sábado, 4 de febrero de 2012

Omar



La puerta que da a la calle está abierta, como casi siempre a esta hora. Avanzo por el corredor procurando no mirar por las ventanas de cortinas corridas, no entrometerme en las otras historias que no me incumben. Mi destino es la última vivienda del corredor, a mano derecha.

Antes de golpear la puerta con los nudillos, ya percibo el aroma de cigarrillo que impera dentro de la casa.


-Hola -dice al tiempo que me da un beso en la mejilla y con un gesto me invita a pasar -¿Gustas algo de beber?
-Hola -respondo yo. -Coca Cola está bien.


Hay una botella de dos litros del enviciante  líquido negro sobre la mesita que hace las veces de comedor. El aroma de cigarro impregnado en las paredes de la modesta habitación que les sirve de vivienda me provoca náuseas. No consigo acostumbrarme.


-Tu mensaje me dejó preocupado. Me dijiste que querías verme y aquí estoy. ¿Qué pasó?
-Es él, tu amigo.


Ella dice que su marido, amigo mío desde hace muchos años, no la quiere, la trata mal. Yo he observado todo lo contrario. Todas las ocasiones que he podido convivir con ellos y con sus hijos, he visto con mis propios ojos que él hace lo posible por tratarla como una reina, a pesar de las limitaciones económicas.


-¿Dónde está él? -Le pregunto.
-Trabajando, como siempre. 


El tono en que responde me molesta. Si a alguien le consta el esfuerzo que José hace para procurar el sustento de su familia es a mí. Más aún, estoy seguro que él trabaja de muy buena gana, con el único y firme propósito de llevar pan a su mesa.

Estamos sentados a la orilla de la cama, a falta de sillas. Ella dice que necesita un abrazo. Es mi amiga y se lo doy. 


-¿Me das un beso?
-No. Te doy dos. - Le respondo sonriendo.


Tomo su cara entre mis manos y le beso en la mejilla y  en la frente. Parece decepcionada.


-¿Sólo así?
-No podría besarte de otra manera.
-¿Por qué?
-Por la amistad que tengo con tu marido.


Sus ojos brillan, destellan furiosamente justo antes de escupir el veneno, de arremeter con la siguiente oración:


-Omar me besó... Y más que eso
-Que lástima. Entonces Omar no ha terminado de entender el significado de la verdadera amistad entre hombres.


No hay nada más que decir. Salgo de la habitación sin mirar atrás. Echo a andar por el corredor de la vecindad, pintado de amarillo. Mis pisadas resuenan y yo procuro no mirar por las ventanas de cortinas corridas. A fin de cuentas, esas otras historias no me incumben... Hoy no.


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