martes, 28 de diciembre de 2010

Acosador



La falta de cuidado que he tenido hacia mi persona en los últimos días, terminó por hacer mella en mi salud. Tanto tequila, tanto cantar en las fogatas acompañado por la guitarra sin abrigarme adecuadamente, me ha ocasionado una tos terrible.

Anoche me fue muy difícil dormir. Cada que tenía la necesidad de toser sentía como si algo dentro de mi pecho se desgarrara. Por eso estoy aquí, en el Instituto Mexicano del Seguro Social.

Hace rato que salí de la consulta con el médico y me dio una receta que debo surtir en la farmacia. Sin embargo, la fila es larguísima y casi no avanza. Han sido los quince minutos más largos y tediosos de toda mi existencia...

De repente, surge ella ante mis ojos, resplandeciente, enfundada en su impecable uniforme blanco.

Lo que primero llamó mi atención fueron las bien formadas piernas. Nada mejor que una chica con piernas hermosas.

Sonrío al darme cuenta que estar en esta fila ya no será tan malo y mucho menos aburrido. Al meter la mano dentro de los bolsillos de la chamarra siento el celular y mi alegría no tiene límites. Un celular con cámara, maravilloso invento contemporáneo que en estos momentos me será de invaluable utilidad. Fantástico.

Pero, ¿cómo tomar una fotografía de una chica hermosa sin que ella se de cuenta? Más aún, ¿cómo tomar dicha fotografía sin que las demás personas en la fila se percaten de lo que estoy haciendo?

Es bastante difícil enfocar si no puedes ver a dónde está apuntando la cámara, de cualquier manera la primer foto no es tan mala. No pude centrar bien a la chica y sale un poco a la derecha, pero haré más intentos. Muchos más.



Las dos siguientes fotografías las tomo una inmediatamente después de la otra, con el celular pegado a mi abdomen y mirando hacia el lado opuesto, con el afán de disimular.




Es obvio que no podré tomar fotos tan frecuentemente como lo desearía o podría delatarme, así que espero pacientemente en la fila. Ahora tengo una motivación.



Estoy justo frente a la hermosa chica. Para nadie es un secreto la fascinación que tengo por las mujeres de piel morena y no desaprovecharé esta oportunidad para obtener más fotografías de ella.

Al ver la foto, siento la necesidad de captar una imagen más nítida de su rostro e intento variar el zoom de la cámara del celular para lograrlo. Sin embargo, como ya lo mencioné antes, poder siquiera lograr que la chica quede dentro de foco se vuelve un enorme reto cuando no puedes ver qué estás fotografiando.






Si no fuera este triste remedo de mi mismo, iría justo ahora a preguntarle su nombre. Pero así como estoy, acatarrado, afónico, desvelado y totalmente demacrado... No. No me atrevo.



Por ahora lo único que puedo hacer es disimular, tomar fotos sin flash y con los sonidos del celular desactivados, para que nadie sepa lo que hago.

Seguramente alguien debe conocerla. Si alguno de mis tres lectores sabe quien es ella, díganme su nombre... es todo lo que pido.





¡Salud!

sábado, 25 de diciembre de 2010

Contreras


En estos días se respira paz, espiritualidad, buenos deseos y puras cosas bonitas. Todos se esfuerzan por hablar de la bondad que hay en el ambiente...

Lo bueno es que yo no soy como todos.

Así que mientras los demás hablan de lo que van a regalar en estas fechas, de perdón, de buenos deseos y mejores propósitos, yo quiero escribir de las cosas que odio. En mi país, cuando alguien hace lo opuesto a lo que los demás hacen, sólo por molestar, decimos que esa persona es un Contreras. Y yo lo soy.

No tengo un guión, así que iré escribiendo acerca de las cosas que odio tal como vayan surgiendo de mi negro corazón.

1. Los correos electrónicos que en el subject tienen FW.
2. Las narraciones del Perro Bermúdez.
3. Que no haya papel en el baño.
4. Que en una fiesta haya viejas que no bailen.
5. Los musicales.
6. Las invitaciones a suscribirte a Feisbuc, Quepasapuntocom, Badú y todas esas pendejadas.
7. Que los sábados no haya nada bueno que ver en la televisión (quiero aclarar que no tengo cable en casa, lo cual reduce mis posibilidades a 3 canales... Bueno, 4 a partir de este año :S ).
8. Que la gente tire basura en la calle.
9. Los pendejos que hablan por teléfono en las salas de cine.
10. Los correos electrónicos que tienen DIOS TE BENDIGA en el subject.
11. Las faltas de hortografya.
12. Darme un madrazo en el dedo chiquito del pie con la pata de la cama cuando traigo sandalias.
13. El reguetón y los reguetoneros (con las bailarinas de los videos no tengo bronca).
14. Que me despierten cuando estoy crudo.
15. La estupidez declarada (que no es lo mismo que la genuina inocencia).
16. La falta de sentido común.
17. Que no haya limones en los puestos de tacos.
18. Los pendejoides que se sienten intelectualoides y abren la boca sólo para darle rienda suelta a su diarrea verbal...
19. Los infomerciales.
20. Los tipos que cuentan el mismo chiste una y otra vez.
21. Ser chambelán en las fiestas de quince años.
22. Las fiestas de quince años.
23. Los vestidos de quince años.
24. Los malos perdedores.
25. La mediocridad.
26. Los que solo visitan a su familia, dan abrazos y hacen regalos en navidad... ¿Los otros días son pendejos o qué?
27. El Facebook.
28. Los que se fanatizan (religión, política, deporte, cine... da igual).
29. Las cadenas de internet.
30. A los borrachos.
31. Ir de compras con mujeres.
31. A los que no saben contar.
34. A los niños (son radiactivos).
35. A los pitufos.
36. Candy Candy.
37. Ir a misa.
38. Que se tomen mi chela en las fiestas.
39. Caerme de la bicicleta.
40. La intolerancia (Jajajaja)
41. A los metiches.
42. A los que intentan hacerme cambiar... ¡Ilusos!
43. Que hagan covers de canciones de The Beatles en ritmo duranguense ¬¬
44. Machucarme los dedos con la puerta.
45. Que se coman mis chocolates.
46. La navidad.
47. Los antros.
48. A los grafiteros... Ya verán cuando los alcance mocosos hijos de ...


Jajaja... ¡Salud!



Ayúdenme a completar la lista, ¿no?

domingo, 19 de diciembre de 2010

La nota


Allá afuera está lloviendo desde hace un par de horas. La temperatura ha descendido y yo leo un libro de historias fantásticas con el golpeteo de las gotas de lluvia rebotando en el tejado de la cochera como música de fondo. Me quito los zapatos y subo las piernas al sofá, cruzando la izquierda sobre la derecha.

Apoyo la cabeza en el descansa-brazos y entrecierro los ojos. La lluvia me arrulla, me siento algo adormilado. El sopor provoca que los músculos de mi brazo sean laxos por un momento y el libro está a punto de caer al suelo. Por la poca luz que llega al ventanal de la sala, puedo deducir que deben ser más de las siete.

El resplandor de un relámpago y el ruido del trueno que hace vibrar los cristales me hacen despertar por completo. Decido recorrer la cortina para ver la cochera de la casa con más claridad y me percato de que algo blanco flota en el charco que siempre se forma cerca del portón cuando llueve. Esa curiosidad que tal vez algún día termine por matarme, me hace levantar del sofá, subir el cierre de la chamarra, encender la luz de la cochera y recoger aquel objeto.

Es un pedazo de papel. Lo levanto y vuelvo al acogedor calor de la sala.

Lo que originalmente parecía ser un papel, resulta un sobre. Tiene algo escrito en tinta azul:


Sólo así me atrevo a decirte lo que siento, te quiero mucho y espero no te moleste recibir esta nota. Cuando la leas, sabrás quien soy...


El sobre no está sellado, así que desdoblo la punta triangular para ver de que se trata. Sin embargo, está vacío.

Pensando que es una mala broma, estoy a punto de maldecir, cuando volteo una vez más hacia la cochera y distingo otro papel ayudado por un nuevo relámpago. No entiendo como pudo salir del sobre.

El trueno hace retumbar la puerta mientras la abro una vez más. Recojo el papel, pero está completamente empapado, de tal manera que lo que había escrito en él resulta ininteligible.

Las preguntas vienen en tropel a mi cabeza mientras trato de dilucidar quien pudo mandarme ésta nota. Y al parecer, ahora nunca lo sabré.

Pudo haber sido una carta de amor, una despedida, una nota suicida o una amenaza de muerte. Lo único que puedo deducir, por la caligrafía del sobre, es que me la envío una mujer, pero ¿quién?

¿Quién necesita ocultarse bajo el anonimato de una nota para comunicarse conmigo?  ¿Por qué esconde su rostro? ¿Pena, ira, miedo de mi? ¿Cómo saberlo? Me angustia no tener idea de quien la envía...

¿Y si eran las indicaciones para una cita con el amor que hace años dejé escapar? ¿Y si ha vuelto al pueblo?

Ahora nunca lo sabré...

Por favor, tú que dejaste esa nota aquí, en mi puerta, termina con ésta incertidumbre. Dime... ¿quién eres?


lunes, 13 de diciembre de 2010

Cobardes


El cielo vespertino se cubría de esos tonos naranjas, púrpuras y dorados que anuncian la partida del astro rey. Temperatura que decendía, cúmulos de nubes iluminadas por los últimos rayos en el horizonte y yo hipnotizado por el espectáculo.

La acera que hasta ese momento era toda para mí resonó con la rítmica cadencia de unos tacones femeninos y mi instinto de hombre me hizo voltear casi involuntariamente.

La mujer perfecta. La que había esperado toda la vida: era ella.

Los diez metros que nos separaban fueron salvados en unos cuantos segundos y mientras más se acercaba, más se aceleraba mi corazón. Nos reconocimos. Pude leerlo claramente en sus ojos cuando pasó junto a mi, cuando percibí el dulce aroma de rosas de su cabello lacio, manto azabache que flotaba al viento. El tiempo pareció detenerse. Sentí deseos de preguntarle por qué había tardado tanto en surgir como una mariana aparición, envuelta en perfume de rosas. Deseos de decirle que la amaba desde mucho antes de ese momento, sin conocerla, sin haber visto la delicadeza de su rostro de piel morena nunca antes.

Ella me dijo lo mismo con la mirada y una sonrisa mientras se alejaba, volteando de reojo a verme. Una conexión única, tan larga como un momento, ese momento que pudimos haber prolongado para toda la vida con la fuerza de un simple Hola...

Pero tanto ella como yo estábamos acostumbrados a vivir con miedo, a no actuar, a no decir.

Tuvimos miedo. Yo lo tuve y ella también. La cobardía resultó más fuerte que el impulso de tomarnos de las manos, perdernos en los ojos del otro  y decir: Sí, eres tú... 

Así que dejamos pasar la oportunidad de detenernos a preguntar quiénes éramos. 
 
Y de la misma manera en que nos vimos llegar, escuché las botas negras de ante alejarse por la calle en penumbras. Los dos, incapaces de voltear, permitimos que la felicidad se alejara caminando en sentido contrario, sólo por no atrevernos.

Aún ahora, solo como siempre y recostado en el sofá, me pregunto cuál sería su nombre...

sábado, 4 de diciembre de 2010

Princesas

Quiero aclarar que este texto no es mío, lo recibí en un correo y me pareció bien compartirlo con ustedes, mis amables lectores.

Si alguien conoce el nombre del autor original hágamelo saber para agregarlo al post...


Como siempre, gracias, mi querida Wen...





Me gustan las mujeres que aún quieren ser princesas y se niegan a convertirse en sapos, porque mientras existan mujeres que todavía guarden modales de doncella, existiremos hombres que aún veremos importante el comportarnos como caballeros.
Amo a la mujer que no compite con los hombres, porque sabe que el hombre jamás será su rival sino un complemento de ella misma.
Respeto a las mujeres que luchan por ser cada día más mujeres y en ningún sentido buscan parecerse a los hombres, pues muchas mujeres en su búsqueda de la llamada “liberación femenina”, han cometido el error de imitar al varón, pero en los aspectos más deprimentes de éste.
Es quizá por esta equivocada conquista que se fajaron pantalones, se dieron el gusto o permiso de vivir aventuras sexuales de una noche, comenzaron a llevarse el cigarrillo a los labios, empezaron a maldecir en público, se desinhibieron en bares y ahora las vemos dando penoso espectáculo, devolviendo el estómago en los baños o embrutecidas y semidesnudas sobre las mesas. 
Cometieron el error de querer ser como nosotros los hombres y ahora se dicen “weyes” de manera amistosa y permiten que sus amigos varones las llamen “wey” sin darse cuenta que en lugar de mostrarles confianza o camaradería con esa palabra, lo que verdaderamente hacen es rebajarles a nivel de bestias; pero muchas ríen, pues ni siquiera se dan cuenta.
Las generaciones de madres abnegadas, reprimidas y violentadas, enseñaron a sus hijas que la mejor manera de acabar con el yugo masculino era convertirse en el enemigo y así crecieron confundiendo su identidad de mujeres, con la intención de seguir nuestros pasos, muchos de los cuales nos han convertido en seres torcidos y han llevado a nuestro mundo a la debacle moral de la que hoy somos víctimas. 
Las niñas de la nueva generación decidieron que el sueño de ser princesas era muy aburrido y esclavizante, así que cambiaron la corona por un pasamontañas y son ahora también delincuentes de alto impacto, servidores públicos podridos, conductoras irresponsables, reinas de belleza involucradas con el narco y hasta líderes sindicales vendidas con algún partido.
Me encantan las mujeres que no quieren convertirse en hombres y llegan a la universidad con la firme intención de terminar con honores su carrera.
Me encantan las mujeres que en lugar de demostrarnos que son capaces de beber media botella de tequila, nos demuestran que pueden dirigir un laboratorio o centro de investigación.
Me encantan las mujeres que no buscan un buen partido para casarse sino que buscan ser un buen partido para que un buen hombre las merezca…
Amo a las mujeres que saben decir no, cuando “NO” es la única respuesta digna de una dama, aunque todo el mundo las tache de anticuadas.
Las que se ríen de los chistes machistas y entienden que en lugar de ofenderse, deben sentir pena por el hombre que se atreve a contarlos y mucho más si piensa que esas bromas son un verdadero compendio de sabiduría popular.
Pues si Dios es supremo, perfecto e infinito amor, entonces el Dios en el que creo, ¡mujer tiene que ser! Porque ama como una madre; su ternura con nada es comparable; su belleza no tiene igual; su buen gusto es sin duda magistral; sus encantos naturales son el extremo ideal. Y para mí, todas estas cualidades sólo con la mujer se identifican.

Por eso afirmo que:

Dios creo un ser excepcional al crear a la MUJER…

sábado, 27 de noviembre de 2010

Infiel



Deslizo el pulgar sobre la tapa de la cajetilla de cartón. Tomo un cigarrillo entre los labios y hago girar el mecanismo del encendedor. El humo dibuja nuestras siluetas en la penumbra antes de desvanecerse sobre el cielo raso. La habitación huele a pizza, vino tinto y amores clandestinos.

Se abraza a mi. Siento el calor de su piel en mi costado. Veo sus hermosos ojos café y ella los entrecierra y sonríe.


-No deberíamos estar aquí.


Acerca a mi cuerpo su tibia desnudez mientras afirma:


-Lo sé. ¿Qué dijiste?
-¿A ella? Le dije que estaría en la oficina toda la tarde, trabajando en la planeación del próximo proyecto y que no contestaría llamadas.
-Muy bien.


Guarda silencio por un instante y con la sonrisa más pícara que yo le conozca, dice:


-Oye...
-Si, dime...
-¿Dónde aprendiste a ser infiel?
-Tradición familiar, supongo. En todas las generaciones, por parte de la familia de mi padre, siempre ha habido un infiel. Mi abuelo, mi tío, y ahora yo. Me tocó en suerte.
-Eres un cínico. Lo dices como si te enorgulleciera.


En este momento ya no sé si eso es bueno o malo. Aunque pensándolo bien, ahora que sujeto su cintura y beso una vez más los delgados labios, creo que no debe ser tan malo. No... No lo es.

Suena su celular. Por su mirada asustada, puedo adivinar quien es. Toma mi camisa de la silla y se la coloca encima en un solo movimiento.

Me pierdo en la contemplación de esa imagen: Ella alejándose de la cama con mi camisa sin abrochar. Puedo ver la delicada línea que dibuja sus senos a través del espejo que está en la esquina de la habitación. Me encantan sus bien torneadas piernas y mientras lo pienso, no dejo de preguntarme por qué a veces dice que está gorda.

Obviamente mi camisa le queda grande. Sale de la recámara. Se aleja de mí para contestar la llamada como si quisiera que yo no escuchara, lo cual resulta un tanto difícil en un departamento cerrado, donde solo estamos nosotros dos.

Qué piernas...

Yo escucho toda la conversación. Toda.


-Hola... Sí... Fui al centro... Con nadie... Sola ya te dije... Viendo unas blusas que me quiero comprar... No... Yo también... Ya te lo he dicho,  ¿para qué lo quieres escuchar? Sí... Yo también. Si, mucho.  ¡Claro que te lo digo!  Porque ya te lo he dicho... Sip... Tú también... Bye.


Voltea a verme y suspira aliviada, aunque no por mucho tiempo, pues ahora es mi teléfono el que suena. Número desconocido para mí, no lo tengo registrado. Le muestro la pantalla para que vea el número...


-Es él... -dice en voz baja.
-Ok.





Tendré que contestar o parecerá sospechoso.


-¿Bueno? ¿Quién habla? ¿Quién? ¡Hola Arturo! No te reconocí la voz,  ¿cómo estás? Bien también... ¿A quién? No, no la he visto. ¿Conmigo? No... En el despacho... Sí, claro... No hay problema... Sí... Bye.


Ella regresa bajo las sábanas. Ya era hora, me estaba dando frío.


-¿Por qué le diste mi número? -Le reclamo. Tengo que hacerlo.



-Yo no fui. Él debe haberlo buscado en mi celular. Tal vez sospecha algo.
-¿Tal vez? No. Realmente sospecha algo. Aunque con lo que le dijiste tú y mi descarada serenidad al contestarle, creo que las aguas volverán a su cauce...


La adrenalina baja y el ritmo cardiaco vuelve a sus niveles normales en su pecho y en el mío. Lo puedo sentir ahora que estamos abrazados otra vez.


-¿A qué hora te quitaste mi camisa?
-Hace rato... Podría arrugarse.
-Oye...
-¿Qué sucede?
-Ya ti... ¿quién te enseñó a mentir de esa manera?
-Fuiste tú... Lo aprendí de ti.





sábado, 20 de noviembre de 2010

No entiendo



-No entiendo...
-¿Qué es lo que no entiendes?
-Tu lógica de mujer.


Ella levanta una ceja divinamente para después dejar caer la pregunta como si fuera un pañuelo...


-¿Por qué lo dices?
-Estoy tratando de darle sentido práctico a lo que acabas de comentar. ¿Dices que si algo se vuelve común entre la gente, deja de gustarte?


Corrige la postura y toma la actitud de un filósofo a punto de dar una lección. Desliza el pulgar desde la frente y hacia la oreja derecha para quitar el cabello de su cara en un gesto absolutamente femenino mientras me ve fijamente.


-Así es.
-Si una canción nueva te gusta y luego se vuelve favorita de todos, ¿entonces la repudias?
-Básicamente -dice sonriendo.
-Pues no puedo estar de acuerdo contigo.


La sonrisa desaparece. Acabo de provocar su curiosidad, lo sé. Lo leo claramente en el fondo de sus ojos grises.


-¿Por qué no?
-Porque no es aplicable. Al menos yo no podría hacerlo. Es como dejar de escuchar a José José sólo porque todos lo hacen...
-Pero...


Quiere replicar, pero no la dejo. La interrumpo deliberadamente mientras echo los hombros hacia adelante y apoyo los codos sobre la mesa. Junto las puntas de los dedos y digo:


-O los chocolates... Yo no dejaría los chocolates...
-Sí, pero...
-¡Imagina que dejara de tomar cerveza sólo porque los demás lo hacen!


Hace un ademán de desesperación al tiempo que entrecierra los ojos. Me divierte hacerla enojar. Mucho.


-Ash... Tú no me entiendes...


Sonrío mientras pienso en lo que haré. La molestaré un poco más y luego tomaré su mano entre las mías, mientras me acerco a probar la miel de sus labios. Pero antes...


-Precisamente. Eso fue lo que dije...


Que lindas se ven cuando se enojan, ¿no creen?





¡Salud!

domingo, 14 de noviembre de 2010

Las mujeres





El sol que entra por mi ventana golpea de lleno en mi rostro mientras yo aprieto los párpados decidido a no abrir los ojos. Tomo el cobertor y lo jalo con coraje hacia mi cara para protegerme del astro rey. Aún no quiero despertar.

Es muy tarde, lo sé. Alcanzo a escuchar la agitación de la ciudad, el tráfico, el tren pasando a lo lejos. En la casa de al lado los vecinos gritan ¡gol! Yo ni siquiera recuerdo quien juega hoy.

Aquí, debajo de las cobijas, percibo en mi piel un aroma que me remonta a ella: Su maquillaje...


-Ángelfeis... -digo sonriendo mientras trato de abrir los ojos.


Aspiro profundamente recordando el sabor de sus besos, el aroma de sus hombros y el enigmático color aceituna de sus ojos. Veo una vez más mi reflejo en el espejo obsidiana de sus mirada y acaricio la suave noche de su cabello lacio que  inundó la almohada con su cascada de oscuridad. Beso los rizos rubios y cierro sus ojos con el pulgar de mi mano derecha, mientras le digo...


-Apaga el cielo de tus ojos por un momento, o podría ahogarme en ese manto azul...


Ah... Que hermosos recuerdos. Lo dicho: me encantan las mujeres. Amo sus ojos, los besables cuellos, las actitudes de niña, las feroces transiciones entre estados de ánimo y a veces, hasta los celos infundados...


Me levanto y me miro al espejo. Soy sólo un despojo de mi mismo: despeinado, con resaca, desvelado... Eso por fuera. Por dentro sé que soy un hombre afortunado, me lo recuerda la vida todos los días y cuando creo que lo he olvidado, surge alguna voz del pasado que  dice: te amé, te amo, te amamos... ¿Alguien conoce mayor bendición que saberse amado al menos durante unos pocos minutos?

Si alguien desconoce esa sensación, lo invito a descubrirla...

Ya con la taza de café en la mano, enciendo el aparato de sonido, tomo un disco al azar y presiono el botón de play. Bebo el primer sorbo y alguien concuerda con mis conceptos acerca de las mujeres. Me lo hace saber a través del altoparlante:


"Las mujeres son leales, amistosas, cariñosas, honestas y fieles... Simpáticas, inteligentes, honestas, creativas, detallistas... Fuertes, tiernas, sensuales, comprensivas, ardientes, dulces, trabajadoras, valientes, tenaces, seguras de si mismas... ¡entronas!

Son todo esto y mil cosas mas, pero... *



¿alguien quiere terminar la frase?


¡Salud!


*Canción: To all the girls I fuck before. Autor: Armando Palomas. Álbum: Que se muera el rock [2006]



sábado, 6 de noviembre de 2010

¿Dónde estás corazón?



Parece que no soy el único.

Resulta que durante la pasada semana tuve un ataque de nostalgia y vinieron a mi mente algunas canciones que marcaron mi etapa de Escuelante (dícese de las personas que van a la escuela, pero no estudian, ya que a éstos últimos se les conoce con el nombre de  Estudiantes).

Varias de esas rolas se anidaron en mi memoria por la excesiva repetición de esos temas en la radio, saturando mi existencia de las mismas melodías una y otra vez, otras por la influencia de alguna fémina de ondeante figura que marcó mi gusto musical con sus propias preferencias y mi piel con ardientes besos... Ah que bonitos recuerdos.

Estaba pues, buscando la canción que más veces he escuchado ser programada en una estación de  radio en un lapso de cuatro horas, una canción que en cualquier otra circunstancia hubiese terminado odiando, pero que disfruto sobremanera incluso en estos días.


Abrí una nueva pestaña del explorador y escribí en la página del YouTube lo siguiente: Shakira, ¿dónde estás corazón?

Buenísima. Y la canción también.

Contemplé extasiado la negra cabellera y los ojos almendrados...

Shakira me gusta y para nadie es un secreto. Me ha gustado desde que la escuché por primera vez. La potencia de su voz es algo que me parece hipnotizante, incluso más que esas caderas que no saben mentir.

Sin embargo ni siquiera Shakira es perfecta, al menos ya no. No sabría decirles por qué, pero no termina de agradarme su aspecto actual. Yo la prefería con más carnita y con el cabello oscuro, aún pelirrojo como en el disco Unplujed.

Ya he mencionado en algún otro Post que la estética actual influenciada por los cánones que dictan las modas gringas,  donde las chicas deben ser flaquitas en extremo, no me convence del todo. La carnita donde debe estar. Eso pienso yo.

Shakira sigue siendo hermosa, sus facciones no han cambiado, pero ahora parece una Barbie y las Barbies no son de mi agrado.

Yo no niego mi gusto por la mujer latina, ojos y cabello oscuros. Piel morena, piel de bronce... No todos las prefieren rubias. Es más, las güeras me cansaron, me agobiaron, me tienen hasta la M... Ahora ni siquiera mi cerveza la pido clara: me declaro amante de las morenas. 

Por ociocidad bajé un poco la pantalla para ver los comentarios del video y resulta que no soy el único que prefiere la apariencia de la Shakira de los 90's más que la imagen de muñequita agringada por la que me la cambiaron. De su música no me quejo, aunque  debo aceptar que yo también, al igual que muchos, prefiero canciones como Tú, Inevitable, Sombra de ti, Ciega Sordomuda y Ojos así...

Oh, casi lo olvido, hace ya varios años tenía yo una novia cuya mejor amiga era el vivo retrato de Shakira: una sexy chaparrita que se pintaba el cabello de rojo y que literalmente, me hacía babear. A escondidas, claro. No se lo cuenten a mi ex.

Me gustaría encontrar a esa chica una vez más, la amiga de ella, contactarla de nuevo, invitarle una cerveza, decirle lo que nunca me atreví... Si alguien la conoce, por favor, díganle que la busco...


-Abril... ¿Dónde estás, corazón?




¡Salud!

domingo, 31 de octubre de 2010

Rebecca. Parte IV



-Te amo -dijo la embelesante voz.
-Y yo a ti -Respondió él.
-Demuéstralo.
-¿Cómo?
-Ven conmigo.
-Ni siquiera sé a dónde es eso. No hay boletos de autobús, no hay una ruta. ¿Por qué me pides eso?
-Porque no podría vivir sin ti.
-Ya estás muerta, ¿recuerdas?
-Cierto. Disculpa, soy una tonta. Debe ser el amor...
-Si yo aceptara, ¿me mostrarás el camino?
-Sí.
-Espera entonces hasta esta noche, debo hacer algo primero...


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Hace una semana que vino Carlos a contarme esta inverosímil historia, exactamente el tiempo que tiene desaparecido. Sólo me entregó un pequeño arcón de madera con la encomienda de cuidarlo mucho. Ayer, después de no saber nada de él durante seis días, me decidí a ver que había dentro.

Mi primera reacción fue saltar hacia atrás. Cuidadosamente acomodada entre papel periódico un redondeado objeto, de color marfil: un cráneo perfectamente conservado, de no ser por algunos dientes faltantes y un golpe en el parietal izquierdo.

Después de reponerme del susto lo tomé y vi el fondo de esas cuencas oculares vacías. Una sensación extraña me hizo volver a depositarlo entre el papel periódico y tapar la caja para no verlo más. Sin embargo, esta mañana me despertó una corriente de aire helado que se coló por la puerta entreabierta, mientras oía -creí oir- una dulce voz que me llamaba por mi nombre y me decía:


-Me llamo Rebecca...


He querido escribir lo que está pasando porque me parece tan ilógico que yo mismo dudo que esté sucediendo. Siempre he sido un escéptico, pero ahora se me han agotado las explicaciones lógicas.

Hace una semana le dije a Carlos que estaba loco, que probablemente estaba borracho, pero ahora no estoy tan seguro. Hoy, a siete días de su desaparición, estoy convencido de que sé a donde se dirigió y todo apunta a que lo veré muy pronto...


-Sígueme... no tengas miedo -dice la voz.
-No puedo evitarlo... No dejo de temblar...
-Te amo.
-Yo también te amo, Rebecca... Muéstrame el camino...




FIN



sábado, 30 de octubre de 2010

Rebecca. Parte III




-¿Qué te crees trayendo esas cochinadas a la casa?
-¿Cuáles? -Dijo Carlos haciéndose el desentendido y esperando que no se tratara de lo que él estaba pensando.
-Eso que tienes debajo de la cama -dijo su abuelo- me ha dado tremendo susto...


La respuesta de su abuelo casi le hace estallar en carcajadas. Seguramente estaba buscando el taladro que tenía guardado en su habitación. Logró controlarse para calmar un poco a su mamá y mentirle diciendo que él había pedido que le regalaran el cráneo. Años de decir mentiras le ayudaron en su cometido y le creyeron.


-¿Sabes la cantidad de enfermedades que puedes traer con esa cosa? -Preguntó ella, frunciendo el seño.


Carlos tenía que contraatacar rapidamente o habría perdido la partida. Pero perder no estaba en sus planes.


-Oye madre, y si lo limpio muy bien, ¿me lo puedo quedar?


Su mamá no vio venir esa respuesta y tartamudeó un poco al contestar:


-¿Eh?... Este... Supongo que sí.


Asunto arreglado. Carlos dedicó el resto de la tarde a limpiar la tierra que el cráneo tenía en las cuencas vacías, en la fosa nasal, entre los dientes. Lo hirvio después con un poco de cal. El hecho es que, al terminar, se veía reluciente. Igual al que tenía en el consultorio el doctor que le atendiera de niño la bronquitis crónica.


Lo contemplaba todas las noches, antes de irse a dormir. Lo encontraba absolutamente hermoso. Tanto, que llegó a la conclusión de que el cráneo había pertenecido en vida a una una mujer. Él no sabía de anatomía ni de estructuras óseas o de ciencias forenses, pero la simetría de aquella pieza le hacía pensar en una hermosa chica adolescente... Rubia, sí. Ojos cafés, seguro.

Un día entre sueños, le pareció escuchar una melodiosa voz que le hablaba al oído:


-Rebecca, me llamo Rebecca...


Al despertar, estaba seguro que era el espíritu del cráneo el que se le había revelado en sueños y se convenció de algo que ya sospechaba: aquél hermoso cráneo había pertenecido  una mujer. Y ahora tenía un nombre por el cual llamarle.


-Rebecca... Mi hermosa Rebeca -le decía todas las noches al llegar a casa y aún en el silencio, pareciera que mantenían una conversación, que llegaban al entendimiento, que Carlos escuchaba claramente la voz de la adolescente muerta...


Continuará... mañana.

viernes, 29 de octubre de 2010

Rebecca. Parte II




-¿Crees que sea un cráneo? -dijo Ricardo algo asustado. Siempre había sido un cobarde.
-Puede ser -respondió Carlos sin ocultar su emoción.
-Pues brinca ahí dentro para salir de dudas.
-¿Por que no te metes tú?
-A mi me dan miedo esas cosas, ya lo sabes.
-Pues a mi no -Y aún sin terminar la frase, saltó dentro del agujero.

Era emocionante estar ahí dentro. El dulce placer de hacer algo que está prohibido, algo para lo que no estás autorizado, le hizo tragar saliva.


Se acercó a la pared de tierra y palpó la superficie rugosa de lo que habían creido era sólo una pelota. La emoción hacía que su corazón latiera intensamente. Era un cráneo sin duda, algo lastimado, roto por la acción de una pala, pero aún así era todo un descubrimento y debían avisar. No porque fuera su responsabilidad, sino porque resultaba un evento en extremo interesante, no solo para ellos dos.

Sus jefes en la oficina, con el doble de edad que ellos, mantenían el espíritu adolescente, así que, no bien les habían comunicado el acontecimiento, cuando ya salían los 4 caminando aprisa... en busca de aventura.

Al llegar junto a la fosa, se dieron cuenta que los superiores no podrían aventurarse en el brinco de metro y medio que representaba meterse ahí. Años de informática sedentaria habían dejado su huella en la cintura de ambos y a todas luces se veía que carecían de la agilidad necesaria. Así que todos voltearon a ver a Carlos una vez más.


El aludido saltó dentro del boquete de tierra de un metro por dos  cuarenta  y palpó el objeto una vez más.


-Es un cráneo.
-¿Lo puedes sacar?
-Dèjame ver. No. Está atorado. Necesitaría algo para escarbar a los lados.
-¿Te sirve este desarmador? -preguntó uno de los jefes de oficina.
-Sí, creo que sí...


Después de algunos minutos de esfuerzo, pudo meter sus manos al lado de aquello y jalarlo hacia él. Se escuchó un crujido. Al parecer había fracturado algún otro hueso que estaba por ahí.
El cráneo estaba completamente lleno de tierra. El maxilar inferior siguió enterrado y Carlos concluyó que el hueso que escuchó romperse debió ser la clavícula. Era hermoso definitivamente, además, el  hecho de que  lo había sacado con sus propias manos le daba un valor especial.
Le ayudaron a salir del hoyo de tierra y procedieron a la contemplación del trofeo. Todos, excepto Ricardo quisieron quedárselo.
Carlos guardó silencio un instante y dijo al fin:


-Creo que me corresponde. Después de todo, fui yo quien se metió a la tumba a sacarlo.




Era un argumento irrefutable, así que todos asintieron con la cabeza. Se lo entregaron y  lo metió en la mochila color verde militar que usaba para llevar sus cuadernos a la preparatoria.


Ya en casa, se dedicó a contemplar la mochila que contenía su trofeo, sin abrirla. Deslizó el cierre metálico con la parsimonia de quien desentierra un tesoro que ha sido escondido por uno mismo. Necesitaba verlo. Disfrutar ese triunfo.


El cráneo seguía totalmente lleno de tierra. Le faltaban tres incisivos. El cuarto y los caninos se extraviaron los días subsecuentes. Los molares estaban intactos. Aún con los faltantes descritos en la dentadura seguía siendo un hermoso trofeo para el adolescente. Ahora debía enfrentarse al reto de mantener ese tesoro en secreto, lo cual no pudo conseguir ni siquiera por 24 horas.
Carlos había decidido dejar el cráneo dentro de la mochila y de esa manera poder disfrutar su contemplación todos los días al llegar a casa, sin embargo, cuando apenas cruzaba por la puerta la tarde del día siguiente, su madre y su abuelo se plantaron delante de él en actitud de quererlo regañar. Deseó que fuera por las pésimas notas obenidas en Matemáticas durante ese bimestre...




Continuará... mañana.