sábado, 28 de agosto de 2010

Frente a la marquesina




El hombre cruzó sin prisa las calles encharcadas de la ciudad. Los ecos de sus pasos resonaban en las mojadas aceras de cantera. Sacó la mano izquierda del bolsillo de su chamarra de cuero y echó un vistazo al reloj de plata que le diera su padre antes de morir.


-La hora de las brujas -Dijo para sí, sonriendo.


No era una hora muy cuerda para estar caminando por la ciudad, pero esas caminatas nocturnas sobre calles recién bañadas de lluvia, el olor a cantera mojada, y la luna creciente que iluminaba sus hombros y espalda le hacían sentir increíblemente vivo.

Se detuvo frente a la marquesina del viejo cine. Aquél en el que viera las primeras películas, siendo apenas un niño. De vaqueros, recordó...

El viento fresco de la madrugada sopló con más fuerza, agitando su cabello negro, llevando consigo más olor a lluvia, cargado con recuerdos de viejos amores y aquellos mil besos jamás olvidados. 

Volvió hacia arriba la mirada para leer el título de la película que se había estrenado esa noche, apenas unas cuantas horas antes: Los hombres que no amaban a las mujeres.

No pudo evitar volver a sonreir, ¿qué hombre en su sano juicio podría decidir no amar a las mujeres, prueba innequívoca de que dios existe?

Y mientras pensaba en esto, comenzó a caminar hasta volver a perderse entre las sombras de esas calles solitarias.



Sonrió otra vez. Ya no intentaría entenderlas... Él había decidido amarlas...




viernes, 27 de agosto de 2010

Palabras mágicas



Hoy me has dicho al oído dos palabras,
tan sencillas y tan tiernas
que dieron ilusión a mi existencia...

El timbre de tu voz sonó más musical que de costumbre
y escucharlo fue mas dulce que un te amo,
más excitante que un te necesito...

Y la magia se hizo presente
en el instante mismo en que dijiste:

Esta noche...

esta noche...







¡YO INVITO!









Jajajaja...








¡Salud!

sábado, 21 de agosto de 2010

Celosa


Me encontraba en la oficina de Marlén, admirando los radiantes ojos negros mientras platicábamos de cosas sin importancia. A veces es relajante simplemente descubrir los gustos literarios o fílmicos de las personas y dejar de lado el deber diario por un rato.

Marlén preguntó algo que yo no quería contestar:




-Bueno... ¿y ya no te has ido a pasear con chicas guapas a altas horas de la noche?



Ella dice que me vio caminando por las calles adoquinadas del centro de la ciudad del brazo de una rubia de cabello largo y falda corta. Muy corta. Yo le respondo que no sé de que me habla. Lo más seguro es que se haya tratado de un tipo igualito a mi y al cual yo no conozco.


Además, ni era tan noche.


Busco en mi interior la diplomacia característica de un caballero de mi alta alcurnia para darle la vuelta a la pregunta y no responder cuando, providencialmente, suena mi teléfono celular.




Llamada entrante: Xiomara...




Que raro. Xiomara nunca me habla en horas de oficina, por lo que deduzco que puede ser una emergencia, pero antes de que pueda preguntar qué pasa una voz de mujer molesta me interrumpe desde el otro lado de la línea:




-¿Por qué a Paola si la invitas a salir y a mi no?
-¿Eh?
-Sí, no te hagas... Ya me dijo que se fueron al cine, móndrigo...
-Yo...




Me quedo congelado. No esperaba algo así y mi reacción natural es simplemente reir. Risa nerviosa, si se quiere.



-¡Y encima te ríes, infeliz!
-¿Qué esperabas que hiciera?
-¿Por qué no sales conmigo y con ella sí?
-Las últimas tres semanas salí dos veces contigo, al café y al bar y con ella solo una, así que en teoría salgo más contigo que con ella... Además, tú tienes la culpa por presentarme chicas guapas...




Marlén, del otro lado del escritorio no aguanta la risa. Ella no conoce de mi cinismo. Tiene poco tiempo de tratarme.




-Sí pero con ella te fuiste al cine. ¿Por qué a ella si la invitas y a mi no?
-Porque sale más temprano de trabajar. Alcanzamos a ir a las funciones más baratas. Tú ya sales muy noche.
-No es justo. No es justo que salgas con alguien que yo te presenté...
-Pues sí. Me la presentaste y nos hicimos amigos. Así como tú y yo. Recuerda que tengo muchas amigas y en algún momento tengo que salir con ellas.
-No quiero.
-Oye, ¿en verdad solo me llamaste para eso? -Pregunto con cierta incredulidad.
-Sí. Es que estaba hablando con ella y me dijo fuimos con el Borrachito a ver una película y bla, bla, bla...
-Ja. Eres una celosa Xiomara.
-Así soy con mis amigos.
-Ya me di cuenta. En fin, debo colgar. Tengo que regresar al trabajo.
-Está bien. ¿Me llamas al rato?
-Si. Pero hasta en la noche.
-¿Ves? No me quieres.
-Claro que te quiero. Bye.




Marlén abre aún más sus resplandecientes ojos negros y pregunta:




-¿Se enojó?
-Sí. Un poco. Pero debe entender que mis amistades son muchas y las debo atender. Por cierto, si tienes una fiesta en puerta me invitas, ¿va?
-Claro Borrachito, con mucho gusto, ya sabes.
-Bueno me despido. Tú me avisas.
-¿Qué te parece este fin de semana?
-Me encanta la idea. Yo paso por ti.
-Perfecto. Besitos. Bye.



¡Ah, que bonito es lo bonito!
¡Salud... por la libertad!

sábado, 14 de agosto de 2010

Niños


He llegado al bar con dificultad, arrastrándome sobre mis pasos. El ruido del tráfico resuena sordamente dentro de mi cabeza. Las últimas horas han sido algo confusas para mí y lo único que ansío es llegar a un lugar conocido.

Chuy, desde la barra, se percata de mi estropeado estado y se acerca rápidamente a la puerta para ayudarme a entrar. Siento una enorme debilidad: Esos monstruos deben haber chupado mi energía vital, concluyo.



-¿Que te pasa Borracho? Estás palido, te ves tenso y... nervioso.
-Si mi estimado Chuy. Estoy cansado. Me duelen las mandríbulas de tenerlas apretadas para poder soportar tanto tiempo rodeado de esas cosas.
-¿Qué cosas?
-Esas cositas pequeñas y molestas que revolotean sin control.
-¿Moscas?
-No.
-¿Cucarachas?
-No. Esas cositas de cachetes regordetes que corren y gritan y comen y...
-¿Niños?
-Sí. Esas cosas radiactivas.
-Cálmate. Tómate este tequila. Respira. ¿Te sientes mejor?
-Sí. Ya estoy más tranquilo. Pero aún no puedo sacar de mi cabeza el griterío de la multitud de enanos.
-Me imagino. Debió ser terrible.


No tienes idea, mi buen barman. Aún siento vibrar sus gritos dentro de mi cabeza. El zumbido agobiante, como estar atrapado dentro de un panal de avispas. Me duele la quijada por apretar las muelas para tratar de ignorarlos. Ya no podía resistir más.

Poco a poco el tequila se integra a mi torrente sanguíneo y, por un momento, puedo olvidar a los Gremlins que se multiplican cuando les das a probar pizza.

Odio a los niños...



martes, 10 de agosto de 2010

El regreso de Golondrina

¿Quién te dijo que el amor no duele, niña mía?
Borracho.

Feliz cumpleaños...




La lluvia era ligera pero pertinaz. El viento frío parecía darle un color aún más gris a esa tarde de verano y, sobre la colina, el viejo árbol lucía dispuesto a desafiar a los elementos, lo cual es fácil de hacer cuando se sabe que la espera valdrá la pena.

Sin embargo, después de un año, la pequeña golondrina no apareció.

Lluvia golpeando al árbol con fuerza creciente, más frío, penumbra y finalmente oscuridad. Decepción.


~ 0 ~ ~ 0 ~ ~ 0 ~ ~ 0 ~


Al día siguiente, al tocar apenas la luz del sol con sus primeros rayos la copa del árbol, el canto de la golondrina surgió nítido entre sus ramas.

Los árboles no sonríen, no tienen boca con qué hacerlo, pero había una sonrisa en su alma al reconocer el trino de Golondrina. Su golondrina.


-¡Hola!
-Hola pequeña.
-¿Cómo te va?
-No me puedo quejar: Soy un árbol sin boca...


Por extraño que parezca, a ella le gustaba ese ácido sentido del humor. La ironía de ese árbol duro, a quien había extrañado por espacio de un año. Año que había parecido ser más largo que el anterior, por increíble que esto suene. Justo ahora se acercaba al tronco del viejo árbol y le abrazaba con las suaves alas.


-Te extrañé.
-Y yo a ti mi niña.
-Sabes... Hice lo que tú me dijiste... Le di una oportunidad.
-Lo imaginé.


Si. Imaginarlo es la parte fácil, no así escucharlo de la propia voz de Golondrina. Voz diáfana y musical pero que es capaz de herir como una espada, aunque sea involuntariamente.


-Me dejó -Dijo Golondrina en una triste exhalación.


¡Increíble! ¿Qué mediocre golondrina podría dejar escapar a alguien como ella? Plena de juventud, belleza y... amor.


-¿Por qué?
-No me entendió. No sabe volar. No como tú y yo.


Metáforas. Los árboles no vuelan, por supuesto. Pero el cariño que existía entre los dos, que había existido entre ambos, los hacía entenderse en un nivel diferente, dónde a él no le faltaban las alas de ella, ni a ella le hacían falta los años de él para comprenderse mutuamente. ¿Amor? ¿Es posible llamarle así después de un año de ausencia y añoranza? ¿De qué otra manera llamarle? ¿Obsesión?


~ 0 ~ ~ 0 ~ ~ 0 ~ ~ 0 ~


Ni Árbol ni Golondrina se percataron del proyectil, extasiados como estaban en la contemplación del otro. La civilización se había acercado peligrosamente y alguno de los niños del pueblo, que jugaba cerca de las raíces, lanzó la piedra que rozó el ala izquierda de la frágil ave. Árbol le vio caer, incapaz de hacer nada para protegerla, para detener su caída.

Maldita condición de árbol inmóvil, inerte, inútil...

El poeta se dio cuenta del percance inmediatamente. Cerró el libro de pastas negras y se acercó a recoger a la pequeña avecilla herida. De manera inconsciente sintió una ola de preocupación al situarse debajo de la sombra que prodigaba el anciano árbol. Los poetas entienden el lenguaje de la naturaleza, en especial, el lenguaje del amor.

Asintió como si realmente escuchara el mensaje del gigante de madera y llevó a la golondrina a su casa para curarla. La colocó en una jaula y le atendió con la dedicación y esmero de alguien que valora la belleza de la vida. Lamentablemente, el pequeño corazón no resistió. Murió al caer la noche. Como el día que llega a su fin después del esplendoroso atardecer... justo entre las tibias manos del poeta.

Árbol se enteró al instante. Existía entre él y Golondrina un vínculo que nadie podía siquiera imaginar. Sintió como su corazón de madera se fracturaba ante la sensación de haber perdido de manera definitiva a la única criatura que le había hecho conocer el amor. El verdadero. Por primera vez en 200 años deseó no haber conocido jamás ese sentimiento que, justo ahora, dolía tanto.

¿Quién dijo que el amor no duele?

Esa noche, sobre la colina volvió a llover. Esta vez para disfrazar las lágrimas del árbol abatido por la pérdida de Golondrina. Su Golondrina.


-No quiero vivir si no está ella.


Fue lo que escuchó el poeta entre el golpeteo de las gruesas gotas de lluvia que daban de lleno en su ventana. Y apagó la luz.


~ 0 ~ ~ 0 ~ ~ 0 ~ ~ 0 ~


La civilización fue la encargada de conceder al árbol su deseo. Justo por la colina debía pasar el nuevo camino que la modernidad demandaba para hacer llegar los frutos de las cosechas a su destino en los pueblos de más reciente formación. Así que, el árbol de más de dos siglos fue sacrificado en aras de la prosperidad. De cualquier manera, ya no tenía caso vivir, era un árbol sin corazón. Había muerto junto con Golondrina.


~ 0 ~ ~ 0 ~ ~ 0 ~ ~ 0 ~


El poeta tomó las hojas con parsimonia. Él, personalmente había supervisado el proceso que convirtiera al viejo árbol en papel, materia prima que el artista valoraba como ninguna otra utilizada hasta entonces. Abrió el cajón y sacó el tintero. Encendió la lámpara de su mesa de trabajo y procedió a abrir el recipiente de plata donde guardó las cenizas de la golondrina. Mezcló las cenizas con la tinta ayudado por un abate-lenguas de madera roto.

Los aromas de la primavera se presentían ya en el ambiente, entrando a raudales por la ventana abierta. Cerró las dos hojas, haciendo a un lado la cortina para poder observar la luna llena, que en su pálido resplandor ilumina de luz el cielo y de inspiración el corazón de los poetas. Se sentó y comenzó a escribir.


Nocturno.

No puedo decirte que te quiero. Lo justo sería decir que necesito hacerlo...


La tinta se absorbió de manera perfecta en el papel especial y, al terminar el poema, el artista aspiró el dulce olor que desprendía su obra. Firmó con sus iniciales y sonrió satisfecho.


-A partir de esta noche, las almas de Árbol y Golondrina quedan unidas para siempre -Dijo el poeta en un susurro...


Y apagó la luz.