sábado, 14 de abril de 2012

Lestat


-Lo que ustedes no han terminado de entender, queridas mías, es que no es su sangre lo que me mantiene con vida, sino el sentimiento que guardan para mí en sus corazones: Yo no me alimento de su sangre, me alimento de su amor...



Y sin decir más, el monstruo corrió la cortina para salir del aposento. Las princesas se miraron unas a otras, confundidas, deseando escapar de su cautiverio, pero sin atreverse a cruzar ese umbral que las separaba de su libertad, mismo que era bloqueado por un simple trozo de tela.

Lestat leyó sus pensamientos y sonrió divertido. Una oleada de vitalidad corría por sus miembros como una corriente eléctrica y  hacía latir su pecho como si tuviera corazón. Esa misma sensación  le hacía saber al vampiro que eran suyas y siempre lo serían. Luego dijo en un susurro:


-No cabe duda que los grilletes que más aprisionan a mis amados humanos, son los que existen en sus propias mentes...


Y tras un profundo suspiro, se perdió en la noche...


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