lunes, 1 de agosto de 2016

Poesía y poemas



Me despierto. Tras un primer momento de dificultad y enfoque, comienzo a descubrir en mi habitación  las cosas comunes que me rodean. Todo es cotidiano aquí y afuera. Los objetos aquí, los ruidos afuera.

Meto la mano en el bolsillo del pantalón y cae de él una hoja de papel descuidadamente doblada. No recuerdo qué escribí en ella, así que la extiendo para averiguarlo. Las lagunas mentales han sido más frecuentes desde hace dos años. 

Dos palabras, separadas por el operador relacional de diferencia, escritas con un delineador de ojos, me parece. No es mi letra, parece de mujer:


Poema ≠ Poesía


Un poema no es la poesía. La poesía no es igual a un poema. Lo leo tres veces. No entiendo.

Siempre he sido malo con los conceptos. Me visto y la jaqueca me recuerda que me prometí no volver a tomar. No es la primera promesa que rompo y tampoco será la última.

Decido ir a la fuente: preguntarle a un poeta. Conozco uno de verdad: desamparado y sombrío, hundido en la desesperanza, triste como un condenado.

Lo encuentro en el bar de siempre, apoyando los codos sobre la barra. Contempla la espuma de un tarro de cerveza y tararea una canción en inglés de un vídeo que se proyecta en la única pantalla del lugar. Arrastro un banco y me siento junto a él. También pido una cerveza en tarro para mí. Él se da cuenta de mi presencia y me saluda con una ligera inclinación de cabeza. Se acicala la barba entrecana con la mano izquierda, en un gesto que más parece un tic,


–Maestro –digo yo con toda reverencia, –tengo una duda que usted me puede ayudar a resolver: ¿Cuál es la diferencia entre una poesía y un poema?

Me mira con los ojos enrojecidos que he reconocido frente a mi propio espejo, justo a medio camino entre la sobriedad y la embriaguez. Yo he sido esos mismos ojos muchas veces. Demasiadas, tal vez.

Muy simple: la poesía se encuentra en todas las cosas, el poema es una construcción literaria que nos sirve para enunciar la poesía que se encuentra contenida en todo lo que existe.

Ambos quedamos en silencio. Él vuelve distraídamente la vista a la pantalla que ilumina de manera tenue e intermitente la pared norte del bar y yo doy un largo sorbo a mi cerveza. Me concentro para encontrarle sentido a lo que se acaba de decir y comienzo un soliloquio que no exteriorizo.

Sí, es cierto. La poesía existe en todo lo que puedo percibir: un amanecer, la lluvia de anoche, el olor a pan recién horneado, las despedidas en los aeropuertos, el amor que se aleja de mí por carretera, el sexo indiscriminado y salvaje, el aroma del cabello de una mujer, la luna, la tristeza, el beso de los incautos, de los adolescentes. La poesía existe en el dolor, en la agonía, en la desesperanza e incluso en este tarro de cerveza vacío que pido me llenen una y otra vez. Hay poesía en las lágrimas que me rehúso a liberar, en esta sensación de embriaguez, en la cara sucia de las niñas de la calle, en una copa rota, en mi madre, en los accidentes mortales, en las prostitutas...

Si Antonio Machado encontró poesía en Las Moscas, yo puedo encontrarla también, creo. Quiero creerlo. 

Mis procesos mentales me conducen a pensar otras cosas, que se relacionan y no: ¿Sólo los seres humanos entienden la  poesía y crean poemas? ¿Los otros seres, carecen de esta capacidad? ¿Y si todos los seres puesto que son poesía en sí mismos, lo hacen, pero nosotros, en nuestra ignorancia, no podemos entenderlo? ¿Las moscas y los otros insectos son poesía, entonces, ¿escriben poemas?

Me traslado otra vez a uno de esos mundos creados por mi imaginación y descubro a un escarabajo desarrollando un texto poético impresionante. Me pregunto por qué su ritmo, su cadencia y su estilo me parecen tan sublimes. Pronto llego a una respuesta: es obvio, tiene una inspiración, una musa o, dicho de manera más apropiada, una escara-musa...