jueves, 7 de enero de 2021

Hoja 14

 

 


Otra mañana de invierno. Otra vez el dolor en la garganta. Otra vez la necesidad del fuego que me calme un poco. Otra vez buscar a tientas la botella de mezcal para encontrarla vacía. Por la ventana se cuela un poco de luz y el sonido de un ave que más bien parece un hipo descontrolado y no un canto o un trino. Una semana. Una semana y esta cama no huele a perfume o a noche salvaje. No hay te amos estridentes colgados del techo ni de la pared. No hay cabellos de mujer en esta almohada. No hay un cuerpo tibio buscando mis brazos con urgencia, pidiendo, suplicando un beso en la mejilla, en el cuello o en los labios.  Falta un ¿todo está bien? 

Necesito más mezcal. Es domingo y quiero dormir. Ella se encuentra lejos, en otra cama, entre otros brazos y otros sueños. Cierro los ojos y duermo con la pluma entre los dedos y pienso en llamarle, en romper sus rutinas solo porque sí, solo para recordarle que, aún en la distancia, sigue siendo mía.

 

 

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