domingo, 1 de septiembre de 2013

Deja vu



Hace un rato que me observa sin decir palabra. Tiene esa mirada que tanto asusta a cualquier hombre: amor entregado y sin reservas. Sonríe. 

Me levanto a cerrar la ventana. La última corriente de aire me había generado un escalofrío. Regreso al love-seat color chocolate y ella no pierde tiempo para recostarse sobre mis piernas. Cruzo la izquierda sobre la derecha para permitir que encuentre posición más cómoda para su cabeza. Vuelve a sonreír como una chiquilla. Yo acaricio su mejilla con el dorso de los dedos de mi mano derecha. Ella me deja hacer sin restricción alguna. Suspira.

Yo no digo nada, no es necesario. A ella le basta mi presencia para sentirse contenta. Al menos eso es lo que me ha dicho. Paseo la mirada por los muros color perla de la habitación. Detengo la vista al llegar al reloj colgado de la pared principal. Pronto darán las ocho de la noche.

-¿Tienes algo qué hacer?

Le escucho decir allá abajo, recostada en mi pierna. Volteo lentamente y sonrío para ella.

-No, ¿por qué?

Siempre he sido un hombre de pocas palabras. A veces son un lujo innecesario.

-Me dio esa impresión.

Le beso en los labios para que deje de preguntar. Da resultado.

-Te quiero mucho -me dice, mientras pasa los dedos de su mano izquierda por mi cabello, mirándome intensamente.

Estoy a punto de contestarle cuando suena mi celular. Un mensaje. No es necesario que lo vea y decido no hacerlo. Ya lo leeré cuando llegue a casa.

-¿Es la otra?

La pregunta me saca de balance por un momento, pero contesto con la calma del que está acostumbrado a mentir. 

-No. Seguramente es un aviso de la compañía telefónica.

La beso una vez más y mientras lo hago, no  puedo dejar de pensar en la extraña coincidencia de que las tres me hayan preguntado lo mismo esta semana.

8 comentarios: