lunes, 11 de marzo de 2013

Todos los días

Espero que te guste tu regalo. Felicidades.



Todos los días, al despertar, encuentro sobre mi almohada sus enormes ojos color miel mirándome intensamente. Acaricia mi cabello sin pronunciar palabra y sonríe. Solo sonríe. 

A mitad de la mañana, mientras contemplo sus femeninos ademanes, la mano izquierda quitando delicadamente los cabellos castaños que cubren de manera parcial sus pequeños ojos para colocarlos detrás de su oreja izquierda,  su mirada -mezcla de gris y olivo- y esa sonrisa apenas perceptible tras el semblante de tristeza que en ocasiones nubla su rostro. Su pálida belleza -luna radiante de mis noches oscuras- vuelve a disparar esas frases que tanto me asustan: Me fascinas, quiero estar contigo...

Me resulta absolutamente imposible huir del espejo negro de su mirada. Sus ojos, brillantes como la obsidiana, me abstraen, me embelesan, me hipnotizan. Mientras contemplo su cabello negro, escucho nuevamente: Me gustas. Quiero que me sostengas en la paz de tus abrazos. Que las dagas de tus besos marquen mi piel morena como un mapa, vuelve a mí, como lo has hecho desde el principio de los tiempos, explórame siempre. Sacia tu sed y tu curiosidad en el manantial de infinita frescura de donde surgen mis besos...

Esos ojos, esa combinación de colores, verde, miel y pasto seco de su mirada me desarma. Todos los días cambian sus ojos, su cabello, su estatura; el volumen de sus labios, el color de su piel y el tono de su voz. Toda ella es diferente a cada instante y sin embargo siempre es la misma. Aquella que nació bajo la luminosidad del León de Nemea, el mismo que Zeuz colocó en la bóveda celeste para honrar a su hijo después de la primer tarea.

Cae la noche, con su luna llena que me observa, me juzga y reprueba mi cobardía. Yo hago todo lo posible por huir y al final, caigo rendido de cansancio. Los huesos y los músculos agotados de tanto luchar, de tanto correr en círculos con los puños y los dientes apretados. El sueño me vence y al despertar, se vuelve a repetir la misma historia.

Todos los días, siempre la misma historia, en un continuum inagotable...

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