sábado, 15 de diciembre de 2012

Te amo



-Te amo -le dije mirándola directamente a los ojos y con la misma sonrisa ensayada que tengo para todas las demás.


Ella, como siempre, no se intimidó. Delicadamente deslizó una mano sobre su frente, apartando el mechón de cabello castaño que caía sobre la misma y me respondió de la manera acostumbrada.


-Me encanta cuando mientes de esa manera. De todos los mentirosos, tú eres mi favorito.


Me acerqué a ella y le abracé. La sábana que nos cubría a ambos era de color azul claro. Yo la corrí con la mano izquierda para besar con libertad las pecas en sus hombros desnudos. Ella cerró los ojos y me dejó hacer, mientras el sendero de besos seguía de manera ascendente hasta su cuello. Los primeros rayos de sol se colaban por la ventana y los olores de la  primavera que llegaría cinco días después, amenazaban colarse por esa rendija de la ventana que nunca reparamos.


-Debo irme -comenté al fin.
-Lo sé -respondió ella con una sonrisa.


Así. Sin reproches, sin llantos. Consciente de que intentar detenerme carecía de sentido. El grado de entendimiento entre los dos y la pasión que nos unía facilitaban una conversación plena de silencios, roces y miradas de complicidad.


-Discúlpame -dije antes de besar suavemente sus labios y girar el picaporte para marcharme a casa.
-No te preocupes -contestó ella desde las sábanas, mirándome sensualmente y agregó:
-de cualquier modo, la luna sigue siendo nuestra.


Cerré la puerta detrás de mí y sonriendo me alejé del departamento pensando en esa frase, en ese código que solamente ella y yo entendíamos, sintiendo en mi espalda su mirada desde la ventana.

-Así es, querida: Nuestra.

5 comentarios: