sábado, 7 de abril de 2012

No me gusta el fut




                “Ya wey, ya dinos por qué no te gusta el fut”. -me taladró la vocecita de uno de mis amigos con la misma estúpida pregunta de casi cada domingo-.
-Que te importa chingá, estoy aquí ¿no? Es que de todas formas, me reunía con ellos para ver algún partido.
“Pero no le vas a ningún equipo, está raro eso.”

-Raro que  haya venido Benedicto XVI en vísperas de elecciones, eso sí es raro. Además es mejor no irle a nadie, así no te molesta ningún resultado, lo importante es que haya goles. –pensé.
Yo seguía viendo el partido y mis amigos dejaron de preguntar cuando se presentó una jugada de peligro, y todos nos olvidamos de todo y de pronto…

 -¡GOOOOOOOOOOOL! –gritaron-. Pero yo sentí en ese momento como sí me jalaran, como si me fuera, (no sé si han visto la película “Pide al tiempo que vuelva” o no, algo más reciente: “El efecto mariposa”, cuando regresa al pasado, pero sin salirme sangre de la nariz) así me sentí y de pronto me vi, de nuevo frente a ella, como el primer día que la vi y le hablé.


Esta es la historia:

Hace algún tiempo conocí a una mujer: bonita, chaparrita, güera, buena tecla, buena nalga, en fin; de 9.5 (que no creo en la mujer perfecta).

                Para que me hiciera caso no sufrí demasiado, pasó por enfrente de donde trabajaba, la miré, me miró y cayó, pero no me voy a entretener en cursilerías, voy al grano:

                Después de algunos meses de salir con ella y por supuesto de llevarla a los mejores lugares como los tacos de cabeza de la esquina (que por cierto el taquero era mi amigo y me guardaba sesos siempre que hacía reservación) de las gorditas de doña Lupe con su buena coca y lo que más me gustaba, el menudo los domingos acompañado de cerveza bien fría pa’ eructar a gusto ¡BURP!

                Fue entonces que decidí que ya era tiempo de… ya saben, de que se mochara, que se pusiera la del Puebla, de que prestara, que aflojara, de matar el oso, de darle de comer al conejito, de un costalazo, de hacer el mostro de dos espaldas, de clavar la espada del amor, de echar palo, de subirse al guayabo, de jugar al mete-saca, de parchar o como se dice vulgarmente: de un coito.

                Eso sí me costó más trabajo, quesque porque se iba a ir al infierno y que el diablo le daba miedo, aunque le dijera que si Diosito lo inventó es porque así debe ser y que el amor entre dos seres, el amor inocente y puro que nos mueve no debe ser pecado y luego de esa frase (¿buena, no?) sus ojos se iluminaron y me plantó un beso de película con repegón y todo, después nos aventamos un fajezote de aquellos, hasta que me alejó suavemente y me dejó con los calzones todos mojados de enfrente como si me hubiera orinado.

-Hasta mañana, – me susurró, se fue con un guiño y me mandó un beso parando la trompa bien sensual.

-¡SOBRES!- Dijo mi papá que había visto toda la escena (pinche viejo chismoso). Esa vieja quiere contigo.  Yo me hice como que no sabía de qué hablaba.
 
-Mañana juega el atlante ¿eh? – me recordó. Te tocan las cervezas y la botana perdiste el domingo pasado con tus zopilotas que no dan una.

-¡CHIN! Mañana es domingo, no me acordaba, te voy a tener que dejar solo jefe – le dije voy a salir con la vieja ésta, pero te dejo tus chelas y unos rancheritos con valentina.

 -Yas tás -contestó mi jefe bien moderno y se quedó a ver una chichonas en traje de baño que salían en la tele.

Esa noche me soñé cargando a mi mujer sobre nubes de algodón y luego nos subimos a un unicornio azul que nos llevó cabalgando en cámara lenta sobre el arcoiris, yo iba vestido del príncipe cha cha chá carmín y ella con un baby doll rojo con ligueros, al final nos perdíamos en el horizonte en un atardecer maravilloso.

Por la mañana del domingo, ya mi padre veía televisión, en ese momento Chabelo inundaba la pantalla con su juventud y simpatía y yo me metí a bañar, estaba con los vecinos esa rola de José José: “Esta noche te voy a estrenar…” (como si supiera) y me tallé un poco más fuerte las partes pudendas.

Más tarde, llamé a mi vieja y le pregunté a dónde íbamos a ir y que “pus a donde tú quieras”, “no pus tú di”, “a donde sea está bien”.  Ese domingo no fuimos al menudo porque me iba a apestar el hocico y ella ya había desayunado, así que paseamos, sólo paseamos, platicamos, una nieve y luego la invité a mi casa porque le tenía una sorpresa.

Llegamos a mi casa y mi papá veía TV, el previo al partido Atlante-Monarcas, lo saludé y me dijo: “bzbzarfbz”, que en su idioma significa: “ah, muy bien hijo que bueno que ya estás aquí, te extrañé mucho hoy, felicidades por tu dama”.

Entramos a mi cuarto y le invité una cerveza, luego otra y otra, después saqué el regalito y se lo di en una bolsa con papel de China y toda la cosa, tomó la bolsa y ni vio lo que había adentro, me besó aún mejor que la noche anterior y sin más rollo, ya estábamos desnudos en la cama, la besaba toda, me besaba también, estábamos con las pupilas dilatadas y el corazón que se me quería salir, cuando ya estaba a punto de deslactosarme, entra mi pinche padre, como agente de la AFI abriendo la puerta y gritando ¡GOOOOOOOOOOOOL!, yo del puro susto me escondí debajo de la cama y mi vieja se tapó con la sábana gritando también asustada, luego vi los pies de mi papá cuando salía del cuarto y me asomé a ver como estaba mi vieja.

Estaba requetecontraencabronadísima, se ponía el chichero y los calzones los andaba buscando pero los dejé debajo de la almohada para quedármelos como recuerdo

- ¿DONDE ESTAN MIS PINCHES CALZONES? – me gritó.

Tenía la cara roja, los ojos con llamaradas, le salía humo de las orejas, de la nariz, su boca arrojaba culebras y sapos hirviendo, le di sus calzoncitos tomándolos apenas con el pulgar y el índice y me los arrebató, acabó de vestirse y se fue a la puerta, yo iba detrás de ella y en la calle en la esquina la alcancé.

- ¿Nos vemos mañana?  -le pregunté poniendo cara de estúpido (que en esas circunstancias no me fue difícil) y levantó la mano en señal de darme un madrazo en la cara, cerré los ojos, me puse duro duro cuando ¡CRACK! me acomodó un patín en los meros tompiates y quedé allí, de rodillas, con el dolor hasta el cerebelo viéndola partir moviendo ese traserito que ya no iba a ver, ni a tocar, ni a disfrutar, ni a presumir a mis cuates. 

Regresé a la casa y mi padre seguía allí, con la tele en los ojos, ajeno, perdido, enajenado, arrancándose los pelitos de las orejas.

De pronto me despertaron con un zape y me encontré de nuevo viendo el partido.

“-Te fuiste por un buen rato ¿eh? -me dijeron entre risitas.

-Entonces…- ¿por qué no te gusta el fut? – me volvieron a preguntar.

-No sé…  -les contesté aún perdido. Y destapé otra cerveza.

6 comentarios:

  1. buen cuento, me hizo reír,
    deslactosarme???? ja, ja, ja,
    congrats Augusto
    F.A.E.

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  2. jaaaaaajajajajajajaja
    muy bueno! Salud por eso!
    =) kika

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  3. ¡Mi primer cuentecito! snif. Ya me ganó la emoción. Bye. Gracias =)kika y anónimo.
    Augusto.

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  4. Y muy buen cuentecito, por cierto.

    Oficialmente, le damos la bienvenida a este espacio al estimado Augusto, amigo con el que hemos compartido interesantes charlas filosóficas y sobre todo, nuestra irónica (pero muy divertida)manera de ver la vida. Todo esto, claro, departiendo alrededor de unas cuantas botellas de cerveza.

    ¡Salud!

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  5. Gracias por sus comentarios y por el espacio, aunque es sólo el pricipio, amenazo con muchos más.
    Y qué bueno que me acuerdas de aquellas charlas porque yo estaba con la idea de que las cervezas estaban alrededor de nosostros.
    Es como vemos la vida y en lo personal es como me ha tratado, la verdad no me quejo.
    Augusto.

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  6. Jajaja buenísimo ... Pero que codo, se hubiera ido al motel y sin disturbio alguno abría alcanzado el climax de la deslactosada ... Y tal ves la cubeta hubiera quedado bien vacía a causa de 2 o 3 deslactosamientos jajajajaja

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