domingo, 15 de septiembre de 2013

FILOSOFÍA PARA NIÑOS O GENTE SIN QUEHACER (PARTE II)



      En el capítulo anterior nuestra princesa se encontraba en la incertidumbre de si elegir entre realidad o ficción, pero una avecilla amiga suya le ayudó con el dilema. ¿Qué sucederá?


      El pozo dejó salir un resplandor desde el fondo que deslumbró a la princesa y no le permitió ver nada por algunos segundos, cuando por fin pudo ver era una tierra distinta; no había ningún castillo, en su lugar había una hacienda con cientos de peones en situaciones precarias; los animales huían en cuanto la veían y no hablaban; el pozo también estaba mudo.


      Su suegro ya no era rey, era un terrateniente acaudalado y codicioso, dueño de vidas y haciendas.

      ¿Qué hace aquí Blanquita? –Preguntó mientras le ponía la mano en el hombro. Pero el diminutivo de su nombre aunque parecía cariñoso escondía deseo que ella sintió al instante.

      Le quitó la mano de inmediato y preguntó por su esposo.


      Debe estar en la oficina llevando la contabilidad.


      No quiso ir a verlo hasta saber que sucedía. ¿Esto era la realidad? ¿Por qué nunca se sintió como algo imaginario?


      La habitación donde dormía aunque lujosa, no era lo acogedora como lo era la de su castillo, sintió ganas de llorar y lloró hasta que se quedó dormida.


      A su casa llegaron a buscar al latifundista esa noche 7 personajes diminutos en su especie que se hacían llamar enanos.


      Se sorprendió mucho de encontrar en lugar tan lejano y extraño un libro como el que tuvo alguna vez en su otra realidad y que tales hombres pequeños lo llevaran consigo.

enano, na. (Del lat. nanus, y este del gr. νᾶνος). adj. Diminuto en su especie. || 2. m. y f. Persona que padece enanismo. || 3. Persona de estatura muy baja. || 4. coloq. niño. || 5. m. Personaje fantástico, de figura humana y muy baja estatura, que aparece en cuentos infantiles o leyendas de tradición popular.
enanismo. m. Med. Trastorno del crecimiento, caracterizado por una talla muy inferior a la media de los individuos de la misma edad, especie y raza.



      La princesa se emocionó mucho cuando supo que eran personajes fantásticos con los que estaba hablando, tal vez sólo cambió de lugar y no de realidad y todo esto era un feo sueño. Aunque pudieran ser personas que padecen enanismo o simplemente personas de estatura muy baja, entonces pensó:

¿Los personajes de cuentos de baja estatura no padecen enanismo? ¿Por qué son considerados como si fueran diferentes? ¿Por ser fantásticos?


      Estaban muy molestos los bajitos porque el patrón les había quitado su mina con el pretexto de expropiar y le llevaban el diccionario para demostrarle que estaba equivocado:

expropiar. (De ex- y propio). tr. Dicho de la Administración: Privar a una persona de la titularidad de un bien o de un derecho, dándole a cambio una indemnización. Se efectúa por motivos de utilidad pública o interés social previstos en las leyes.


¿En cuáles leyes? –preguntó la princesa.


       Nadie lo sabía, sólo uno de ellos que había ido un semestre a la escuela de derecho dijo tímidamente: “En la Ley de Expropiación”


      ¿Y por qué no lo menciona el mamotreto? –Dijeron los 7 bajitos.

mamotreto. (Del lat. tardío mammothreptus, y este del gr. tardío μαμμόθρεπτος, literalmente, 'criado por su abuela', y de ahí, gordinflón, abultado, por la creencia popular de que las abuelas crían niños gordos). m. armatoste (ǁ objeto grande). || 2. coloq. Libro o legajo muy abultado, principalmente cuando es irregular y deforme.



      La princesa empezaba a sospechar que no se podía confiar en aquel librote. Incluso en esta realidad, no podía sacar de duda alguna, más bien llevaba a callejones de los que era difícil salir o algunas veces imposible.

      Pero por ahora no era el asunto a resolver.
      ¿Cómo voy a regresar? –pensaba.

      Le llamaba la atención que en los dos mundos fuera conocida. ¿Acaso era ella dos personas o todos somos dos personas viviendo en dimensiones paralelas, en tiempos y espacios paralelos? Todo lo anterior se lo preguntaba en voz alta.


      Una voz de hombre detrás de ella le preguntó:


      “¿Quieres saber la verdad?”


Una vez más la princesa no supo que decir, pero no hubo nadie que le aconsejara, no había libro ni ave, al fin con la única idea de que no había nada que perder dijo: “Sí”.

      La voz masculina habló:


“Espacio y tiempo, son la manera de la mente de representar las cosas, de ordenarlas. "Infinito" y "eternidad", por lo tanto, son dos conceptos que la mente nunca podrá comprender. Nunca podrá siquiera imaginarlos. ¿Cómo podría captarlos, si atentan, precisamente, contra su forma de captar las cosas? 

Con el espacio y el tiempo, la mente delimita, encuadra, pone principios y fines a los objetos. Como infinito y eternidad no poseen principio ni fin, la mente no puede con ellos. 

Sin embargo, infinito y eternidad tienen que existir forzosamente, según la propia lógica de la mente, porque el espacio y el tiempo no pueden terminar. 

Si el espacio terminara, digamos, en una pared, tendría que haber algo detrás de esa pared. Podría ser la nada, pero incluso la nada es algo. Algo que comienza detrás de esa pared y... ¿dónde termina? Y luego, si la nada terminara, volveríamos a empezar. ¿Qué hay más allá de donde termina la nada? Y así... 


Lo mismo sucede con el tiempo. Si el tiempo terminara en un determinado momento, ¿qué sucedería después de ese momento? ¿Nada? ¿Cuánto duraría esa nada? 


El recurso de "la nada" suele aparecer como una salida elegante en estas discusiones, pero está viciada del mismo problema que el infinito y la eternidad. La mente no puede comprender ni imaginar la nada; así que se trata, en realidad, de un paso en falso. 


La mente debería aceptar que si el infinito y la eternidad tienen que existir obligadamente, entonces tiene que existir obligadamente otro plano, sin espacio ni tiempo. 


Pero le resulta difícil a la mente reconocer algo así. Le resulta imposible, de hecho, porque su propio modo de operar se lo impide.


La dimensión sin espacio ni tiempo es una dimensión sin mente.


Es usual que la mente, acorralada ante lo que obviamente desborda sus capacidades, tienda a oponerse al alma, a negarla, o, peor aún, a enviarla al cajón del olvido o al baúl de la indiferencia. Frente a lo cual nosotros, ya que no podemos exigirle a la mente que comprenda, de manera racional, que existe el alma, al menos deberíamos pedirle que… “




La princesa despertó de pronto y se dio cuenta de que era un sueño, todo, los enanos, el diccionario, la voz, el príncipe, el castillo; estaba en su departamento y no era princesa, su vecino escuchaba la canción de Bob Dylan "Los Tiempos están Cambiando" justo cuando dice aquello de: “No critiques lo que no puedes entender.”




      -Maldita filosofía ¿otra vez?



FIN

1 comentario:

  1. Wowwwww, final sumamente inesperado!!!!!, lo amé.
    Samantha

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