sábado, 27 de marzo de 2021

Hoja 20


  

Anoche había luna llena, pero yo todavía no lo sabía. Luna de sangre, le llaman. La lluvia de la tarde no fue sino una promesa que jamás se cumplió. Aspiré profundamente y me dirigí al lugar de la cita. Escuché atentamente lo que salía del altoparlante. Me sorprendí, pero no por la calidad de los textos, sino por la manera en que desesperadamente buscaba ser el centro de todas las conversaciones. Nunca había conocido a alguna persona con tanta necesidad de ser notada. El lugar estaba repleto de todos los arquetipos que pueden vincularse a un evento como el de ayer: el vividor, el aprovechado, el que sabe cómo obtener todo de una mujer; los escritores consagrados, los que apenas comienzan a escribir, los que aplauden cualquier cosa, los que acuden porque la puerta estaba abierta, porque sirven bocadillos o vino espumoso, el poeta, el cantautor y yo. Me ubiqué en un rincón desde donde podía ver la escena completa. La miré hablar desde sus ojos diminutos, que no dejaban de serlo a pesar del maquillaje y pensé en cuál sería el nuevo pretexto que se estaría inventando para que hablaran de ella. La presentación terminó. Aplausos tímidos. La vi descubrirme en mi rincón estratégico y avanzar hacia mí. Yo la saludé con la cortesía de costumbre. Las nubes que ocultaban la luna se disipan por fin.

 

Me invitó a esta comida y acepté: nunca me he negado a comer gratis. Trato de llegar media hora tarde. No tengo nada en su contra, pero me cuesta trabajo ser comparsa en este juego. No soporto mucho tiempo más y me marcho del lugar. La tarde es una cálida armonía. Las voces sin rostro hablan junto a mí. Alguien me pregunta por el teatro, por el arte, por Lucas; alguien me habla de cine y de arte, alguien más me habla del frío de otras noches, del café con piquete, de las expresiones que permiten catalogar a los individuos, casi siempre de manera arbitraria. Alguien dice en un susurro que me extraña y una voz, tan lejana que parece en off contesta “yo también”. Muchos artistas ayer y hoy. Y la conclusión es la misma que las otras noches, la misma respuesta para una pregunta que se repite ad nauseam: lo mejor es divertirse, mientras aún es posible.

 


Imagen de adege en Pixabay 

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