sábado, 22 de septiembre de 2012

La luna





La hija del Tiempo salió temprano de sus habitaciones en el sagrado castillo de su padre. Comenzó a caminar por los amplios jardines y no tardó mucho en llegar a un arroyo que desembocaba en un lago de plata. Se despojó de sus ropas y se introdujo en las frescas aguas. Después del baño, enjuagó y secó su larga cabellera negra que contrastaba con la deslumbrante blancura de su piel. Ahí, donde las gotas que caían de su cabello se perdían en la tierra, nacían las flores más hermosas, con el mismo aroma que guardaban las suaves fibras capilares de las cuales habían caído. Anduvo un rato por la ribera pensando en la sensación de felicidad que la embargaba y agradeciendo a los dioses por ello.

Se detuvo frente a una visión extraña. Un extranjero, venido de muy lejos, sin duda, ya que no vestía con los colores del reino. Debía ser un guerrero, pues tenía la mirada dura y lejana, los dorados cabellos caían hasta los hombros y su piel, a diferencia de la blancura de la princesa, era levemente rojiza. Él no le vio. Bebió un poco en las aguas del lago y dejó que su cabalgadura lo hiciera también. Después se marchó sin mirarla siquiera.

Ella le siguió, durante un tramo, a través de los bosques que circundaban el castillo pero no le alcanzó. Sentía curiosidad. Quería saber todo y más de aquél extraño. Cuando lo perdió de vista regresó a su hogar, la mirada inundada de tristeza y los brazos lastimados por los espinos del bosque, lugar al que nunca antes se había aventurado.

Su padre, anciano y sabio, blanco y deslumbrante como ella misma, adivinó algo diferente en su actitud.


-¿Qué sucede, niña mía?
-Vi a alguien. Distinto a nosotros. No pude preguntarle quién es. Le seguí pero no le alcancé. Monta una  bestia desconocida para mí.
-¿Por qué le seguiste?
-Porque no me vio y nunca me había pasado eso. Incluso las flores voltean al verme pasar y el manantial acelera su paso para darme la bienvenida con sus mil voces, las aves guardan silencio cuando saben que vendré y el viento detiene su continua marcha en el instante en que mis pies suenan en la hojarasca...
-¿Qué esperas de ese guerrero entonces? -dijo el Tiempo tristemente, sabiendo que el momento que tanto temía estaba por llegar.


La princesa se sorprendió por un momento. Luego recordó que su padre lo sabía todo. Siempre lo sabía.


-Quiero que me vea. Que su mirada me de calor. Ser importante para él. Creo que estoy enamorada.


Su padre le miró con ternura y tristeza. Le dijo lo que tenía que ser dicho. Era su deber. Lo había sabido durante siglos y ahora había llegado el temido instante.


-No puedo ayudarte.


El Tiempo vio a su hija salir por el portal, vio alejarse su reflejo en el mármol blanco del amplio corredor y suspiró resignado, consciente de que nunca más la iba a ver entrar por ese umbral. Él mejor que nadie sabía que el destino debía cumplirse.

La princesa llegó  a la orilla del lago y lloró largamente, Lloró tanto que las aguas del lago subieron de nivel hasta alcanzar a cubrir los blancos tobillos y las hermosas pantorrillas. El espíritu que habitaba en el fondo del espejo de plata se compadeció de ella. Salió de las profundidades entre reflejos dorados, rojos y púrpuras. La princesa se protegió un poco los ojos con la mano derecha para poder mirarle.


-¿A qué se debe su llanto, princesa? -preguntó
-Quiero algo que no puedo conseguir.
-¿Qué desea?
-Que el guerrero de los cabellos dorados me mire, quiero poder seguirlo a donde él vaya, que sepa que lo necesito para poder continuar siendo.
-Ya veo.
-Y mi padre no quiere ayudarme.
-El Tiempo no puede, princesa. No tiene el poder. Pero yo sí.


La hija del Tiempo miró sorpendida al espíritu del lago  e hizo la pregunta:


-¿Tú puedes ayudarme?
-Sí. Pero solo si es algo que realmente desea.
-Es lo que más quiero.
-Aunque eso implique perder todo lo que conoce hasta el momento.
-¡Sí! -respondió la princesa.
-¿Quiere usted acompañar al guerrero que nunca se detiene en su viaje?
-Sí quiero.
-¿Por cuantas jornadas?
-Para siempre. Por toda la eternidad.


El silencio reinó de pronto. Pareciera que el espíritu del lago dudara de lo que estaba escuchando.


-¿Está segura de lo que pide?
-Sí -dijo ella firmemente.
-Necesito a cambio su cabello. No lo necesitará en el lugar a donde va. Cierre los ojos.


La hija del tiempo sintió un leve mareo. Se elevaba sobre el suelo, flotaba. Comenzaba un viaje eterno. Se convertía en la luna y el rubio guerrero, debido al deseo de la princesa se convertía en el sol. Justo en ese momento y en ningún otro es que el día y la noche comenzaron a existir.  

La luna aún trata de alcanzar al sol en su interminable viaje y recibe su cálida mirada, para poder ser. Cuando el sol no la ve, la luna simplemente no existe. Sin embargo, sus lágrimas de tristeza quedan regadas sobre la negra bóveda celeste y aparecen pequeñas luminosidades a las que los hombres han tenido a bien llamar estrellas.

Desde entonces, como recordatorio del mágico trato con el espíritu de aquél lago de plata, en la transición del día hacia la noche, el horizonte vuelve a cubrirse con sus resplandecientes colores. Y el anciano Tiempo, viendo por la ventana, envuelto en su manto de armiño,  recuerda que hace muchos siglos él tenía una hija que corría por los jardines de su castillo y que se forjó una romántica maldición que la tendría atada a un trágico destino hasta los confines de la eternidad.

-Le seguirás por siempre, mi niña, y te mirará, sin duda. Su viaje será tu viaje y lucirás tu blanca belleza gracias a él. Le seguirás por siempre -repitió el Tiempo- pero jamás estarán juntos: ese fue tu deseo.


11 comentarios:

  1. =O que geniaaaal !!!!!!
    sin palabras...
    felicidades mil felicidades =D
    kika =)

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    1. Gracias!! Es una de las historias que te había comentado... que bueno que te gustó ;)

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  2. Buena narración pero...¡qué gachos fueron con ella!

    Por cierto revisa el párrafo que va despues del "no puedo ayudarte".

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  3. Estupendo. Lastima que este deseo termino de esa forma, a veces debemos analizar lo que realmente deseamos y ver las dimensiones de lo que puede suceder

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    1. Sin duda, debes tener cuidado con lo que deseas, ya que corres el riesgo de que se convierta en realidad.

      Gracias por tu comentario.

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  4. Hola, que lindo lo que escribiste ahora... con un lindo mensaje... Me encanta... felicidades: S

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    1. Cada quien percibe el mensaje que desea recibir. Que bueno que te gustó la historia, mi querida S.

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  5. Más que un deseo mal pedido, fue una mala interpretación: Ella le dice "seguirlo" y el espíritu "acompañarlo". Al final ni lo acompaña ni lo sigue, el sol nunca se mueve y ella gira alrededor de la Tierra. Romántica manera de hablar del sol y la luna. Una historia muy bella, de las mejores de Borracho, así has de haber andado.
    Augusto.

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  6. Por cierto, te mandé un nuevo cuento ¿no has checado tu correo?.
    Augusto.

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    1. Ya está recibido, mi estimado Augusto. El Sábado a las 12:02 queda publicado. Un abrazo.

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