sábado, 30 de enero de 2021

Una mirada




Una mirada

unos ojos 

Una boca

abierta o cerrada


    qué más da

 

Este soy yo

Intentando hablar de ojos

que derraman miel sobre la almohada

 

Un ojo enorme

                       de niño

                                como un sol

 

Pequeñas  siluetas cruzan el acantilado

 

Los recuerdos no me pertenecen

llegan de lugares lejanos

cuyo nombre no sé pronunciar

 

Ojos refulgentes


acechan en la oscuridad

 

Suenan campanas de boda

Mis párpados caen


     pesados


     como este atardecer

 

Escribo para mí                                                

con frases incomprensibles 

y anagramas Octosílabos

 

Hay poesía en el dibujo y en la tristeza

El dibujante es un poeta 

millonario de palabras


sin hojas para escribir

 

La luz se abre paso por la ventana

susurra en mi oído el nombre del mal

uno de tantos nombres 

que los ignorantes repiten sin sentido

pretendiendo contar su historia


Esto también es un santuario

Esta habitación

Este cuerpo


quizá mañana también

 

Colores cálidos dibujan

la silueta de una mujer

que no pudo aprender a amar

 

Todo cambia

La tristeza que pasa 

es un enjambre de pájaros oscuros

Ahí está el miedo también

Un concepto que no sé explicar


pero que puedo reconocer 

cuando lo siento enredarse entre mis huesos



sábado, 23 de enero de 2021

Beber sangre

 



  Beber sangre

                  licantropía

ideas a las que me aferro sin abrir los ojos

 

Mi cuaderno lejos

Y yo sin ganas de levantarme

Al abrir los ojos

perderé estas ideas

                                y todas las otras

que se adivinan tan frescas y coherentes

mientras sigo aquí

en este limbo donde nada es mentira

                                           donde todo es

                                                           solamente es

 

Olvidé el resto de las maravillosas ideas 

que tenía hace un  momento

por eso no quería despertar

por eso no quería abrir los ojos

por eso no tomé el reloj para mirar la hora

 

Mi reloj de muñeca no sirve

                                             lo uso porque sí

Un mero adorno

eso es el tiempo

un accesorio 

que nos permite una serie de convenciones

para habitar lugares convencionales

 

Beber sangre

                 comer un corazón

                                         buscar la vida eterna

(¿Buscar qué

en esta manera tan extraña 

que tenemos 

de medir la vida?)

 

Vuelvo al sopor

es aquí

donde me lleno la cabeza de voces

                                                      de contradicciones

 

Haces de luz     y    vienes a mi mente

Ases de luz

Haces de luz sostenidos por tu mano

que enciende una realidad que yo no logro comprender

excepto cuando me sumerjo en este estado

 

Ariadna enreda su hilo en la espesura de un recuerdo

Ishtar sostiene el otro extremo entre sus dedos

                                                 y en medio de ellas mi soledad

 

Lilith quiere encontrarle sentido a mis palabras

identificar un mensaje oculto en ellas

un código

una manipulación deliberada

 

Yo solo quiero dormir

                                volver ahí

a ese pequeño universo donde todo tiene sentido

incluso la más estúpida de las teorías

                                                            Ahí es donde quiero estar



sábado, 9 de enero de 2021

Hoja 16

 

 


El whisky murió sobre la mesa del poeta triste. Dejo que mis pasos me guíen. Paro en el primer café, en la primera puerta abierta, en el primer rincón repleto de nombres y de recuerdos. Ahí están los cuadros de la locura, soledades de ojos interminables; ahí las memorias de un lugar idéntico a este, a cientos de kilómetros de aquí; más allá, un febrero en que traté de escapar de mí, del mundo, de mi presente y de mi rutina. 

Trato de escribir, de recuperar las ideas que hace un rato me rebotaban contra las sienes, o aún antes, cuando sentía la cabeza bullir de certezas acerca de la teoría del caos y del efecto mariposa. Una canción más y el cantante en turno hará una pausa. 

Pienso en el trovador y en cómo le robo descaradamente una oportunidad que el muy cobarde no se atrevería a tomar. Pienso en el escritor, en lo que se dice de él. Quizá también lo despoje de lo que nunca ha sabido conseguir. Se lo merece. Se lo merecen los dos. 

Hoy los caminos se bifurcaron. Esperaba estar bebiendo cerveza para esta hora y, en cambio, estoy sentado frente a una taza de café, escuchando Coincidir en una voz que no es la mía, pensando en una mujer que hace años dejó de responder mis mensajes, pero que acude a mí en el momento en que se le viene en gana. Pienso en otros ojos, allá arriba, entre luces que parecen de otra ciudad, en su promesa de vernos alguna vez. Pienso en nombres amargos y dulces, en verlos mañana, en embriagarme hasta la estupidez contra sus ojos, en algún otro bar. Pienso en las posibilidades de las Mitologías, en el aroma de la tinta fresca sobre el papel. Tengo colgadas de los lóbulos de los oídos las suaves notas de una voz atada con hilos de luna a unos ojos color miel. Todas las personas que conozco parecen tener nombres de mujer. Me hablan desde unos ojos amarillos que se sueñan azules. Quieren provocarme con sus palabras, protegiéndose en la excusa de la distancia, a salvo de la incomodidad y del peso de mi mirada. 

El café se apaga. Hace mucho tiempo que terminó Coincidir. La Golondrina no existe, hoy sé que no es ni un recuerdo siquiera ―¿qué nombre se habrá inventado ahora, en la necedad de este juego inevitable?―. El cantante vuelve a su lugar, toma su guitarra y templa las cuerdas. Ya no queda más café en la taza y yo quiero beber cerveza. 

Bienvenidos. Bienvenidos al rincón de los textos sinsentido. Bienvenidos al frío. Bienvenidos a la oscuridad. Bienvenidos a la noche de la ciudad de piedra.

 

viernes, 8 de enero de 2021

Hoja 15

 

 


También aquí hace frío. En los interiores de las habitaciones, en las oficinas de la ciudad de piedra, sigue haciendo frío. 

El bolígrafo raspa la hoja de papel, rasgándola como una cuchilla. Escribo para evadirme, para soportar el tedio, para adormecer la espera. Todos queremos adormecer la espera: el oficinista jubilado, que intenta entender en voz alta lo que le dice a su esposa (asumo que es su esposa, porque nadie aceptaría voluntariamente una charla como esa, a menos que no tuviese más remedio); el tipo gris, justo enfrente de mí, que se entretiene en tamborilear con ambos pies, contra el piso, una melodía que no alcanzo a descifrar; la niña que da vueltas sobre sí misma: todos hacemos lo que hacemos para no ceder al aburrimiento mortal.

 

Suena una voz, recita algo ininteligible, nos asigna un número; le escuché a través de la puerta abierta, o quizá solo creo escuchar algo. Últimamente olvido todo, de manera casi inmediata. 


El problema de estar aburrido es lo que uno hace con ese tiempo. Atrapado en esta espera entre paredes blancas, encuentro en mi mente flores, flores y espinas. Miro una imagen en la que besa al que supongo es su amante en turno. Sonrío. Me gusta que parezca feliz. Le saludo informal, lo más impersonal que me es posible. Ella responde de manera inusual, tan inusual que prefiero interpretarlo como una anomalía, como un error de la máquina. 

bello extraño 

Maldito aburrimiento. Maldito tiempo sin usar. Puedo imaginar tantas historias a raíz de esas palabras. Podría engancharme en un discurso apasionado, como las otras veces, un monólogo que hable de las pieles y de los besos, de las botellas de tinto, del olor a madera y de los vasos sucios, pero a veces uno de los dos debiera mantener la cordura, ignorar los anzuelos deliberadamente, hacerse el tonto; sonreír y decir sin escribirlo: yo también te extraño.



Imagen de Free-Photos en Pixabay 




jueves, 7 de enero de 2021

Hoja 14

 

 


Otra mañana de invierno. Otra vez el dolor en la garganta. Otra vez la necesidad del fuego que me calme un poco. Otra vez buscar a tientas la botella de mezcal para encontrarla vacía. Por la ventana se cuela un poco de luz y el sonido de un ave que más bien parece un hipo descontrolado y no un canto o un trino. Una semana. Una semana y esta cama no huele a perfume o a noche salvaje. No hay te amos estridentes colgados del techo ni de la pared. No hay cabellos de mujer en esta almohada. No hay un cuerpo tibio buscando mis brazos con urgencia, pidiendo, suplicando un beso en la mejilla, en el cuello o en los labios.  Falta un ¿todo está bien? 

Necesito más mezcal. Es domingo y quiero dormir. Ella se encuentra lejos, en otra cama, entre otros brazos y otros sueños. Cierro los ojos y duermo con la pluma entre los dedos y pienso en llamarle, en romper sus rutinas solo porque sí, solo para recordarle que, aún en la distancia, sigue siendo mía.

 

 

miércoles, 6 de enero de 2021

Hoja 13

 


Desde esta mesa puedo ver a la gente que llega, observar a la que ya está aquí. Coloco el separador en el último cuento del libro. Hago mi pedido y espero. Abro los cajones de la memoria. Me sorprende encontrar ahí mi escape del Minotauro y al mes de mayo. Los nombres de sabores dulces, por otro lado, ya se han vuelto presencias recurrentes. He estado aquí antes, sentado quizás en esta misma mesa: se llega a un punto en el que todos los lugares terminan por parecerse y todas las ciudades de piedra son la misma ciudad de piedra. Veo las siluetas recortarse contra la luminosidad de la puerta que da a la avenida, a la Calle Grande. Hace un rato pensaba en todo lo que quiero escribir, ahora trato de poner las ideas en orden. Mi mente es impetuosa, me dicta muchas cosas por hacer al mismo tiempo. Me dirijo a ella, le hablo en voz alta, en segunda persona, como si estuviera sentada a la mesa, frente a mí. He vuelto a decirle que solo haremos una cosa a la vez, que de esa manera hay mayores probabilidades de éxito. Repaso mentalmente los pendientes: las prácticas, los ensayos, este diario. Hay muchas cosas qué hacer, muchas cosas qué aprender, muchos libros por leer y muy poca vida. 

El separador está en el último cuento del libro. Es una buena manera de empezar el año. Al menos sigo vivo.




martes, 5 de enero de 2021

Hoja 12

 


 


Hace un rato que los textos del poeta triste aletean en mi cabeza, hace rato ya, que la idea de la trágica muerte de Quiroga y la necesidad de volver a leer al respecto, se apodera de mí. Otra vez me duele la garganta, pero ya no queda más mezcal. Otra vez estoy soñando despierto y con los ojos cerrados. Quizá mi necedad de complicar las cosas innecesariamente sea la responsable, quizá por eso el insomnio y mi estúpida necesidad de llamarle mía. Cinco minutos más, como cuando eres niño y debes ir a la escuela. Tengo una marca en el tobillo causada por algún insecto. Los párpados me pesan; la incomodidad en el tobillo me hace pensar que lo que me picó no fue un zancudo (o quizá me rasqué demasiado fuerte y me arranqué un trozo de piel entre los sueños). Quizá me mordió una araña cuando arreglaba el diminuto jardín que hay en el patio, quizás, este sea el mejor momento para volver a Quiroga y al almohadón de plumas. 

Quiero dormir. Quiero engañar a la mente diciéndole que estoy bien, que me siento bien y que este insomnio es solo una coincidencia y nada tiene que ver con su partida. Hago una última nota, momentos antes de dejar de escribir, y coloco su cepillo de dientes cuidadosamente en su sitio, por si ella, contra todo pronóstico, repentinamente decidiera regresar.


lunes, 4 de enero de 2021

Hoja 11

 


Me quedé dormido. Estaba muy cansado. No sé a qué hora dormimos, pero la habitación y la casa parecían haber sido saqueadas. Nos revolcamos en cada rincón. Su desesperación, su ansiedad sexual me dejó marcas en los brazos. Su mirada vidriosa me agradeció tanto placer y se lamentó de no tener las palabras para hacerme entender cuánto le había hecho gozar. Justo ahora, retumba en mi mente la música religiosa de los vecinos. Hace años que no tengo religión. Con ella profanamos varios templos, asumiendo el papel que habíamos decidido desempeñar. Metí mis manos bajo su blusa y pasé mis besos y mi lengua por su mejilla. Ella ahogó un grito y me dijo asustada que no quería hacerlo, que no quería gritar, que nos iban a llamar la atención, a expulsarnos de esos lugares sagrados. Ayer esta habitación era un templo, se convirtió en nuestro templo del desenfreno, de la pasión sin límites. No necesito que me lo explique con palabras, su cuerpo grita en cada tensión de los músculos, en cada te amo suplicante, en cada mirada.

 

Te amo de la manera más sincera, de la mejor que existe, porque no espero que tú me ames. Tú eres mi dueño. Yo soy tuya, y me encanta serlo.”

 

 imagen de efes en Pixabay 

domingo, 3 de enero de 2021

Hoja 10

 


 

Son las 12:00 del día. Sé hacia dónde quiero ir. Esta calle me evoca muchísimos recuerdos: noches de cine, la molestia de Alma, su decisión de ir a dormir pensando que yo iba a ceder al chantaje y la posterior demostración, los puntos sobre las íes; la fila, la conclusión de que los locos se sienten atraídos hacia mi persona; Renfield y el maravilloso monólogo del apóstol de Drácula; la exposición de la noche de las Walpurgis y el mezcal; Cronos, y Alma enojada, odiándome con la mirada por no poder amarla como ella esperaba y merecía. Ahora es otra historia:

 

Cruzo la plaza grande, sé dónde encontrarla, lo adivino sin que me lo diga. Ella, la predecible, se sorprende de verme aquí. Hace tan solo media hora ya no quería encontrarse conmigo. Así son las mujeres. Pero su hechizo no funciona sobre mí y eso es precisamente lo que le más le gusta. Me saluda casi como si fuésemos dos extraños, pero poco a poco va cediendo. Su cuerpo me reconoce y se acerca a mí. Me roza la pierna con su pie. Se deja abrazar y la siento tensarse entre mis brazos. Sabía que ese enojo no le duraría gran cosa. Caminamos juntos y sacamos fotografías. Encontramos a un patán y nos burlamos de él. Compro un pan para mí. Caminamos hacia el muelle principal, a orillas del lago. Regresamos para tomar el transporte a nuestro destino. El lago parece perfecto para una postal. Pensamos en colarnos a una fiesta a la que no estamos invitados, pero al final nos decidimos por otro lugar, donde compramos algo para comer. La imagen que nos enmarca es perfecta. Salimos de la postal para regresar a un mundo más real. Ambos tenemos urgencia de besos y de caricias y vamos por ellas. Una noche pletórica de excesos a la que muy pocos pueden acceder. Todos tienen lo que se merecen: nosotros tenemos lo mejor.

 

sábado, 2 de enero de 2021

La envoltura de mi cuerpo endeble

 



flota en la frontera

entre el sueño y la realidad

 

Quiero dibujar más que escribir

sueño que quiero dibujar

líneas gruesas


            descuidadas

 

Despierto antes que el reloj

sin mucho mérito  

Los fantasmas cantan más allá de estas paredes

no han dormido en toda la noche

 

El cuaderno huye de mí

cubierto de huellas azules

de gaviotas

yo pienso en la mujer

que me espera junto al lago

sin horarios

 

Quiero volver a la cama


          y dormir

Si

lo

logro

si puedo dormir

a pesar de las voces desgarradas de allá afuera

podré sumergirme en las incertidumbres

de un cuento de Cortázar

 

Los rincones de esta casa huelen a humedad

y a tedio

No recuerdo mis sueños

pero me invade la certeza de que trataba de no soñar

de no pensar


           quiero dejar de pensar





viernes, 1 de enero de 2021

Hoja 9

 


 

La mañana es fría. Busco una forma de disciplinarme para escribir, por eso lo hago a esta hora, cuando nada ha sucedido todavía, o lo único que ha pasado está en los sueños. Mi problema, si no lo he dicho antes, es que yo no sueño o, para decirlo de manera más precisa, yo no recuerdo lo que sueño. Debería, sí, ser capaz de inventar algo, de hacer surgir alguna historia casi completa de un baúl lleno de recuerdos, como cables enredados con otros cables y con juguetes. Debí escribir hace media hora, cuando las ideas se atropellaban en mi cerebro, en la semioscuridad. Cierro los ojos para tratar de recuperarlas. Solo hay imágenes confusas, una firma sobre las piernas de un androide de apariencia femenina y curvas exquisitas. Es hora de levantarme. Otra vez tengo muchas cosas qué hacer y solo un día para que el año se termine. Pienso que no conozco a nadie tan indisciplinado como yo, a pesar de lo que diga la gente a mi alrededor. Trato de organizar mentalmente los pendientes, entre ellos, dejar el piso libre de cabellos de mujer. Eso me recuerda los aretes que aún están sobre la mesa de noche, y el vestido perfumado que ella dejó sobre el cesto de la ropa sucia. Esos aretes se parecen a otros. Hace muchos años, era un lugar más frío que éste.

 

América entró en mi cuarto con el pretexto de continuar la conversación iniciada durante la fiesta. Luego los besos, su insistencia por desnudarme, su boca cálida recorriendo mi piel, envolviendo mi miembro: sus manos llevando las mías a los lugares de su cuerpo que suplicaban mis caricias. Su prima en la habitación de al lado, ignorante o cómplice (¿cómo saberlo?), La otra imagen, la imagen de lo que no sucedió, pero que viene a mi memoria cada que recuerdo sus pulseras y sus aretes, en la mesa de noche de una habitación a la que jamás volví.

 

Decidí escribir a esta hora, cuando aún nada sucede. El saxofonista insiste en llamarme viejo lobo de mar. Me agradece las pláticas nocturnas, donde el tema central es esa peligrosa droga a la que todos llaman amor. Yo me vuelvo a sentir como las otras veces, cuando la gente habla de las cosas que digo y hago, y de las que, realmente, tengo muy poca idea. No me considero un fraude, pero no soy tan bueno ni tan disciplinado como ellos lo piensan. Aun así, “Gracias a mis amigos que se parecen a los Beats”, como escribió el poeta triste una noche de éstas, que se hacen tan cortas hablando de filosofía y literatura, de mujeres, de feministas y feministos, y de que este mundo se va, irremediablemente, con rumbo fijo hacia el carajo.

 

Mañana, a esta misma hora, estaré esperando el autobús, metido en el fragmento de una historia con tintes de cuento de Cortázar. Como sucede con la mayoría de mis viajes, este también lo provoca una mujer. En ese pueblo me encontraré con una mujer, ahí espero obtener los besos de otra mujer que conoce de cerca mi descaro.