Ara mi entraña, socava mi esencia, 
muerde mi espalda, abraza mi lengua.

Ven aquí forastero, ahuyéntame el frío con tu piel morena.
¿No ves que te ansío?
¿No ves que te anhela 
el corazón que renuncia a bombear la vida por mis cansadas venas?

Quiero ser fuente contigo, 
río, playa, mar, arena
y rodearte el alma y los miedos nocturnos 
con el abrigo que forma mi delta.

Bébeme, viajero:
que mane el torrente que provocas en mí, 
-sin bastón, ni cayado-  
como de las rocas hacen los profetas.