viernes, 1 de mayo de 2015

El cantautor



Las luces del área de mesas se apagan y un haz circular golpea con su intensidad el escenario.  Al centro hay un hombre joven que intenta ocultar las ojeras bajo el ala de un sombrero panameño estilo Savannah. Lleva unos jeans raídos y Chuck Converse en color rojo. Es flaco, como la mayoría de los músicos que ella conoce.

Junto a la chica están sentadas dos amigas suyas, tan ruidosas como ella misma. Ambas se despiden dándole un beso en la mejilla justo a la una de la mañana. 

Dos mojitos más generan en ella un calor corporal generalizado y la valentía suficiente. Toma una servilleta y escribe algo con un bolígrafo de tinta azul. La dobla en cuatro partes más y presiona sus labios -previamente retocados- marcando en ella un beso color vino. Se levanta decidida y coloca aquel pedazo de papel sobre el atril, para después volver a su mesa,  frente al joven trovador que en ese momento termina la pieza que interpretaba.

Acostumbrado a tales demostraciones, toma la servilleta y la lee en silencio. No puede evitar sonreír ante el Me gustas que ha vuelto a colocar sobre el atril. Busca los ojos de la chica con la mirada y les saluda con una ligera inclinación de cabeza. 

Ella usa una chaqueta beige con zipper al frente. Lleva además una blusa blanca  y  shorts azul cielo de botones metálicos. Las zapatillas son exactamente del mismo tono que la chaqueta y están rematados en la parte externa por un adorno cromado, con forma de hebilla, de unos dos centímetros de ancho.

Cuando termina la presentación sólo quedan unas diez personas en el bar, contándola a ella. Él mete la guitarra al estuche y se coloca éste en el hombro. Salta desde el escenario ignorando, como siempre lo hace, los tres escalones que hay para bajar.  Se dirige a la mesa donde ella corre una silla para que se siente a su lado, mientras el ron y la emoción hacen hervir esas tersas mejillas.

Beben un poco más. Intercambian nombres y números telefónicos. No tardan mucho en llegar los primeros besos, las primeras caricias. Fuman un cigarro light entre los dos y van en busca de un lugar donde los cuerpos se acaricien con más libertades. En determinado momento ella sujeta las manos de él y le impide continuar al tiempo que dice, con voz entrecortada: No, no quiero...

Él cree haber escuchado la negativa, pero no está seguro. Decide proseguir acariciando, besando, provocando; pero ella vuelve a decir  que no.

Se siente irritado. El cuerpo que tiembla entre sus brazos grita sí, pero aquella voz diminuta ha manifestado su decisión. Él se resigna al fin y se aparta de ella. En su mente surge un término que descubrió recientemente: calientachiles*

El cantautor podría molestarse con toda justicia, pero tiene un mejor plan, el cual va detallando en su mente mientras se coloca la camiseta. 

Lo primero es retirarse con algo de dignidad; ésta noche se perdió una batalla, pero se avecinan varias más, eso es seguro. Así que no hay porqué desgastarse. 

Lo siguiente –lo que constituye la verdadera revancha– es hacer que la chica se apasione, que sea ella quien lo busque, llevarla a un punto en el que estar con él se torne prácticamente una necesidad. 

El medio en el que se desenvuelve le ha dado al cantautor las herramientas para llevar a cabo lo que se propone: hábil en el uso de las palabras y conocedor de la psicologia femenina, sabe lo que las mujeres quieren escuchar.

Pero el recurso principal con el que cuenta es la paciencia. Él no corre ninguna prisa y estas cacerías le producen infinito placer. Sabe que las llamadas que le conteste, los mensajes que le envíe, las inflexiones de voz, las palabras escogidas con precisión quirúrgica, le conducirán a lo planeado: que sea ella quien suplique estar en su cama.

Es jueves por la tarde cuando aparece en el móvil del muchacho el mensaje que le hace sonreír de manera triunfal: Me haces desearte como una maldita loca... 

Aún sonriendo, pone el celular en modo silencioso, luego entrelaza los dedos de las manos detrás de la nuca y se recarga cómodamente en la butaca del cine. Mientras aparecen las primeras imágenes en la pantalla piensa que la paciencia es parte fundamental de su estrategia y se pregunta si ella también la tendrá. Probablemente hoy mismo obtenga la respuesta, pues ha decidido contestar el mensaje tres horas más tarde...




*Calientachiles es un adjetivo que mi amigo Manteka describe de manera magistral. Si quieres saber de qué se trata, da clic en el enlace que se encuentra en el texto.

¡Salud!