sábado, 12 de febrero de 2011

Odio el día del amor




Mediodía del Sábado y yo apenas comienzo a despertar, después de una noche de excesos. Puedo sentir el fluir de mi sangre en las sienes y la luz que entra por la ventana hiere mis ojos como si fuese yo un vampiro.


-Mmm... Vampiro...


Sí. Un vampiro fue lo último que probé anoche en el bar y, cuando lo recuerdo, acude a mi paladar ese gusto a Klamato y tequila propio de ese trago. Paso la lengua por la comisura de mis labios dónde aún quedan remanentes del escarchado de sal que cubría precisamente la boca del vaso en donde bebí ese último coctel. Delicioso...


-Sí... Eso debió hacerme daño... -Digo para mis adentros mientras vuelvo a cerrar los ojos.


Mezclar bebidas alcohólicas en el bar no fue buena idea. El dolor sigue martillando dentro de mi cabeza y creo aún estoy un poco mareado. Ojalá lidiar con esta cruda fuera tan sencillo como ignorar las crudas morales: En eso soy experto.

Busco el control remoto sobre el buró y enciendo el televisor.

Lamentable. Siguen hablando del tal Kalimba.  Que si lo que hizo Kalimba le puede pasar a cualquiera (a mi sí). Que si se las vio negras Kalimba. Que si violación en africano se dice tetumbaKalimba y demás tonterías.

Ahora sí tengo ganas de vomitar. Se los digo en serio, estoy tan asqueado de escuchar lo mismo todos los días, en todos los canales, que por poco echo fuera los nachos y los cacahuates de anoche.

Así que, a pesar de mi maltrecho estado, huyo de la habitación y de la casa, buscando relajarme con una caminata.

Sólo hay una cosa que odio más en estos días que escuchar hablar de ese pobre negrito bailarín, sin bastón y sin bombín y es, precisamente, darme cuenta que la ciudad está inundada de corazoncitos de color rojo.

Desde que comenzó Enero, comencé a ver el cambio de adornos en los aparadores. Estos tipos no dan tregua entre una celebración consumista y otra. Apenas estaba ocupándome de romper las esferas del pinche arbolito con mi resortera, practicando mi puntería, cuando en las tiendas ya todo se teñía de rojo y se melificaba en extremo. 

Repito, odio que todo esté saturado de corazoncitos color rojo e imágenes de ese monito encuerado que todo mundo asocia con el amor. ¿Quién dijo que un ángel exhibicionista que enseña el pilín es el símbolo de la amistad?  

Eso y que todo mundo ande escurriendo miel y embarrándola por doquier, especialmente a los solitarios amargados como yo, es totalmente repugnante.

De solo ver a las parejitas de la mano en el centro de la ciudad derrochando dulzura, ya me siento diabético.

Por cierto, este post es un reconocimiento, una oda, un himno, un homenaje póstumo a esa página de internet que se nos adelantó en el camino y expiró apenas el pasado nueve de Enero del 2011: www.odiosanvalentin.com.

Descanse en paz. Siempre la recordaremos.

Si a pesar de todo lo expuesto, alguna de mis fans insiste en regalarme un corazón, sólo tengo una solicitud:



Que sea como el de la foto...            



Sólo mayores de edad, por favor. Presentar identificación oficial.


Jajaja...




¡Salud!





2 comentarios:

  1. pues el corazon no es como tu lo quieras, a de ser a mi criterio... y te aguantas!!! jajaja :)

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  2. Es una sugerencia nada más, un deseo inocente que espero un día se me cumpla...

    Saludos mi maravillosa luz de la aurora.

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