viernes, 1 de enero de 2021

Hoja 9

 


 

La mañana es fría. Busco una forma de disciplinarme para escribir, por eso lo hago a esta hora, cuando nada ha sucedido todavía, o lo único que ha pasado está en los sueños. Mi problema, si no lo he dicho antes, es que yo no sueño o, para decirlo de manera más precisa, yo no recuerdo lo que sueño. Debería, sí, ser capaz de inventar algo, de hacer surgir alguna historia casi completa de un baúl lleno de recuerdos, como cables enredados con otros cables y con juguetes. Debí escribir hace media hora, cuando las ideas se atropellaban en mi cerebro, en la semioscuridad. Cierro los ojos para tratar de recuperarlas. Solo hay imágenes confusas, una firma sobre las piernas de un androide de apariencia femenina y curvas exquisitas. Es hora de levantarme. Otra vez tengo muchas cosas qué hacer y solo un día para que el año se termine. Pienso que no conozco a nadie tan indisciplinado como yo, a pesar de lo que diga la gente a mi alrededor. Trato de organizar mentalmente los pendientes, entre ellos, dejar el piso libre de cabellos de mujer. Eso me recuerda los aretes que aún están sobre la mesa de noche, y el vestido perfumado que ella dejó sobre el cesto de la ropa sucia. Esos aretes se parecen a otros. Hace muchos años, era un lugar más frío que éste.

 

América entró en mi cuarto con el pretexto de continuar la conversación iniciada durante la fiesta. Luego los besos, su insistencia por desnudarme, su boca cálida recorriendo mi piel, envolviendo mi miembro: sus manos llevando las mías a los lugares de su cuerpo que suplicaban mis caricias. Su prima en la habitación de al lado, ignorante o cómplice (¿cómo saberlo?), La otra imagen, la imagen de lo que no sucedió, pero que viene a mi memoria cada que recuerdo sus pulseras y sus aretes, en la mesa de noche de una habitación a la que jamás volví.

 

Decidí escribir a esta hora, cuando aún nada sucede. El saxofonista insiste en llamarme viejo lobo de mar. Me agradece las pláticas nocturnas, donde el tema central es esa peligrosa droga a la que todos llaman amor. Yo me vuelvo a sentir como las otras veces, cuando la gente habla de las cosas que digo y hago, y de las que, realmente, tengo muy poca idea. No me considero un fraude, pero no soy tan bueno ni tan disciplinado como ellos lo piensan. Aun así, “Gracias a mis amigos que se parecen a los Beats”, como escribió el poeta triste una noche de éstas, que se hacen tan cortas hablando de filosofía y literatura, de mujeres, de feministas y feministos, y de que este mundo se va, irremediablemente, con rumbo fijo hacia el carajo.

 

Mañana, a esta misma hora, estaré esperando el autobús, metido en el fragmento de una historia con tintes de cuento de Cortázar. Como sucede con la mayoría de mis viajes, este también lo provoca una mujer. En ese pueblo me encontraré con una mujer, ahí espero obtener los besos de otra mujer que conoce de cerca mi descaro.


2 comentarios:

  1. Bien, bien, ya se ve más ligera la mano al escribir, las palabras comienzan a quererte, o a querer usar tus ideas para existir. Bien Rich, bien.

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    1. Muchas gracias, maestro. Seguiré trabajando para mejorar. Saludos.

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