sábado, 31 de julio de 2010

Pregunta machista




Me encuentro sentado junto a la barra del bar. Es una tarde calurosa y la cerveza XX Lager que pedí hace unos minutos es una fiesta para mis sentidos. Siento que algo me falta así que solicito al barman unos churritos con salsa valentina para acompañar mi chela.

Este es un lugar privilegiado. Veo pasar a las chicas que intentan combatir el calor a fuerza de acortar las dimensiones de sus prendas y, además, desde aquí puedo escuchar lo que comentan muchos de los parroquianos. Al menos mientras no toque la banda del bar.

En la mesa que queda a mi izquierda escucho la siguiente pregunta:


-Oye wei, ¿tú que prefieres, una gordita bonita o una fea pero bien buenota?


Así que, mis queridos lectores y lectoras, no pude resistir la tentación de trasladar la pregunta a este espacio. Requiero su ayuda para resolverme esta duda existencial:

¿Qué es mejor?




¡Salud!

lunes, 26 de julio de 2010

Amores Perros

Fábula: Breve relato ficticio en prosa o en verso con intención didáctica frecuentemente manifestada en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados.
Real Academia Española.



Señor conductor, hágame un favor:
écheme pa' un lado, no me deje peor.

Iba pa' mi casa por la carretera,
kilómetro 5, me encontré una perra.

Le ladré con gusto, le aventé los canes
y si andas perdida puedo acompañarte.

Mas mi perra suerte si que andaba mal,
me volteé pa un lado, ¿quién lo iba a pensar?
que por una pinche perra, pus me iban a atropellar.

Solo sentí un golpe sobre mi estructura
y ¿quién creen que fue? Fue un camión de la basura,
¡fue un camión de la basura!
me quitó -ohohoh- pus me quitó la calentura.

No te aflijas doggie, me dijo el Gran Boss,
yo si te comprendo y a mi me pasó.
Yo también tuve una perra que me pago mal,
estamos iguales, ¡estamos iguales animal!
una perra nos pagó mal
y ¡que chingue a su madre la que no me supo amar!*




La pregunta aquí, mis queridos educandos es: ¿Cuál creen ustedes que es la moraleja de esta historia?



¡Salud!


[*Canción: Blues del perro; compositor: Armando Palomas; álbum: Una cuarta]

sábado, 24 de julio de 2010

El Padre Pistolas




No acostumbro a ir a misa. Prefiero evitarlo en la medida de lo posible, pero hoy es un evento especial. Trato de concentrarme en la arquitectura del lugar para evitar que salga de mi boca algún comentario que pudiera causar la molestia de mi madre. Para ella sigo siendo el niño rebelde que los domingos se llevaba el cuento de Kalimán a la iglesia para no tener que oir el sermón.

En el piso de piedra de la capilla resuenan unos pasos. Veo pasar a mi lado a un tipo muy alto, botas y sombrero. Le calculo un poco más de 50 años por el bigote cano. Su indumentaria me recuerda a Otto el de la serie de Malcolm el de en medio.

Él es el padre Pistolas, me dice mi madre al oído y yo no lo puedo creer. Ya antes había oído de este personaje y pensaba que era una leyenda urbana. Por primera vez en muchos años presto atención a las lecturas, especialmente el sermón me tiene fascinado:


-Martha tenía dos hermanitos: Lázaro y Magdalena, quien era muy bonita pero no se portaba muy bien que digamos.

Comenta el padre mientras lanza una sonrisa pícara y continúa:

Dice la lectura que mientras Martha estaba limpiando, Magdalena escuchaba lo que decía Jesús y, obviamente, Martha se enojó y le dijo a Jesús.


-Señor, dile que me ayude. Nomás se está haciendo taruga.


Y Jesús le contestó:


-Déjala, ella escogió la mejor parte. Escucharme a mi...


Ahora ya nadie escucha -dice el Padre con disgusto. Conozco así de gente que se van a trabajar, hombre y mujer, son maestros o lo que ustedes quieran y por desgracia a los niños nadie los atiende. Conozco a quienes se han suicidado siendo muy ricos, con alberca y todo, pero la señora jamás tuvo tiempo de atender al marido.

Y María Magdalena escuchaba... ¡Si hablar es muy fácil, escuchar no!

Tengo 27 años yendo a México y se me junta una filota de señores y les digo confiésense con otro.


-Es que los otros padres lo ponen a uno todo nervioso, Padre ¿qué va a andar uno confesando asi, si lo traen a la carrera?


Ni siquiera los sacerdotes quieren escuchar. Y conmigo nos aventamos media hora, una hora, ¡lo que duren! y muchos salen llorando. Tienen hasta 40 años sin confesarse, como algunos que veo por aquí...

Lo primero que se necesita es paciencia y saber escuchar.

Imagínense a mis norteñitos -dice el Padre Pistolas haciendo alusión a los migrantes que visita en Estados Unidos- que cada tres años vienen por un mes y se la pasan pedos todo el mes. ¿Cuándo escuchan a sus hijas? ¡De putas no las bajan!, discúlpenme la expresión, ¿cuándo escuchan a sus esposas? Y luego se quejan, ¡pero no las atienden! Óiganme, si lo principal es la relación personal con las esposas, con los maridos, con los hijos.

Tampoco los hijos escuchan a sus padres:


Mira hijo, no te vayas a sacar una vieja de esas de la calle...
No llegues tan noche...
No te emborraches. Cuando manejes ya deja la camioneta por ahi encargada.


¿Cuándo escuchan sus hijos a sus padres?

Yo les digo: oye, tu hijo me rebasa, ta' medio loco. El otro día me echó pa'abajo de la carretera, no le prestes la camioneta...


-Uh Padre -se quitó el sombrero, se rascó los piojos y me dijo- si le quito las llaves ¡me pega, ya no me ayuda!¡y la culpa la tiene su madre que lo consiente!


¿Y cuál es la consecuencia? -Pregunta el padrecito viéndonos con mirada acusadora-. Alrededor de la laguna de Cuitzeo hay un montón de cruces de accidentados muertos que no pasan de los 26 años... y también hay chamacas.

Hay un hermano que es doctor; a los 55 años ya estaba bien acabado. Le digo yo:


-Hermano, te va a llevar la fregada, ¡ya ni nalgas tienes! Deja ese méndigo cigarro.


Dos cajetillas de Marlboro diario y cuando cayó en el hospital, le encontraron un cáncer del tamaño de una naranja, de lo más maligno...

¡Y cómo hay viejas fumadoras! A veces vamos a paseos y dicen: Ay, Padre, quiero ir al baño... ¡Cuál baño!¡Ya están que se queman por echarse el cigarrito!

Me dice una enfermera:


-Yo no le hago daño a nadie. Yo me fumo una cajetilla todos los días pero en el patio de mi casa.


Le dije


-A ver siéntese ai... Señora enfermera, ¿cuánto te cuesta la cajetilla?
-Treinta pesos.
-¿No le hacen falta de leche a tus hijos? Y nos echas a perder a todos el ambiente y lo peor de todo que te va a llevar la fregada y todos vamos a pagar de nuestros impuestos, nos vamos a joder a estarte pagando las quimioterapias y todas las medicinas... ¡y nos tiznas a todos!


Ustedes tomen conciencia, que la humanidad, que este país,que ahora está tan amenazado de la familia y no precisamente de la católica...

Hace una pausa, como si se acordara de algo.


Y todavía mi amigo Calderón pregunta ¿que cuál será la causa? Que no se haga tarugo, ¡si no hay trabajo, nos pagan mal nuestras cosechas, le suben a la gasolina y a todos nos está afectando, mis pobres norteños ya no tienen pa' tragar, por eso ya ni voy!


Se contiene un poco, como recordando que tiene que finalizar el rito de la misa y concluye:

Ya para terminar con esto, les pido por favor recordar que Dios está en nosotros, en los niños, en los borrachos, en los locos, en las prostitutas... Hay que tratarlos con amor y respeto...

Mi hermano, quien se ha hecho casi tan escéptico como yo a golpe de buenas lecturas, me dice así, si vengo a misa.

Estoy de acuerdo, carnal. Espero que el padrecito se siente a nuestra mesa. Tal vez me acepte un tequilita y podamos platicar un poco más con él.



¡Salud!

sábado, 17 de julio de 2010

Dime


No puedo evitar sentirme curioso.

¿Podrías decirme, por favor, cómo hiciste para acabar con todo el amor que sentía por ti?

Y es que no puedes negar el nivel superlativo de esos sentimientos... al menos durante aquellos lejanos días.

Aún recuerdo las mañanas en que despertaba añorando los dulces besos soñados toda la noche, besos de miel y cerveza, de fuego y rosas, besos que me hacían vibrar, sentirme vivo.

Ahora me encuentro aquí, de pie, a unos 20 metros de llegar a tu casa, inmóvil. No deseo avanzar. Siento náuseas, fastidio, asco de ti.

Es gracioso. Incluso ahora, puedo notar como sonrío al pensar en estas cosas.

Me pregunto cómo lograste en mi este efecto, si hace dos años llamarte mi ángel era tan natural en mi voz que a nadie le extrañaba.

Dime en qué momento te volviste esa fría persona: vana, vacía, celosa, difícil de tratar. ¿Dónde quedó la inocencia, la ternura? ¿Cuándo mataste a la hermosa mujer de la que yo me enamoré? ¿Cuándo surgió esta irreconocible criatura, llena de vanidad y soberbia?

Y pensar que hubo un momento en que, para mi, tus defectos eran fáciles de ignorar o, al menos, sencillos de sobrellevar.

Dime cómo hemos de llamarle de ahora en adelante a eso que hacemos, y que, a todas luces, es imposible llamar amor.

Dime por qué mientras te beso, no puedo dejar de pensar en Ella, por qué prefiero las suaves ondas de su cabello negro que tus rizos artificialmente rubios y por qué mis labios se deslizan con más suavidad por su espalda alabastrina que sobre tus hombros de piel apiñonada... por qué sus besos hacen hervir mi sangre y los tuyos han perdido sabor y esencia.

Dime por qué, de pie en la esquina, justo antes de llegar a tu casa, lo único que ansío es poder escapar lo más pronto posible... Para verme con Ella.





sábado, 10 de julio de 2010

Claudia

" bésenle la nuca a Claudia..."
Armando Palomas.





-Romero Pichardo Claudia Rebecca...



No hubo respuesta. Así que el profesor siguió pasando lista con indiferencia. Era obvio que a él no le preocupaba mucho que Claudia no hubiese llegado, pero a mi si. Y es que afuera llovía y las calles mojadas de la ciudad son muy peligrosas. Sentí una sensación rara en el pecho. Ya cuando fui un poco mayor, descubrí que eso que yo sentía, se llamaba angustia. La causa era Ella.


Me gustaba. Me gustaba desde que en segundo de primaria nos sentaron por orden de lista. Ella detrás de mi, lo cual era una bendición. De esta manera, cuando ella llegaba tarde, dejaba tras si una deliciosa estela a champú Johnson No Más Lágrimas que era como una droga. Yo disfrutaba ese rico perfume proveniente de los rubios cabellos lacios cerrando los ojos y aspirando como si fuera la última bocanada de aire en un transbordador espacial que está a punto de estallar.


Esa niña me latía tanto, que no me importaba que mis amigos dijeran que estaba orejona o que estaba demasiado flaca. Un palo de escoba, solían decirme para que yo me molestara. Esos ojos café eran los segundos ojos café más bellos que yo había visto en toda mi corta vida.


Cuando pasamos a quinto año, decidieron acomodarnos por promedios y la mandaron hasta la tercera linea de pupitres. Me la quitaron. Me privaron de su presencia. De sus intentos por copiarme la tarea. Pero como le tocaba sentarse en el primer lugar de la linea y yo era el sexto de mi fila, podía observarla descaradamente, fingiendo que ponía atención a lo que nos enseñaba el maestro Cortés Ponce, rudo catedrático de la Escuela Primaria Urbana Federal Mariano Michelena, clave 16DPR2835T.


Pero yo seguía preocupado. Afuera aún llovía a cántaros y ella todavía no llegaba.


Benjamín, mi mejor amigo y yo nos la disputábamos. Eramos rivales, por así decirlo.



-Es mi novia, Benjas.
-Que no. Te digo que es mi novia.



Seguramente ella nunca se enteró de eso. Simplemente se limitaba a pasear impunemente frente a mi su pálida belleza de niña de once años. Los lunes con coleta y listón blanco. Algún otro día con el rubio cabello suelto y una diadema.


Los ochenta llegaban a su fin y comenzaba la década de los 90. La música se reproducía en cassetes y el idolo pop de Claudia y de las demás niñas del salón era Pablito Ruiz. Desde entonces, mis compañeros y yo -más por envidia que por otra cosa- decíamos que ese buei era maricón. El tiempo nos daría la razón.

Claudia llegó tarde, el impermeable transparente chorreando lluvia pero el uniforme guinda a salvo. Su mamá se disculpó con el maestro Ramiro mientras yo le observaba llegar a su lugar, sacudir el paraguas azul, sentarse después de acomodar la falda del jumper con ambas manos y sacar los libros en una sucesión de movimientos felinos que parecía estudiada, practicada hasta la perfección.


Nunca le dije cuánto me gustaba. En ese entonces no sabía cómo. Aún no tenía idea de cómo plasmar mis ideas por escrito, ni me atrevía a decir lo que pensaba sin que me importase el que dirán, ni el que me mandaran mucho al diablo.


Claudia Rebecca Romero Pichardo, el amor platónico por antonomasia, dueña de mis suspiros infantiles. La flaquita bonita del salón.



Todo esto viene a mi mente mientras Luis pone Manual para conquistar a Claudia de Armando Palomas a todo volumen en el sonido del bar y yo me bebo mi tercera michelada de a litro. No sé de dónde empezaron a surgir estas memorias. De repente me encontré recordando días de lluvia, viejas canciones, amores platónicos, amigos olvidados y el delicioso aroma de su cabello...

Alguna vez pensé en que si me la encontraba, le contaría todo. Pero ahora seguramente se habrá convertido en toda una señora, probablemente profesionista, con hijos al por mayor y, tal vez, no tenga caso hablar de amores infantiles jamás confesados... ¿o si?

¿Habrá cambiado mucho? ¿Seguirá siendo tan linda como la recuerdo?

Quizá su cabello rubio aún siga oliendo a champú con manzanilla...



domingo, 4 de julio de 2010

Azulito



Erase una vez un hermoso país en forma de cuerno de la abundancia. Dicho país era gobernado por un rey azul que se llamaba Azulito. Cierto día el rey rendía su informe de gobierno desde una de las torres del castillo real, cuando de pronto, el cielo pareció abrirse, una luz intensa se posó sobre la torre del castillo y entre coros angelicales, todos los súbditos vieron descender al balcón donde estaba el rey, al Señor de los Cielos.

No. No era Amado Carrillo, sino el mismísimo Jesús, llamado El Cristo.

Al llegar junto al Rey Azulito, le dice al oído que desea hablar con la multitud. El mandatario, con la solemnidad inherente a todos los reyes, se dirige a la expectante muchedumbre:


-Queridos compatriotas, por haber salvado al mundo de la influenza, Jesucristo, mandado por su padre, que es Dios, ha escogido nuestro humilde reino para dar un importante mensaje...


El señor Jesús tomó entre sus manos el micrófono y, con melífica voz, habló de la siguiente manera:


-Habitantes de este maravilloso país: ¿No es verdad que así como yo multipliqué el pan y los peces para dar de comer a todos, este hombre os prometio multiplicar el trabajo para que a nadie le faltara el pan?


El pueblo responde:



-¡Sí!
-¿No es verdad, que al igual que yo anduve entre los fariseos, él se hace acompañar por su gabinete de gobierno -ladrones, estafadores y pendencieros-, cual viles miembros de una pandilla de la peor calaña?


El pueblo nuevamente contesta:



-¡Sí!
-¿No es verdad que el Rey Azulito ha vendido la riqueza petrolera, de la misma manera en que yo fui vendido a Roma por El Iscariote?


El pueblo, ya frenético, grita a voz en cuello:



-¡Si! ¡Es verdad!
- En verdad os digo que así como a mi hace 2000 años se me conoció como el Mesías este hombre pretende ser llamado el Rey Azulito del Empleo y de las manos limpias.


El pueblo asiente, completamente enardecido y al borde de las lágrimas:


- ¡Así es, Señor!



El hijo del hombre posó su dulce mirada sobre el pueblo emocionado, y con su voz llena de amor preguntó, mientras señalaba al Rey con el índice:


-¿Y por qué no crucificáis a ese hijo de la chingada?





Jajaja...


¡Salud!