sábado, 28 de mayo de 2011

Ángel de la noche


La ola de calor de días recientes me hace volver a las calles. La noche me llama con seductor cántico de sirena. Luces de neón y ganas de beber cerveza sus cómplices.

El mesero sugiere un lugar cerca de la pista donde se destacan un tubo cromado y un aro para acrobacias. El escenario vacío me provoca esa sensación de expectativa que surge antes de disfrutar un espectáculo de Nouveau Cirque.

De súbito la veo venir, caminando con esa confianza torera de quien entiende su negocio. Las altas plataformas transparentes no parecen ser problema para ella. El  minivestido negro, corte Halter, con adornos color plata a la altura del busto, simplemente le ajusta como un guante.

Se sienta a mi lado. Nos presentamos con nombres falsos y somos concientes de ello. Es parte de la vida nocturna: Al entrar aquí, nos colocamos las caretas... ¿o nos deshacemos de ellas?

Espera que le invite alguna bebida. Mi cerveza está en el vaso desde hace algunos minutos, así que le pregunto qué desea.


-Cerveza también.


El mesero la trae con prontitud y le entrega la ficha.

Sonríe. Se pone de pie. Ahora se sienta en mis piernas. Toda ella es una invitación al pecado: su perfume, su cabello negro, su juventud, las delineadas piernas, las fuertes nalgas, sus turgentes senos...


-¿Me guardas la ficha?
-Claro.
-Es mi turno de bailar. No tardo.


Me da un beso en la mejilla. Pronto se apodera del escenario y acapara las miradas. Se contorsiona y vuela. Es un ángel de la noche.

Regresa a mis piernas y bebemos. Platicamos y reimos. Nos sentimos cómodos el uno con el otro aún cuando, como cliente, soy el que menos le conviene. No hay ganancia estando conmigo.

Me muestra sus tatuajes, uno de ellos con el nombre de su madre.

Seres humanos al fin. Sufren como los demás. Lloran. Tienen  problemas. Igual que todos los que vienen aquí buscando olvidar los propios. Psicólogas de la noche que guardan en sus camas lo que no ha quedado en los divanes.


Trátalas como damas... aún aquí, no dejan de serlo -me dijo un amigo un día- Prefieren estar con tipos como tú y yo, que las tratemos así, que con algún machista idiota


Mi amigo tenía razón.

Las historias particulares de los personajes nocturnos de esta ciudad siempre se entrelazan por alguna razón.


-¿Trabajas aquí todas las noches?
-No.
-¿Cómo hago para saber cuándo volverás a estar?
-Te paso mi número de celular. Mándame un mensaje a eso de las tres de la tarde.


Registro su número en mi teléfono y guardo su nombre. Dennisse. Así me dijo que se llamaba... al menos esta noche.



sábado, 21 de mayo de 2011

Derechito a casa


Existen lugares y personas con las que deseamos estar y hoy, en particular,  preferiría cualquier otro sitio. Odio estar aquí. 

Tío Fercho es en extremo aburrido y yo no estoy como para soportar escucharle  hablar de sus hazañas juveniles. Afortunadamente esta reunión familiar está a punto de terminarse.

Abro la ventanilla de la camioneta en que me llevan a casa. El cálido viento primaveral despeina mi cabello y refresca mis ideas: Decidido. Me escaparé.

Tío Fercho me deja en la esquina, a cuatro casas de la mía y me advierte:


-Derechito a tu casa. Te veo desde aquí.



Camino hacia la puerta y finjo meter la llave en la cerradura el tiempo suficiente para que arranque la camioneta y se vaya. Libre al fin.

Vuelvo a revisar el celular. Específicamente ese mensaje que me ha motivado para querer seguir la fiesta por mi cuenta.

Estoy en el bar de los 50's. Ven. Te espero.


Apenas entro la descubro. Es la primera vez que la veo con el cabello recogido y su radiante figura hace que todos volteen a mirarla cuando se pone de pie para llamarme a su mesa. Minivestido negro con pequeños lunares blancos, altos tacones, aretes de plata, cinturón de hebilla redonda que hace juego con los pendientes, toda ella es...



-Espectacular...



Apenas acabo de pedir mi cerveza cuando me dice que nos vamos a otro bar. Su amiga quiere ir por el novio  al lugar donde éste trabaja. Así que pide al mesero que ponga mi bebida en un vaso. Es increíble la rapidez con que los meseros atienden los deseos de una mujer hermosa.

Al dar la vuelta, rumbo al auto de la amiga, me parece ver que unos policías nos miran de manera sospechosa mientras caminan por la acera de enfrente. Imagino que van a cenar.

Con el vaso de cerveza aún en la mano, subo al automóvil, en el asiento de atrás. Aún no hemos avanzado diez cuadras cuando una camioneta de la policía estatal nos ordena detenernos. Quieren dinero, eso es seguro y su estúpido argumento es que venimos usando el auto como bar.

Es curioso que justo hoy, que no he bebido, que no voy manejando, este idiota amenace con meterme a barandillas. Son dos. Uno trata de intimidar a las chicas y el otro me retiene junto a la camioneta. Lo que no conocen es el carácter de mi amiga cuando se enoja y no tardan en hacerla estallar. Me contengo de reír cuando lo veo venir hacia mi, huyendo de los gritos de ella y decirme apuradamente.



-Se pueden ir.



Ahora me toca a mi ser el sinvergüenza, así que pregunto descaradamente, sosteniendo el vaso rojo de plástico en mi mano



-Bueno, entonces ¿qué hago con esta cerveza? ¿Me dejas tirarla?



Me mira con un dejo que parece ser de indignación y agrega:



-Tomátela si quieres.



Me acerco al auto para preguntar si está todo bien, pero mi amiga y su amiga están discutiendo, a grado tal que la chica del vestido negro sale molesta, cierra la portezuela y empieza a caminar por la acera.

Suspiro resignadamente y le digo a la chica del auto que no se preocupe que yo la alcanzo y la llevo a su casa.


-¿Estás seguro?
-Sí. Seguro. Vete tranquila.



Alcanzo a la chica furiosa y trato de tranquilizarla hablando de cualquier otra cosa. Pronto da resultado.


-Estúpido policía -Dice.
-Oye, ¿hay algo que pueda hacer para compensar la mala noche que has pasado?
-No te preocupes, no es tu culpa... ¡ya sé! ¿y si me invitas un café?



Fácil asunto. Un café a las 3  de la mañana cuando hasta los bares han cerrado en esta ciudad. Pero cuando una mujer hermosa pide algo, un hombre hará todo por conseguirlo. Y yo no soy la excepción.

Son las 4 de la mañana. Ella y yo estamos sentados en una banca de la plaza bebiendo café. Sonríe y yo también. Se recarga en mi hombro mientras yo le abrazo. Nunca me había sentido tan afortunado. Y todo por romper las reglas.

Derechito a tu casa, dijo mi tío. Y mientras lo recuerdo, ella se acurruca un poco más. Murmura algo. Dice que me quiere mucho.

Yo le beso en la frente y vuelvo a sonreir...
 
 







sábado, 14 de mayo de 2011

La incondicional



"Tú...
inmensamente tú.
Soledad, cariño ¿Qué sé yo?
Tú,
mis horas bajas, tú,
un cuerpo de mujer... 
Un par de rosas blancas..."

Juan Carlos Calderón.




Gracias.
Es todo lo que puedo decir.
Por ser, por estar, por recibir. 
Por no agobiarme con preguntas,
por regalarme tu silencio,
por curarme las heridas con las mieles de tus besos.

Gracias.
Por las noches que comienzan frías y culminan ardientes.
Por amarme con los labios y las piernas,
por escribir en mis hombros un "te amo" con tus dientes.

Nunca cuestionas. Nunca criticas. Nunca reprochas.
Tu amor es fiel y sincero, siempre dispuesto.

Gracias.
Por abrir tus brazos  y tu cuerpo para llevarte mis tristezas.
Por tus besos de alquitrán diluidos en cerveza...

Gracias.
Porque, al terminar, vuelvo encontrar en ti esa mirada de sorpresa...






domingo, 1 de mayo de 2011

Eso que haces


-Gracias...
-¿Por qué?
-Por quererme tanto.
-¿Quién te dijo eso?
-No es necesario que alguien me lo diga. Lo dicen tus actitudes, tus detalles, tus miradas. Eso que haces sólo lo haría una persona enamorada.
-Eso que hago no necesariamente significa que te ame.
-¿Ah no? Entonces, ¿qué significa?
-Que sé cómo tratar a una mujer...