domingo, 12 de mayo de 2013

No ella




-Que descanses mi amor...

Apenas terminó la frase se cubrió la boca con ambas manos y sintió el rubor incendiando sus mejillas. Afortunadamente estaba oscuro y no podía verse nada en la habitación. Solo un rayo de luna se colaba por entre las cortinas, justo al centro de la ventana y la única persona que podía haberla escuchado era él. Pero hacía más de 15 minutos que no pronunciaba palabra, así que seguramente ya estaba dormido.

Retiró las manos y suspiró aliviada. Que de sus labios saliera algo así era un signo de debilidad que no podía permitirse. No. Jamás. No ella, la que siempre dominaba sus emociones. No ella, la que siempre estaba en control. No ella, la fría, la insensible, la que no confiaba en nadie... Pero entonces ¿Cómo explicarse lo que acababa de suceder? Esa frase surgió sin pensarlo, mientras acariciaba el cabello negro y la oreja derecha de ese hombre recostado a su lado. La cabeza le dolía de tanto pensar en el mismo asunto. Incluso trató de convencerse a sí misma que todo había sido un sueño y que nunca lo dijo. Un largo historial de decepciones le había curtido el corazón y tiempo atrás decidió no confiar más, no querer más, no enamorarse jamás, pues sabía que el sentimiento la volvía vulnerable...

Él, envuelto entre la sábana y de espaldas a ella se limitó a sonreír. Tal vez algún día le contaría que no estaba dormido y que la había escuchado claramente. Esa ocasión y todas las demás...

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